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Agresiones, celos y amenazas: Las fuertes denuncias en contra de Leo Valencia

Por: Sebastian Palma | Publicado: 05.08.2020
Agresiones, celos y amenazas: Las fuertes denuncias en contra de Leo Valencia |
A meses del retorno de Leonardo Valencia al fútbol chileno, su ex pareja Valeria Pérez estampó una dolorosa denuncia: durante casi diez años fue agredida física y psicológicamente por el seleccionado nacional y delantero de Colo Colo. La acción judicial no fue la primera, anteriormente presentó otras cuatro por violencia intrafamiliar, pese a ello, poco se sabía de estos hechos, hasta que decidió publicar parte de las acusaciones en sus redes sociales. En conversación con El Desconcierto, Valeria entrega un testimonio estremecedor que incluye amenazas con bandas de narcotraficantes, protección al jugador por parte de sus representantes y aborda un tema tabú por el que atravesarían varias esposas de futbolistas. “Todo el mundo cree que casarse con un futbolista es como ganarse el Loto, pero no es así”, dice.

–En esta casa no alcanzamos a vivir dos meses– cuenta Valeria Pérez, sentada en la cocina de su vivienda a medio construir, ubicada en una parcela de un exclusivo condominio en Calera de Tango. 

En el antejardín hay herramientas esparcidas, un container y una pila de sacos de cemento. El equipo de maestros que terminaría el hogar de ensueño de Leonardo Valencia dejó de asistir en abril, poco tiempo después que el futbolista de Colo Colo y seleccionado nacional abandonara su hogar, dejando de lado el plan original de construcción: una segunda casa con gimnasio, salón de pool, un quincho y dos canchas; una de fútbol y otra de futvoley.  

Las cuentas del inmueble -que se pagan en comunidad- no han sido canceladas desde entonces. Valeria asegura que debe cerca de $5 millones, deuda que habría sido cubierta por el comité del condominio hasta que resuelva su situación contractual. Ella asegura que desde que Leo se fue de la casa, no recibe ingreso alguno de parte de uno de los jugadores mejor pagados del fútbol chileno. Ya han pasado un poco más de tres meses y todavía se acuerda de la última vez que estuvo en la casa. No son buenos recuerdos. 

Leo estaba tratando mal a mi hijo (9). Los dos estaban entrenando y el niño le estaba pegando a la pelota con la pierna derecha. El Leo quería que le pegara con la izquierda y mi hijo le decía que no podía, que era su pierna mala– cuenta la mujer de 26 años. 

Valeria recuerda que Leo explotó y que trató a su hijo de mediocre. Entonces ella bajó del segundo piso y lo encaró. Él le habría respondido: “qué te meti vo fea culia, ándate para arriba”. Estaban todos los maestros afuera, recuerda. A Valencia no le importó y, según ella, continuó gritándole: «ándate para dentro maraca.Yo tengo que criar a mi cabro chico como yo quiera”. 

Al cabo de un rato, el futbolista metió algo de ropa en un bolso. Antes de marcharse Valeria le advirtió que si se iba, mejor que no volviera nunca más. Fue el último episodio de violencia que vivió con el padre de sus tres hijos. El último de una larga lista durante 10 años. Ya no estaba dispuesta a tolerar ni uno más.

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Cuando Valeria  era una quinceañera, solía ver a Leonardo junto a sus amigos en las fiestas que organizaba una conocida discoteca en Peñaflor.  “Siempre nos veíamos, pero nunca hablábamos”, recuerda mientras enciende un cigarrillo.

Peñaflor era una ciudad pequeña -todavía lo es- y todo el mundo se conocía. Poco tiempo después ambos coincidieron en otra fiesta. “Yo andaba con una prima, nos teníamos que ir y él se ofreció a irnos a dejar. Fuimos caminando. Él tenía 19 y yo 16”, recuerda Valeria. 

Por esos años Valencia estaba alejado del fútbol. Había sido cadete en Universidad de Chile y había jugado a préstamo de Deportes Melipilla. Con un inicio de carrera incierto, terminó trabajando en la ferretería Franitasol de Peñaflor. Según comenta Rosa Valencia, pariente de Leonardo, trabajó durante seis meses hasta que lo volvieron a llamar de un club. 

