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Opinión

Memoria es futuro

Por: Catalina Pérez y Marcela Sandoval | Publicado: 11.09.2020
Memoria es futuro | FOTO: Fernando Ramírez
Tanto la UP como el momento constituyente que el pueblo chileno comenzó desde el 18 de octubre pasado, son fruto de un largo proceso de movilización social. La historia nos habla de un país que vivió la politización y movilización de los campesinos, pobladores, mujeres, estudiantes y trabajadores, y que ese momento llevó al poder a una fuerza política que quería transformar radicalmente Chile.

Escribir sobre la conmemoración de un nuevo 11 de septiembre es siempre una tarea compleja y dolorosa. Según Tomás Moulián, la Unidad Popular (UP) “fue a la vez fiesta, drama y derrota”. El reciente aniversario número 50 de la victoria de Salvador Allende nos recuerda la fiesta y aviva nuestro ánimo constituyente, mientras el fatídico día del golpe militar hoy está en nuestros pensamientos como la mayor expresión de la tragedia.

Tanto la UP como el momento constituyente que el pueblo chileno comenzó desde el 18 de octubre pasado son fruto de un largo proceso de movilización social. La historia nos habla de un país que vivió la politización y movilización de los campesinos, pobladores, mujeres, estudiantes y trabajadores, y que ese momento llevó al poder a una fuerza política que quería transformar radicalmente Chile.

Asimismo, la movilización experimentada en nuestro país, con sus dimensiones estudiantiles, socioambientales y feministas (entre muchas otras), ha desbordado y demostrado las grietas de la institucionalidad legada por la dictadura. Por otra parte, la innegable y profunda vocación democrática de la Unidad Popular, a contrapelo de la normalidad socialista de su época, se compara favorablemente a la oportunidad que hoy tenemos de crear democráticamente el primer pacto social a través del proceso constituyente.

Hoy, con todas sus dificultades, el sistema político fue capaz, gracias a la movilización popular, de ofrecer una vía de salida a la crisis terminal del modelo socioeconómico de la transición, impuesto de paso por quienes no tuvieron la misma deferencia democrática hace casi 50 años atrás.

Asistimos al último acto de recuperación de nuestra democracia tras 30 años de injusta transición, donde los proyectos políticos transformadores se debaten entre recetas tradicionales y la valentía de quienes perdieron el miedo. Asistimos a un nuevo 11 de septiembre donde la verdad, justicia y reparación sigue más presente que nunca y donde a las víctimas de dictadura sumamos víctimas en democracia. Experimentamos la crisis del neoliberalismo extremo con niveles de desigualdad de comienzos de la Revolución Industrial, la incapacidad del sistema político internacional de hacer frente a problemas dramáticos como la crisis climática y ecológica y un auge nacionalista proto fascista preocupante.

El 11 de septiembre nos interroga desde sus semejanzas y diferencias con el momento presente del país. Así como la Vía Chilena al Socialismo fue una experiencia innovadora de búsqueda revolucionaria por la vía democrática, el proceso constituyente se instala como la posta de quienes esperamos terminar con el último legado del dictador y la continuidad de un ciclo de transformación que parte del 25 de octubre, pero nos interpela a, tal como planteó Salvador Allende el día de la “fiesta” de su victoria, “poner más pasión y más cariño para hacer cada vez más grande Chile y cada vez más justa la vida en esta patria.”

Catalina Pérez y Marcela Sandoval