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Opinión

Cruces feministas: patriarcado y raza

Por: Pilar Villanueva | Publicado: 02.09.2020
Cruces feministas: patriarcado y raza Santiago, 8 de marzo de 2020 | Foto: Emilia Duclós
Hablo de una lucha feminista antirracista que no siga reproduciendo estos enfoques sólo centrados en el género, sino que también contemple aspectos de clase, de sexualidad y, sobre todo, de raza, que es lo que ha estado más invisible en la discusión, práctica y lucha, tal como nos han hecho ver las organizaciones/colectivos de mujeres afrodescendientes en Estados Unidos y ahora también en Chile.

En 1970 se creó en Estados Unidos una de las primeras revistas feministas, que pasó a ser hasta ahora la más larga de su tipo: Off Our Backs. Estuvo vigente hasta el año 2008 y el comité editorial contaba con mujeres blancas, de color, afrodescendientes y del movimiento LGTBQ+. Esta revista tenía por objetivo crear un paraguas para difundir la pluralidad de las luchas feministas y, por ende, tenía también un carácter internacionalista. Su objetivo era difundir no sólo lo que pasa en la realidad local, sino también las luchas de mujeres del “tercermundo” –categoría que ha sido utilizada para imponer una economía colonialista–, de mujeres afrodescendientes, campesinas, de mujeres lesbianas y de color.

En el número de 1987 de esta revista, apareció una columna sobre la lucha feminista y anti dictatorial del Movimiento de Emancipación de la Mujer Chilena 83 (MEMCh 83). Esta columna está firmada por la CODEM y se titula Chilean Women Fight Fascism (“Mujeres chilenas luchan contra el fascismo”). Se rescata la lucha de las integrantes del MEMCh 83 contra la dictadura militar de Augusto Pinochet, y la forma en que este movimiento aunaba a mujeres profesionales, trabajadoras, campesinas y “who in Latin America are called pueblo” (que en Latinoamérica se considera el pueblo), citando las palabras de la revista.

Tanto las memchistas, como el comité de Off Our Back, abogaban por la creación de una plataforma que uniera a las mujeres mediante un feminismo popular. Sin embargo, esto se logró sólo parcialmente, ya que ambos espacios presentaron conflictos en cuanto a la conversación sobre raza. De hecho, en diciembre de 1986, ya había aparecido otro artículo sobre la lucha de las memchistas chilenas en la revista Off Our Backs. Esta columna destacaba las declaraciones de Paulina Weber Ubilla, que en ese entonces era la coordinadora de MEMCh 83. Paulina apuntaba al carácter pluralista y popular de esta plataforma, que incluía “mujeres chilenas desde distintos contextos –ricas y pobres; mayores y jóvenes; intelectuales y analfabetas– trabajando para crear un movimiento de mujeres unificado”. Así, el reconocimiento de las mujeres chilenas afrodescendientes o una referencia relacionada a aspectos de raza era nulo.

A pesar de que en Chile ha existido históricamente una población afrodescendiente, las mujeres afrodescendientes no participaban de estos espacios de organización feminista o no tenían visibilidad, por aspectos territoriales colonialistas y de racismo estructural. Por esta razón, temas relacionados a las condiciones políticas, sociales y materiales particulares de las mujeres afrochilenas no se trataban, en comparación a los elementos de clase que sí estaban el centro de su accionar. De igual manera, si bien la plataforma reconocía la participación de mujeres mapuche en encuentros como la Primera Conferencia Nacional organizada por estas mismas, los problemas relacionados al racismo hacia las poblaciones indígenas tampoco eran ampliamente discutidos.

En 2000, en Estados Unidos se produjo un quiebre importante en el comité editorial de Off Our Backs, debido a tensiones raciales similares. Una mujer afroamericana, ex miembra del comité editorial, sacó una columna en su blog personal, denunciando el comportamiento del resto de las editoras –en su mayoría blancas– al no considerar elementos raciales en el contenido de la revista. «Han sostenido que todas las opresiones son consecuencia del patriarcado y, por lo tanto, centrarse en algo que no sea la supremacía masculina global está fuera de tema o una distracción o es divisivo de La Hermandad”, escribió Celie, acusando la conducta de las editoras que se llamaban “feministas radicales” mientras perpetuaban estructuras de violencia racista.