– Lo conocí justo en ese tiempo, en su peor momento futbolístico–, asegura Valeria.

Leonardo siempre la iba a dejar a su casa, conversaban y se reían harto. Como ella era menor de edad, se veían a escondidas en un paradero. Su familia terminó por aceptar la relación y al poco tiempo lo volvieron a llamar de la Universidad de Chile, le ofrecieron contrato y le pidió a Valeria que vivieran juntos.

– Él habló con la Tere, mi abuela. En ese momento yo iba al colegio y él me dijo que dejara de ir, que él me iba a dar de todo. Yo era niña, así que le dije chao al colegio – recuerda.

La pareja vivió en la casa de una hermana de Valencia. Valeria recuerda que lo primero que él compró fue una cama de dos plazas y que al cuarto mes de convivencia quedó embarazada. Luego se fueron a vivir donde la mamá del jugador, pero Valeria se sintió incómoda y decidieron trasladarse a la casa de la madre de ella en Talagante.

En la semana Leo se levantaba temprano y partía en micro a los entrenamientos con la Universidad de Chile. Apenas regresaba, le pedía a Valeria que le contara lo que había hecho en el día. Fueron los primeros atisbos de una brutal celopatía y el comienzo de las agresiones en contra de su pareja.  

La primera vez que le levantó la mano, recuerda Valeria, fue después de ir al supermercado con su hermano menor. Cuando regresó, él la estaba esperando afuera de la casa y la increpó duramente porque, supuestamente, ella andaba mirando a otros hombres. A continuación, “me pegó y me metió para la casa”. “Qué te crees que no me avisas”, le recriminaría él después.

– Mi hermano que era chiquitito, se asustó, salió corriendo y se escondió en la pieza. Adentro le dije al Leo: «oye me pegaste y estoy embarazada”– recuerda. 

Valeria presentó su primera denuncia en contra el padre de su hijo el 18 de julio del 2011 en la comisaría de Talagante. Asegura que un carabinero le aconsejó que no hiciera nada, que esas cosas pasaban y que hasta llegó a creer que su pareja tenía poder sobre ella. Valencia finalmente se fue de la casa y comenzó a jugar en Unión La Calera. Lentamente fueron retomando la relación. Él le llevaba frutas y leche y comenzó a insistirle que volvieran a estar juntos.

-Me decía que era lo mejor para el niño y que me amaba. Me acuerdo que viajaba todos los días a las 5 de la mañana. Cuando mi hijo nació empezó a presionar a la gente del club para que le pusieran una casa y eso hicieron. 

Valeria llegó a La Calera con su primer hijo recién nacido. Quería comenzar de nuevo y olvidar los malos ratos que vivió durante el comienzo de su relación. La tregua duró apenas un par de  semanas. 

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Enclaustrada. Así se sentía Valeria en su nueva casa, ubicada en calle Lautaro, en pleno centro de La Calera. Allí pasaba gran parte del día, sin siquiera poder salir a comprar.  “No me dejaba, siempre tenía que ir con él y para no tener atados le decía que bueno”, cuenta.

– Siempre tuve miedo a que se fuera a enojar por algo. Vivía con el temor de molestarlo, me sentía culpable y en deuda con él. Pensaba, en mi ignorancia, que las señoras de futbolistas no salen. Mi vida social se limitaba a él y a ser mamá.

Valeria asegura que Leonardo no le permitía tener contacto con otras esposas de futbolistas, pese a que ellas en ocasiones la visitaban. Recuerda que llevaban vidas muy parecidas a la suya y que cuando Leo se enteró que conversaban, le prohibió juntarse con ellas. “Son todas maracas”, le habría dicho.

La situación familiar se hizo insostenible el viernes 16 de marzo del 2012, en la previa del partido entre Unión La Calera y Universidad Católica en Quillota. Como Valencia  debía concentrar con el equipo y se ausentaría de la casa durante el fin de semana, decidió dejar a Valeria encerrada con llave, luego de comprar mercadería suficiente para que no saliera de la casa

–¿Cómo me vas a dejar encerrada?, imagínate si hay un temblor o un incendio cómo salgo. La casa está llena de protecciones– le respondió ella. 

