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Opinión

A 25 días de la derrota de la FECh

Por: Jorge Egger y Allan Álvarez | Publicado: 13.09.2020
A 25 días de la derrota de la FECh Sede de la FECh (mural de STFI!) |
La FECh debe entender que no es la única orgánica en la universidad que se articula y que hace política, y sus estudiantes deben entender, también, que la refundación a partir de sus orgánicas está en sus manos. El desafío es reconstruir la federación y reivindicar el rol social de la Universidad de Chile. Somos personas privilegiadas desde el momento en que pisamos esta casa de estudios y ello nos exige un cambio de dirección.

La Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECh) es una institución que tiene más de 100 años de historia, pero su longevidad no es sinónimo de buena salud. 14,33% de participación electoral, de un universo de 31.837 electores, tuvo hace más de tres semanas la elección de sus representantes en la federación, dando lugar al quórum más bajo en su historia. Si bien el Tribunal Calificador de Elecciones (Tricel) señaló que no debía existir una Mesa Ejecutiva dada la falta de representatividad, el Consejo de Presidencias de Centros de Estudiantes (CDP) –instancia rectora en este momento– aún no logra zanjar esta situación pues tampoco tiene quórum.

En la convocatoria se presentaron varias listas. La más polémica fue Unidad Popular a la FECh, compuesta por 5 hombres (en la era feminista) de Ingeniería Comercial que lograron un diagnóstico controvertido, con las herramientas digitales suficientes, pero sin tener claridad de lo que hacían. El resultado fue adverso cuando se conoció el pasado ligado a movimientos de derecha de uno de sus integrantes. Finalmente fueron descalificados por una acumulación de más de 30 denuncias. El Frente Amplio apostó a la continuidad (desde 2012) y logró la primera mayoría. Por otra parte, la Juventud Comunista (JJCC) tenía sus rencillas internas entre candidaturas tratando de buscar unidad, para así enfrentar al gobierno de Piñera y lograr la independencia del Wallmapu. Había dos listas más que se definieron como independientes, bajo la consigna contraria a la participación de partidos políticos, donde sólo una logró integrar la mesa. También participó la Centro Derecha Universitaria.

Al menos dos fuerzas políticas relevantes dentro de la universidad decidieron restarse de la elección. La Juventud Socialista optó por dar libertad de acción a sus militantes en lugar de desgastar su capital político en una competencia, dado que el resultado era tremendamente predecible. Con estos antecedentes, prefirieron apostar a la refundación de la FECh. Por otro lado, el Vamos Construyendo -movimiento que se define de izquierda y revolucionario– invitó a “no votar” (justo en la misma elección en la que ellos no participarían), lo cual fue bastante mal recibido a nivel transversal. Su estrategia no es nueva; en la reciente elección del Centro de Estudiantes de Ingeniería Comercial no tomaron posición entre las dos listas que disputaban la mesa, lo que posibilitó que ganara la derecha (por 52 votos), quienes ahora integrarán el CDP.

¿Cómo se llegó a este escenario? Las razones son variadas y basta revisar las opiniones de estudiantes en redes sociales, o prestar atención a lo que se comentaba en los patios hace ya bastantes años para hacerse una idea. El primer factor es el plataformismo o, en palabras simples, el trampolín político que ofrece la presidencia de la federación. Este sentimiento es común en el claustro de la universidad y tiene un precedente; en 1993 se produjo el clímax de otra crisis organizativa estudiantil. Fue Álvaro Elizalde quien encabezó la FECh ese año y a los meses de terminar su mandato se integró al gobierno como asesor del ministro del Interior de la época; la opinión del conjunto de estudiantes de ese entonces coincidía con la actual. Este episodio recae como el segundo peor récord en baja participación.

Un segundo factor es la crisis de legitimidad institucional que atraviesa el país desde hace varios años. La Universidad de Chile, y en particular la FECh, no son ajenas a esta realidad. El descrédito de sus dirigentes, las denuncias que apuntan a la mala administración del presupuesto y un uso del mismo que resulta completamente descontextualizado de las necesidades de sus estudiantes, han aportado a restarle sentido al quehacer de la orgánica. Un buen ejercicio es preguntarle a alguien que estudie en la Chile “¿qué hace la FECh?”.

El tercer factor, y el más obvio, es el contexto sanitario que se está viviendo con el Covid-19, ya que una campaña online dificulta la cercanía y la relación humana de un(a) candidato(a) en una conversación normal. Es más fácil enterarse de una elección al ver una urna en un pasillo de la facultad que desde la casa.

¿Pero aquí terminan las responsabilidades? Hay un factor clave que no se ha mencionado, y es la actitud pasiva y desinteresada que estudiantes de la universidad han tenido respecto a la política. La crisis que hoy se vive también les exige una actitud distinta y a la altura del desafío. Esto se ve reflejado incluso en las sesiones de centros de estudiantes en los CDP, donde ni siquiera se alcanza el quórum. Hay tanto desinterés que varias fuerzas que no habían logrado victorias abultadas en centros de estudiantes por tener poca representación, alcanzaron el triunfo electoral, como es el Vamos Construyendo en FCFM, o la derecha en FEN.

Se entiende que hubo oportunidades para refundar la FECh durante estos últimos 9 años desde la Mesa Directiva, pero fueron desaprovechadas. No la van a levantar aquellos que usaron la federación como un trampolín político o para potenciar dirigentes nacionales de sus partidos, o para posicionar figuras políticas para futuras elecciones. Esto es no comprender la necesidad de una refundación ni tampoco entender la profundidad de la crisis, y en esto las y los partícipes en fuerzas políticas tenemos que hacer una gran y profunda autocrítica sobre qué estamos haciendo mal.

La única forma de llegar a este objetivo tan anhelado es desde sus estudiantes organizados, aquellos y aquellas que disputan la lucha social y educacional desde sus propios espacios, desde sus propios intereses y fuera del Consejo de Presidencias, desde sus propias disciplinas y autogestionadas inter-facultades. Cuando esto ocurra, habrá una orgánica y una voz en común esperando.

A partir de esto aparecen sugerencias como un nuevo sistema de votación para escoger un organismo colegiado con representantes de cada facultad que garantice consenso, mayoría y transversalidad, en lugar de una Mesa Ejecutiva. Surge la idea de abrir un mayor espacio a independientes que podrían limitar los personalismos dentro del mundo estudiantil. También la creación de un organismo disciplinario permanente de elección transversal (que regule las finanzas y la representatividad), además de fomentar la competencia local, y con ello la organización estudiantil.

Jorge Egger y Allan Álvarez