Avisos Legales
Opinión

Mis razones

Por: Marcela Hernando | Publicado: 17.09.2020
Mis razones Jaime Mañalich | Twitter @ministeriosalud
Yo no apoyé esta presentación por hacerme famosa o por unos minutos de televisión o por poner en jaque otras acusaciones constitucionales que se estudia presentar; la razón de concurrir con mi firma a este libelo tiene que ver -como lo he señalado- con razones éticas, morales y de convicción política.   

“Juro por Apolo médico, por AsclepioHigía y Panacea y pongo por testigos a todos los dioses y diosas, de que he de observar el siguiente juramento, que me obligo a cumplir en cuanto ofrezco, poniendo en tal empeño todas mis fuerzas y mi inteligencia…”.

Así juré como médico una brillante tarde de verano de 1986. La emoción que sentí mientras estaba parada junto a mis compañeros de generación es algo que pocas veces he vuelto a sentir en mi vida; tal vez solo comparable al momento en que nació mi hijo mayor y luego mis dos hijas.

No podía dejar de pensar en mis padres y en lo orgullosos que estaban; porque para ellos, personas de trabajo, humildes, ver a su hija de bata blanca y estetoscopio al cuello, era la culminación de un sueño inimaginable. Me fue bien en la prueba y tenía buen NEM, por tanto pude haber sido abogada, o ingeniera pero no habría sido lo mismo; como ellos me hicieron saber muchas veces a medida que los años iban haciendo lo suyo, con otra profesión me habría realizado yo, pero solo como doctora podía impactar de verdad en la vida de gente humilde como ellos, de gente que no tenía más remedio que confiar en su Doctor o Doctora.     

Tomar este juramento es considerado como un rito de pasaje o iniciación después de la graduación y previo al ingreso a la práctica profesional de la medicina, porque es el primer escrito ético relacionado con el compromiso que asumía la persona que decidía curar al prójimo; el compromiso del médico era actuar siempre en beneficio del ser humano, y no perjudicarlo.

Con esa convicción he trabajado toda mi vida. Me costó mucho verbalizar el juramento de Hipócrates porque tenía la garganta trabada por la emoción, cada palabra la dije con una convicción profunda y con los ojos llenos de lagrimas. Para mí, jurar, fue un compromiso con la vida y de por vida.

En esa lógica y con esas convicciones como guía de mi accionar político, concurrí con mi firma a la Acusación Constitucional contra el ex ministro de salud Dr. Jaime Mañalich.    

La misión del Ministerio de Salud está escrita -literalmente- en las paredes del edificio de Mac Iver: “Somos la institución que dirige y conduce a los actores sociales para el desarrollo de acciones que protejan y mejoren el estado de salud físico, mental y social de los habitantes, mediante el ejercicio de la rectoría del Sistema Nacional de Salud, con enfoque de promoción de la salud y prevención de la enfermedad…”

Esta no es la primera pandemia que azota al mundo, ni tampoco a Chile. Las recomendaciones internacionales sobre cómo enfrentar una pandemia han sido elaboradas con extrema rigurosidad y teniendo como base una enorme cadena de sucesos epidemiólogos ocurridos en distintos lugares del planeta. Hay experiencia acumulada que no se tuvo en consideración y aunque hay mucha información y aprendizajes todavía por procesar. “Lo que parece marcar la diferencia en la contención es si se implementa el plan y cuándo, y cómo se moviliza la APS para responder. Muchos factores contribuyen a la propagación y los resultados. Las respuestas importantes son, en primer lugar, limitar la entrada de COVID-19 a través de las fronteras, luego movilizar la atención primaria de salud, integrando los sectores de la salud pública y el Primer Contacto para mitigar la propagación y reducir la carga en los hospitales a través de medidas de higiene, distanciamiento físico, pruebas, clasificación y seguimiento de contactos”, dice un estudio internacional al respecto.

Además, y específicamente con respecto al coronavirus, no se puede olvidar tan rápidamente lo que estaba sucediendo en Europa desde hacía unos meses y las consecuencias de la no  aplicación de los protocolos recomendados por la OMS. Aquí se actuó con contumacia y los hechos han demostrado que el foco estaba puesto en los eventuales daños a la economía, demostrando una vez más que lo barato cuesta caro.