Valeria recuerda que empezó a gritar, hasta que un vecino saltó la pandereta para socorrerla. Era un carabinero. Luego de contarle lo que pasó, el policía corrió en busca de Valencia. Lo encontró en una esquina esperando un colectivo y le pidió las llaves de la casa, amenazándolo que si no lo hacía se lo llevaría detenido. 

–El Leo abrió la puerta. Justo en eso llega Lucas Giovinni (otro jugador), habla con el carabinero y le dice vos sabes cómo están de locas las minas, por eso hay que dejarlas encerradas. El carabinero me defendió, le dijo que no había excusa. Ahí ellos pescaron sus cosas y se fueron– cuenta Valeria.

Consultado por este medio, el ex arquero de La Calera, Lucas Giovini, niega haber presenciado este hecho. “La verdad me da un poco de pena que me nombre a mí porque realmente no estoy al tanto de esa situación. Yo al Leo lo conozco desde esa época, estoy al tanto de los audios que ella ha subido, pero no sé mucho de su relación”, dice.

La noticia fue un escándalo en La Calera. Valencia pasó de las páginas deportivas a la primera plana de la crónica policial. “La pareja comenzó a tener una discusión, motivada por un problema de celos. Fue en ese instante que el futbolista le habría propinado un golpe en el rostro y, luego, en otras partes del cuerpo”, detalló la nota publicada en el Observador de Quillota.

Emiliano Astorga, técnico de Unión La Calera por esos años,  asegura que no recuerda el episodio: “Era muy cabro cuando llegó a La Calera (Valencia). Yo te prometo que no recuerdo esa situación”.

Quien sí recuerda el caso, es el ex Presidente de La Calera y dirigente del club en esa época, Sabino Jadue, tío del expresidente de la ANFP Sergio Jadue, quien admite no haber tomado ninguna medida. “Él siguió jugando sin ningún problema, el técnico nunca nos citó a los dirigentes por el problema. En esos años el Leo estaba recién empezando”, señala. 

Efectivamente el club no tomó ninguna medida con respecto a Valencia. Dos días después de la agresión, en Quillota, Unión La Calera derrotó 1-0 a Universidad Católica. Leonardo Valencia ingresó en el minuto 72.

Valeria recuerda que tras el hecho, su abuela Teresita partió a buscarla a La Calera. “Me llamó la pareja de un carabinero, contándome que mi nieta estaba sufriendo mucho porque su pareja la había dejado encerrada. Yo partí al tiro(…) Después de eso la Valeria estuvo dos meses en mi casa. Estaba muy triste porque tenía a su niño pequeño, no salía a ningún lado. Él era muy celoso, no le gustaba que la miraran ni nada”, afirma. 

Valeria recuerda que con el paso de los días Leonardo regresó a buscarla. “Me volvió a insistir para que volviera. Mi abuela sabía que lo quería harto porque era el papá de mi hijo y que tenía ganas de seguir una vida con él”, recuerda. “Yo veía que en el ambiente del fútbol las señoras duraban toda la vida con los hombres y yo quería ser una de ellas”, explica. 

Al final lo perdonó y volvió a La Calera con su hijo recién nacido. Alcanzaron a estar pocos meses, hasta que Leonardo fue fichado por Palestino. La denuncia por violencia intrafamiliar, estampada meses atrás por Valeria, terminó sin sanciones luego de que la Fiscalía local decidiera no perseverar. 

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Luego de su traspaso a Palestino, la situación económica de Leonardo Valencia mejoró considerablemente. Según relata Valeria, su representante de aquella época gestionó un crédito con el que compraron una casa en Peñaflor. Si bien ahora tenían una vivienda nueva, la vida privada se mantenía igual que antes.

–No fue mucho el cambio. No veía a mi familia y todos los días era la misma rutina. Él llegaba a la casa, estábamos todo el día juntos y los fines de semana cuando tenía libre salía a carretear porque, según él, se sacaba la mugre entrenando durante la semana. 

Valeria asegura que es poco frecuente que jugadores de fútbol vayan a fiestas junto a sus parejas. A ella, cuenta, jamás la invitó. “Es muy raro que salgan con sus parejas a las discos. Siempre van solos y las señoras se quedan en la casa. A mí me gustaba salir a bailar y todo eso lo perdí”, agrega.

