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¿Dónde están los pingüinos?

Por: Rodrigo Pérez | Publicado: 21.08.2020
¿Dónde están los pingüinos? |
A los «pingüinos» no nos queda más que trasladar (tal como las injusticias se trasladaron) nuestras herramientas de organización política a los territorios, a las juntas de vecinos, a las asambleas territoriales o a cualquier orgánica establecida y por establecer en sus barrios. No podemos seguir cubiertos por un manto de ficción que oculta las pésimas condiciones que los y las jóvenes viven en sus casas y el nulo acceso a las plataformas que muchas niñas, niños y adolescentes les quedó corto como solución.

Comienza, en muchas comunidades educativas, el segundo semestre escolar; en un año de pandemia internacional, crisis económica y sanitaria que ha relegado el preocupante problema de la escolarización en Chile a un segundo plano, aunque sea imposible desconocer las evidentes consecuencias que esto ha generado en nuestro país.

Soy un convencido de que la educación es la «madre de todas las batallas»’. Como decía Paulo Freire, «la educación no cambia el mundo, cambia a las personas que cambiarán el mundo». La importancia de robustecer el modelo educativo y erradicar la obscena desigualdad de condiciones entre la educación privada y la pública son pilares para avanzar hacia una sociedad con valores, con menos injusticias sociales y, desde luego, hacia una sociedad propositiva que encamine nuestro país a soluciones democráticas.

Desde esta óptica, la importancia del movimiento estudiantil radica en visibilizar dichas injusticias sociales pujadas por el analfabetismo educativo. Esto, a través de distintas herramientas, como lo son Centros de Estudiantes, asambleas, coordinadoras o cualquier mecanismo de organización política. Aquellos mecanismos hoy se ven imposibilitados de participación y fuerza representativa, producto de las clases on-line y el -prácticamente- nulo acceso de los estudiantes a una buena comunicación y aprendizaje. Sin embargo, si las herramientas que antes poseía el movimiento estudiantil hoy no las tiene, debemos ser enfáticos en que sigue siendo necesario visibilizar la precariedad y desigualdad que sostiene el sistema educativo. Mucho más hoy.

Ante ese escenario, a los pingüinos no nos queda más que trasladar (tal como las injusticias se trasladaron) nuestras herramientas de organización política a los territorios, a las juntas de vecinos, a las asambleas territoriales o a cualquier orgánica establecida y por establecer en sus barrios. No podemos seguir cubiertos por un manto de ficción que oculta las pésimas condiciones que los y las jóvenes viven en sus casas y el nulo acceso a las plataformas que muchas niñas, niños y adolescentes les quedó corto como solución.

Propositivamente, considero que es necesario ‘democratizar’ la educación en tiempos de pandemia; la realidad nos suplica que equiparemos las condiciones de aprendizaje y reinventemos tanto la malla curricular como la forma de aprender. Para ello, se hace necesario que los medios de comunicación masivos se hagan cargo del poderoso rol que cumplen en la sociedad: informar y enseñar. Ya no dando espacio a tanta farándula y banalidades, sino más bien dotando de contenido sus programas y, de la mano con el Ministerio de Educación, emitir por sus plataformas audiovisuales, de forma didáctica, el plan de estudio de los distintos niveles un día a la semana. Las autoridades no pueden obviar que aquellas comunidades al alero de los municipios y del Estado, han recibido efectivamente el servicio educativo gracias a sus propuestas, ya que no es ni la mitad.

Para finalizar, enfrentar este segundo semestre es, básicamente, volver a generar el tejido social que se arrebató en dictadura, participar activamente de las discusiones que puedan darse en sus comunas, y esperar que el Estado entregue mayor financiamiento a la educación, además de reinventar y democratizar su propuesta educativa en tiempos de pandemia.

Si el aula de clases normal era una sala con pupitres mirando al frente; en tiempos de pandemia es la propia sociedad, las propias poblaciones, los propios barrios. Entonces, el desafío de la educación es propiamente mucho más complejo.

Rodrigo Pérez