“Con enfoque de promoción de la salud y prevención de la enfermedad..”, reza la misión del ministerio. Pues bien, si algún epidemiólogo serio logra explicarme cuales fueron las medidas de prevención que aplicó el ex ministro estaré eternamente agradecida porque en lo que a mí respecta no vi ninguna: ¡Estamos en una meseta!, nos dijo en un momento en que los contagiados y fallecidos aumentaban en forma estrepitosa. ¡Estamos mejor que Argentina y Venezuela!, como si eso fuera parámetro de algo sanitario. ¡Compramos ventiladores en enero y estamos preparados!, como si fuese más seguro enfermarse que evitarlo. ¡Las medidas de trazabilidad están funcionando adecuadamente! Nunca dijo en qué país, porque en Chile no era. Y así sucesivamente.   

Ahora bien, podría considerarse como atenuante que el ministro no tenía conocimiento de que las instrucciones que daba eran incorrectas e irresponsables, pero no es así. Se le dijo por múltiples vías, se lo hizo saber la propia OMS a través de sus comunicados periódicos de seguimiento, el informe Ferguson era lapidario en sus estimaciones y el Colegio Médico, las sociedades científicas, parlamentarios, partidos políticos y su propio consejo asesor discreparon con él en más de una ocasión.

Pero el Ministro insistió y sigue insistiendo en defender lo indefendible.

Sin embargo, y sin antes haber analizado siquiera la situación o haber escuchado a profesionales del área, lo que se desata es una inusitada defensa corporativa a la cual se suman transversalmente personalidades de distintos sectores políticos, entre las cuales no podía faltar el el ex Presidente Lagos, quien temerariamente llegó incluso a asegurar que “el ministro se la jugó”. Y en alguna medida tiene razón; pero se la jugó por sus propias tesis y gracias a eso muchas familias hoy lamentan la pérdida de un ser querido, se la jugó por cumplir a cualquier costo la estrategia de gobierno. Pero los médicos no hacemos eso. Para los médicos lo primero son las personas y un ministro de Salud tiene por primera responsabilidad jugársela por la salud de sus compatriotas. En eso consiste nuestro juramento, entonces, con todo el cariño que le tengo al ex presidente Lagos, creo que él es un buen abogado y economista pero, en lo que a salud pública se refiere, su mérito es haber tenido la sabiduría de nombrar una buena ministra de Salud.

Otros colegas han ido más allá en sus (pre) juicios sobrepasando incluso los límites del cariño y la buena onda. Presentar esta acusación no es un “capricho” ni una “taimadura”, emitir un juicio de esa naturaleza no sólo es machista sino también irrespetuoso. Yo no apoyé esta presentación por hacerme famosa o por unos minutos de televisión o por poner en jaque otras acusaciones constitucionales que se estudia presentar; la razón de concurrir con mi firma a este libelo tiene que ver -como lo he señalado- con razones éticas, morales y de convicción política.          

Algunos han dicho que no tiene sentido, que  no es el momento, que esto arriesga el plebiscito. Sinceramente no veo que tiene que ver lo uno con lo otro. Somos 155 parlamentarios y por lo menos las mujeres, tenemos la capacidad de hacer más de una cosa a la vez. El plebiscito lo vamos a ganar y cada uno de nosotros va a hacer cuanto esté de su parte para que el triunfo sea lo mas arollador posible. Pero eso no excusa para dejar de cumplir nuestro deber en otras tareas que también son relevantes.

Ya es tiempo de hacernos cargo de las criticas que nos hacen las personas que decimos representar: En Chile, los políticos y en general los “poderosos” no pagan sus cuentas y siempre quedan impunes. Pues bien, yo no quiero más impunidad. Estamos hablando de más de 16 mil muertos, muchos de los cuales son producto de la negligencia de las autoridades de turno y no existe nada más importante que la vida. Estoy consciente que en la sala se puede perder o se puede ganar, pero por lo menos mis profesores, mis hijos, mi marido que ha arriesgado su vida respirando al lado del COVID durante meses y meses y, por supuesto, las personas que represento, podrán tener la tranquilidad de que cumplí con mi deber como médico, como diputada y como persona.

Marcela Hernando