En el año 2013, Valeria recuerda que Leonardo la invitó a ella y a su mamá a un partido de clubes de barrio, un clásico entre el San José y el Torino, donde jugaban varios familiares del futbolista. Las mujeres se sentaron en la galería a observar el partido. En eso estaban cuando aparece Valencia y la increpa: “que estai mirando a hueones, por algo estai cagá de la risa con tu mamá”.  

Para evitar un “show”, Valeria le pidió que se fueran. Recuerda que se subió en la parte trasera de la camioneta y que comenzó a recibir insultos por parte de su pareja. “Me decía que me había visto de lejos, que era una maraca, hasta que al final explotó, me empezó a golpear y me bajé llorando del auto con mi hijo que tenía dos años”.

Valeria cuenta que algunos vecinos pudieron socorrerla, antes que su pareja huyera en  la camioneta. Dice que le pusieron una cerveza fría en la cara para bajar la hinchazón.

Consultados por este medio algunas vecinas, que solicitaron resguardo de identidad, confirman el episodio: “Toda la comunidad aquí lo vio. Pasaron muchas cosas, además de esa. Una vez tiró un televisor por la ventana, los gritos se escuchaban seguido. En el barrio todos saben que es violento”, dice una de ellas. 

A propósito de este hecho, Valeria estampó una tercera denuncia, sin sospechar que poco tiempo después sería nuevamente agredida por su pareja. Los episodios de violencia fueron subiendo en intensidad. 

–Después me volvió a pegar en la casa, ahí me empujó, me pateó, me tiró el pelo, yo me caí de la escalera. Fui al hospital a constatar lesiones. Estaba como enfermo, cuando me pegaba me decía «ahora denunciame con ganas, ahora acúsame». Él estaba enojado porque lo denuncié, sentía que lo había traicionado. Después de golpearme se fue y ahí volví a denunciarlo. 

La golpeó, en el rostro, ocasionándole lesiones de carácter médico leve, consistentes en  lesión contusa en zona malar lateral izquierda, eritematosa, con leve aumento de volumen, según el  dato de atención de urgencia, fecha 27 de octubre de 2013, del Hospital de Peñaflor”, se lee en la documentación judicial por este último hecho en el que el Ministerio Público solicitó una pena de 540 días de presidio menor en su grado mínimo.

Por estos dos episodios de violencia intrafamiliar ocurridos en el 2013, Leonardo Valencia fue sentenciado a penas de 41 y 61 días de presidio menor en su grado mínimo. Para ambos hechos, el tribunal otorgó penas sustitutivas. Valencia zafó de prisión, pero el tribunal decretó prohibición absoluta de acercarse a la víctima por un año.

Esta prohibición, sin embargo, no se cumplió. 

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Tras una temporada en Palestino, Valencia fue enviado a préstamo a Santiago Wanderers en el año 2014. Para entonces el tribunal de familia había decretado el pago de una pensión alimenticia de $400 mil pesos. Valeria cuenta que, pese a tener una orden de alejamiento en contra de su expareja, su hijo mayor visitaba a su padre por intermedio de la hermana del futbolista, quien acudía los fines de semana a buscarlo

– A veces se quedaba con ellos en Peñaflor o lo llevaban a Viña para que fuera a verlo. Mi hijo tenía cuatro años. Se volvía loco con el papá, porque igual era cariñoso– recuerda. 

En esa época Valeria comenzó a trabajar los fines de semana como barwoman en una discoteque de Peñaflor. Dice que pese a que no le depositaba el dinero de la pensión, se sentía libre. “Era feliz trabajando”, agrega, hasta que una noche Leo llegó  al local. 

–Yo le dije a mi jefe que no lo dejara entrar. Él podía ir a cualquier disco, pero iba a esta. Mi jefe me decía que no podía hacer nada, porque él consumía mucho y le daba mucha ganancia. Iba con sus amigos y le compraba tragos a todos. 

Luego de esos acercamientos, la pareja terminó juntándose otra vez. Valeria dice que le cuesta explicar por qué razón regresó con su agresor: “Era difícil para mí, no sabía cómo decirle que no, y yo misma pensaba: no estoy con nadie, no me interesaba buscar una relación porque pensaba que todos iban a ser igual. Pero volvimos”. 