Lejos de estigmatizar o menospreciar los avances que ambas organizaciones hicieron en sus respectivos territorios, teniendo en cuenta el gran trabajo de oposición a la dictadura de las memchistas y la discusión antipatriarcal de las mujeres de Off Our Backs, rescato estos escenarios a modo de un aprendizaje que señala hacia dónde debemos movernos si queremos pensar una lucha feminista antipatriarcal, antirracista y anticolonial. Hablo de una lucha antirracista que no siga reproduciendo enfoques sólo centrados en el género, sino que también contemple aspectos de clase, de sexualidad y, sobre todo, de raza, que es lo que ha estado más invisible en la discusión, práctica y lucha, tal como nos han hecho ver las organizaciones/colectivos de mujeres afrodescendientes. La activista afrochilena Wielka Aspedilla se refiere a esto y en una entrevista publicada en Negradas (Negradas Blog) y afirma: “Chile es, lamentablemente, un país en extremo racista, al que le incomoda hablar del tema. El sistema educacional y la prensa contribuyen fuertemente a que sea así. Como mujeres afrochilenas, por ejemplo, hemos tenido que autoeducarnos respecto a las luchas de resistencia que ha habido en los distintos territorios de la diáspora“.

En ese sentido, podemos ver un avance en la articulación del feminismo popular en Chile, donde plataformas feministas amplias como la Coordinadora Feministas en Lucha o Coordinadora 8m, se organizan en conexión con los colectivos/organizaciones de mujeres afrochilenas y de la diáspora. La activista afrocolombiana (residente en Chile) Paola Palacios dice al respecto: “Vamos en un camino positivo y acertado”(Radio JGM), pero reconoce que aún hay mucho por hacer, sobre todo en términos de sacar descentralizarle del ámbito puramente universitario. La razón es que “ser una universitaria es vivir una realidad con determinados privilegios”, afirma Palacios.

El contexto en los Estados Unidos comparte algunas características, en cuanto a que ciertas organizaciones abogan por una solidaridad que intercepte clase, raza, género y sexualidad. Sin embargo, debido a la altísima criminalización y violencia estructural racista que impera en la mayoría de la población, incluyendo hombres y mujeres, esta solidaridad sigue siendo minoritaria. Debido a la pluralidad de las experiencias de mujeres y personas trans/no-binarias racializadas, podemos encontrar grupos de organizaciones con distintos actores y objetivos. Por eso en este país, más que hablar de “feminismo popular”, se habla de feminismos negros –donde la colectiva Río Combahee es pionera– y, por otro lado, de los “feminismos de color”, impulsados por mujeres del sur global habitando territorios imperialistas como Estados Unidos.

La existencia de una plataforma que aúne a las feministas, a la vez que priorice los aspectos de raza tanto como los de clase, género y sexualidad, es primordial para intervenir las estructuras de poder enraizadas en las condiciones materiales, sociales y culturales de la sociedad. Al mismo tiempo, la pluralidad de organizaciones y feminismos es igual de importante. Habitar distintos territorios y cuerpos genera que tengamos distintas experiencias, por lo que nuestra capacidad de comprender las experiencias de otras mujeres racializadas será limitada en el contexto de una sociedad jerarquizada en distintos niveles.

Por ejemplo, en mi caso, al habitar un cuerpo blanco-mestizo, no me es posible comprender en su totalidad la experiencia de las mujeres racializadas, sin embargo, sí puedo escuchar, aprender y colaborar con la transformación de esa sociedad. Participar, colaborar y apoyar su lucha, es contribuir con la transformación social hacia la libertad de todos y todas. Tal como las integrantes de la colectiva Río Combahee señalan: “Si las mujeres negras fueran libres, significaría que todos los demás tendrían que ser libres, ya que nuestra libertad requeriría la destrucción de todos los sistemas de opresión”.

Pilar Villanueva