Cuando expiró el préstamo, Leonardo Valencia no sólo retornó a Palestino, sino también a vivir con Valeria y sus hijos en Peñaflor. El regreso le brindó estabilidad y eso se notó en su rendimiento: terminó como capitán del equipo y comenzó a tratarse con un psicólogo del club. Fue un periodo sin grandes sobresaltos. Valeria quedó embarazada de su segundo hijo. “Pensaba que había cambiado”, cuenta. 

Tras su buen rendimiento, Valencia fue transferido a la Universidad de Chile donde no logró consolidarse. El 2016 volvió nuevamente a Palestino, jugó la Copa Sudamericana y clasificó a cuartos de final del torneo. Leonardo fue la figura del equipo -anotó cuatro goles-, su rendimiento también fue reconocido en el plano local, de hecho, la revista El Gráfico lo premió como el mejor volante creativo del campeonato chileno. 

El ascenso en su carrera coincidió con su acercamiento a la banda de narcotraficantes denominada Los Risas, liderada por los hermanos Toloza- García. Valeria recuerda que Leo los empezó a visitar en sus casas, luego que otro jugador del club se los presentara, coincidiendo con nuevos y más intensos episodios de violencia en el hogar. 

Un día llegó con una pistola a la casa y me la puso en la cabeza. Me quería matar, mi hijo le gritó que no, ahí él bajó la pistola. Eso no lo denuncié porque tenía miedo que me fuera a matar. En esa época peleábamos porque yo le reclamaba que salía mucho. Le decía que se hiciera cargo de su familia, que dejara de salir con ellos, yo le daba consejos en buena y él se emputecía.

El subcomisario René Camilo de la PDI, quien lideró a investigación que culminó con la detención de los Los Risas, cuenta que “durante la investigación se estableció la existencia de un vínculo de amistad entre los hermanos Toloza García y el futbolista Leonardo Valencia, por cuando se conocían del barrio donde crecieron, sin existir una vinculación relacionada con los delitos por los cuales fueron detenidos”.

Valeria asegura que la amistad de su pareja con los integrantes de una de las bandas de narcotraficantes más conocidas del sector sur de Santiago, la hizo desistir de entablar nuevas denuncias. Varias veces, asegura, él la amenazó dando a entender la influencia de sus nuevos amigos. 

Pensé que me podía matar porque la pistola tenía balas. La cargó frente a mí. El temor era total– dice. 

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Leonardo Valencia fue convocado a la selección para participar en la Copa Confederaciones a principio de junio del año 2017. En esa misma fecha, asegura Valeria, él la dejó. “Quería estar solo y terminó conmigo. Yo me quedé en la casa de Peñaflor”, cuenta.

Cuando Valencia regresó de Rusia, llamó a su expareja para contarle que se iría a jugar a Brasil. Su nuevo representante, Fernando Felicevich, lideró las negociaciones para que el futbolista fuese contratado por el poderoso Botafogo. Los trámites para que pudiese jugar en el club, se vieron entrampados por la causas judiciales de violencia intrafamiliar que hicieron demorar la obtención de su visa de trabajo.

Leo Valencia.

Estando Leonardo solo en Brasil, le pidió a Valeria que lo acompañara, ofreciéndole enviarle los pasajes para que viajara con los niños. No se habían visto en cuatro meses y decidieron intentar estar juntos una vez más. Las concentraciones eran más intensas, ella se quedaba con los niños en la casa y luego de cuatro días Leo regresaba a descansar. Allá nació su tercer hijo. Al poco tiempo, cuenta Valeria, regresaron los maltratos

–Un día se enojó y me tiró un Nintendo Wii en la cabeza. Yo me agaché y él hizo un hoyo en la pared. Antes de eso, también me quebró el teléfono, me pateó en el suelo, me sacó la cresta y media. Eso fue un día antes de viajar a Chile de vacaciones por dos semanas. Recuerdo que el chofer que teníamos me dijo que no lo denunciara. 

Consultado por este episodio, el exchofer de Leonardo Valencia -desde Río de Janeiro- cuenta que trabaja con muchos futbolistas y que prefiere “no participar porque puede ser muy malo para mí”.

Durante su estadía en Brasil, el futbolista fue visitado por integrantes de la banda Los Risas, según señala el Subcomisario René Camilo: “ Los hermanos Toloza García (Angelo y Alejandro), en el 2019 viajaron por vacaciones a Rio de Janeiro, donde visitaron al jugador”.

Sobre este episodio, Valeria comenta que llegaron al menos 15 personas en un avión.

“El Leo les pagó el hotel y estuvieron alrededor de una semana”, cuenta. 

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Cuando Leonardo Valencia comenzó con las negociaciones para volver a Colo Colo, Valeria se opuso rotundamente. Sabía que llegando a Santiago volvería a lo mismo. “Lo primero que hizo fue irse de carrete y dejarme sola. Ahí me separé y me fui a vivir con mi hermano”, dice. 

Valeria se instaló de allegada en una pieza junto a sus tres hijos. Era tanta la incomodidad -todos se repartían en una cama y un colchón inflable- que decidió llamar a Fernando Felicevich. “Él me dijo que iba a solucionar todo. A los cinco minutos me llama de nuevo y me dice: “mañana te vas al Marriot con tus niños”, recuerda.

Una vez instalada en una de las suites, Valeria asegura que comenzó a recibir mensajes amenazantes de Claudio Lagos, quien trabaja para Fernando Felicevich en Chile: “A los tres días me empieza a llamar pidiéndome que aceptara a Leo en el hotel o que si no lo iba a dejar de pagar y que me quedaría en la calle. Tuve que aceptarlo”, dice. El Desconcierto se comunicó con Fernando Felicevich y Claudio Lagos, pero ninguno de los dos aceptó contrastar la versión de Valeria.  

Gabriela Mesías, ex garzona del hotel, recuerda la estadía de la pareja en el Marriot: “Yo trabajé todo el tiempo que ellos estuvieron acá. A ella se le notaba que lo estaba pasando mal, una vez le vi moretones en el brazo. Siempre tenía cara triste y trataba de esquivar a don Leo”. Valeria agrega que en el hotel fue agredida en varias ocasiones.

A principios de este año -una vez que la casa de Calera de Tango estuvo habitable-  la pareja abandonó el hotel en Las Condes. Valeria recuerda que nadie le pidió su opinión respecto a la decoración de su nuevo hogar. “No elegí nada, ni las cortinas, ni un mueble. Todo lo hicieron todos los representantes”, dice. 

La pareja alcanzó a estar alrededor de un mes juntos, hasta que Leonardo se marchó luego de discutir con Valeria sobre la manera de educar a su hijo. Pocos días más tarde, ella presentó una querella por maltrato habitual en el Juzgado de Garantía de San Bernardo. La acción judicial fue declarada admisible el primero de junio y en ella se detallan parte de los tormentos que vivió durante los diez años que pasó junto al futbolista, entre ellos, una serie de amenazas recibidas por los representantes del jugador. “ (Ellos)  amenazaron a mi representada, diciéndole que manejaban Chile, que si los denunciaba nuevamente ellos iban a realizar todo para que no sucediera nada y que la dejarían en la calle junto con sus hijos”, se lee en el escrito.

En la querella, además, se detallan otros episodios de violencia cometidos una vez terminada la relación: “El demandado se enfurece y se va de la casa, llamándola posteriormente de manera telefónica, amenazándola con que la iba a sacar de la casa, que no le iba a dar absolutamente nada de plata para cubrir ningún tipo de gasto, la insulta diciéndole que es una ‘‘fea kl’’, que es una ‘‘loca kl’’, de ‘‘enferma kl’’, de ‘‘ctm’’, ‘‘que se meta las weas en la zorra’’, ‘‘que se comen el pico’’, entre otras. 

Según Valeria, tras la separación, Valencia llamó a su abuela para amedrentarla. Teresita al teléfono confirma este hecho: “Me decía todo lo que le iba a quitar a la Vale si no arreglaban las cosas por la buena. Dijo que la iba a echar de la casa, que ella no iba a tener ninguna oportunidad, que había muerto para él”

Luego del contacto con Valencia, Teresita se descompensó y sufrió una parálisis facial, la que fue diagnosticada el 21 de julio por el kinesiólogo Rodrigo Valenzuela. La mujer dice que su cuadro de salud tiene relación a su avanzada edad y el miedo que le provocó que las amenazas en contra de su nieta se materializaran.

Pese a la compleja relación por la que atraviesa la ex pareja, la mujer dice que también le gustaría destacar las cosas buenas de Valencia. “Él ha sido muy generoso conmigo. Me pagó una operación de cataratas, me invitó a Brasil unas cuatro veces. Con los niños también era amoroso(…) Pero yo creo que el es un celópata que nunca se ha tratado, si él se hubiese hecho los tratamientos como corresponde no habría llegado a lo que llegó”, asegura.

La semana pasada, Valeria decidió hacer público parte de las denuncias en sus redes sociales. Además de los episodios de violencia, la mujer realizó una grave acusación en contra de su expareja, respecto al fallecimiento del excuñado del jugador, Diego Troncoso, quien perdió la vida en un confuso incidente durante la celebración del año nuevo 2019. 

Lo que ocurrió en realidad, fue que le ofrecieron dinero a Diego para tomarse una botella de Whisky, estaban bromeando, él aceptó el reto, después le ofrecieron dinero para tomarse una botella de tequila”, se lee en la publicación de Valeria. A continuación, asegura que le habrían dado droga (cocaína), haciéndole bullying y tratándolo como un payaso. “Fueron muy crueles”, escribió. 

Luego de la apuesta, Troncoso se habría desmayado, trasladándolo al hospital de Peñaflor, lugar donde intentaron reanimarlo, sin resultados positivos. El excuñado de Valencia terminaría falleciendo por un paro cardiorespiratorio.

“Hoy me dejas con el corazón en mil pedazos, me criaste, me enseñaste a caminar y siempre estuviste a mi lado como mi papá, un abrazo al cielo, siempre en mi corazón tatita”, escribió Valencia al otro día en su perfil de Instagram.  

Sobre las acusaciones publicadas por Valeria en sus redes sociales, Jesús Troncoso, hermano del fallecido, señala que ha conversando con su hermano mayor y que esperan juntarse con Leonardo para salir de dudas. “Por la autopsia de mi hermano sabemos que no falleció por terceros, pero cuando ella sacó a relucir todo, nosotros nos preguntamos qué fue lo que sucedió ese día. Leonardo estuvo con él esa noche, así que tenemos que verlo directamente con él”, advierte. 

Sobre una eventual denuncia formal, Jesús asegura que todavía no lo tienen claro, porque cuando “remuevan los huesos de tu hermano, que lleva prácticamente un año fallecido, es todo muy complicado”. 

Valeria, en su casa en Calera de Tango, reconoce que los hechos dados a conocer en el caso de Antonia Barra la impulsaron a denunciar y hacer pública su historia. Asegura que tras las publicaciones no la han llamado desde la ANFP, ni tampoco de Colo Colo. 

Consultada por este medio sobre la existencia de algún protocolo sobre violencia de género en el fútbol chileno, la ANFP se limitó a expresar que lo estarían desarrollando, o sea, que en rigor no existe. En el caso de Colo Colo, sólo el club social respondió a nuestros requerimientos, señalando que hace un año solicitaron a la directiva que elaborara un documento pero que hasta la fecha no han tenido respuesta. Sobre las acusaciones expuestas en este reportaje, ni el club ni Leonardo Valencia, respondieron a los requerimientos solicitados por este medio. 

Agencia Uno

Hasta ahora, reconoce Valeria, el único organismo que le ha ofrecido ayuda es Servicio Nacional de la Mujer. También mujeres anónimas y al menos cinco esposas y ex parejas de futbolistas que han pasado por situaciones similares.

–Me dicen que están viviendo lo que viví yo. Que algunos son súper violentos y que es bueno que yo haga esto porque al fin se van a dar cuenta que estar con un futbolista no es la gran cosa. Porque todo el mundo piensa que estar con ellos es como ganarse el loto, pero no es así. Algunas de ellas incluso son parejas de futbolistas muy conocidos, de esos que siempre están en la Selección, los que ganaron la Copa América.

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