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Abusos y suicidios: Cómo las Fuerzas Armadas y de Orden siguen reproduciendo la violencia al interior de sus filas

Por: Natalia Figueroa | Publicado: 18.09.2020
Abusos y suicidios: Cómo las Fuerzas Armadas y de Orden siguen reproduciendo la violencia al interior de sus filas Foto Archivo | Agencia Uno |
Como cada año, este sábado se televisará en cadena nacional una nueva versión de la parada militar. Un rito castrense que ha acompañado las fiestas patrias rindiéndole culto a las Fuerzas Armadas y de Orden. Sin embargo, los casos de violencia, intentos de suicidio y suicidios en el Ejército, abusos sexuales y maltratos contra funcionarias y funcionarios, son hechos que también integran el historial de estas instituciones altamente jerarquizadas que operan bajo lógicas patriarcales que reproducen la violencia en sus filas, como lo aseguran familiares de ex conscriptos y expertos en el tema.

El coronavirus obligó este año a modificar, en parte, la parada militar en estas fiestas patrias. Se cambió el lugar habitual del Parque O´Higgins por la Escuela Militar, se redujeron los asistentes y no habrá acceso al público. Pero el rito marcial permanece. Los canales de televisión, de igual forma, acordaron este sábado transmitirla en cadena nacional. En medio de esta preparación, el gobierno ha planteado la idea de declararla Patrimonio Cultural Inmaterial y ha remecido una fibra profunda y doliente en el país.

Soledina Carrasco, escucha esto y hace un silencio al otro lado del teléfono. El último año de su vida ha sido una lucha tormentosa contra el Ejército. Desde que su hijo Héctor Erices, de 23 años, se quitó la vida en junio del año pasado, no hay mes en que haya dejado de ir al regimiento de Logística n°3 Limache, en Renca. Una y otra vez ha insistido en que se resuelva el sumario sobre acoso laboral y malos tratos abierto después de la muerte de su hijo. Ella es categórica: “No fue necesario que ellos pusieran un arma para que esto ocurriera”.

A más de un año de su suicidio, ha ido conociendo testimonios sobre los maltratos que recibía su hijo al interior del cuartel: constantes humillaciones y bullying por parte de sus superiores. Él estaba en tratamiento psicológico tras ser diagnosticado con depresión. Soledina sabía que no quería seguir ahí, que tenía conflictos con una capitana y un sargento y que, incluso, estaba dispuesto a que lo dieran de baja. “Él había subido mucho de peso y había un sargento que lo hacía correr y después lo llevaba a pesarlo a la pesa del casino delante de todos. ‘A este guatón culiao, mira todo lo que hay subido, tení que bajar tanto y tanto´ (sic) y situaciones de ese tipo”, cuenta según los relatos que le han compartido los entonces compañeros de su hijo.

La respuesta que ha recibido de los encargados del sumario se ha dilatado cada vez más y no ha cambiado: «Me han dicho que es muy difícil probar lo que le pasó a mi hijo. Pero no es posible que alguien que tenga una autoridad, una estrellita puesta, tenga el derecho de tratar a la persona mal y humillarlo. Eso es lo que ustedes hacen, les he dicho yo, aunque sea un simple pelao que haga el servicio militar”, relata.

Soledina sabe que no son pocos los casos de suicidios al interior de la institución y lamenta que no existan garantías para que no sigan ocurriendo. Desde 2013 hasta el año pasado, se contabilizaban 111 intentos de suicidio en el Ejército y sus principales causas eran cortes, ingesta de medicamentos o cloro y ahorcamiento. Como Héctor, otros tres jóvenes se han suicidado. En la Armada, en tanto, en 2015 registraron un intento de suicidio y, en la Fuerza Aérea, un suicidio de un joven en 2014 y el de una mujer en 2017. “Algo pasa ahí adentro -cuestiona Soledina-, por qué será que unos se van y otros se suicidan”, expresa.

El número de voluntarios para hacer el servicio militar también ha disminuido con los años y muchos terminan restándose de sus filas. Algo también se observó con una drástica caída del 71% en el ingreso de este año a la Escuela de Carabineros.

Foto Archivo | Agencia Uno

“Ritos de iniciación”: Violencia y maltratos

Las mismas prácticas de violencia al interior de la institución las vivió David Veloso Codocedo. Él llevaba cuatro años como soldado de la Tercera Brigada Acorazonada “La Concepción”, de Antofagasta, hasta el estallido social de 2019. La orden que recibió de sus superiores en ese momento lo facultaba para hacer uso de la fuerza letal si se veía sobrepasado frente a grupo de manifestantes. Veloso se negó a participar del Estado de Emergencia y fue puesto en prisión preventiva por desacato. Luego fue dado de baja por desobediencia propia y por falta a la disciplina, aunque es un proceso que sigue abierto judicialmente.

Él asegura que fue un momento complejo principalmente porque su familia estaba en la calle manifestándose. “Me sentí presionado porque yo, incluso, me vi ahí”, reconoce. Sobre otra cosa tampoco tiene dudas: “En mis manos estaba la vida de las personas. El gobierno a mí me iba a respaldar, o acaso ¿se ha visto ahora a algún uniformado detenido por haber matado a alguien? Ninguno”, expresa el ex conscripto.

Sin embargo, esta no fue la única vez en que él y otros compañeros enfrentaron situaciones igual de complejas. En varias ocasiones Veloso fue testigo de prácticas violentas como “ritos de iniciación” donde los conscriptos eran severamente golpeados y tenían que resistir como una muestra de “valentía” que les permitía integrarse al grupo. De eso quedó registro como el siguiente video:

Algo similar le ocurrió al conscripto Fernando Lazo Gutiérrez fallecido en 2001 a días de ingresar Infantería de Marina Nº3 «Aldea«, en Talcahuano, donde hacía el servicio militar. Como ya era habitual en algunos entrenamientos, a los conscriptos los hacían trotar a pleno sol mientras lanzaban granadas lacrimógenas y humo. Sin ser sometido a ninguna intervención médica los llevaban a almorzar y luego volvían a hacer ejercicio de alta intensidad. En esa oportunidad, todos continuaron con la rutina excepto Lazo que se quedó atrás y, a los minutos, se desplomó. Las reanimaciones en el cuartel no tuvieron efecto y una vez en el Hospital Naval de Talcahuano, el joven falleció por un paro cardiorespiratorio.

A casi una década de su muerte, el abogado que hoy representa a la familia, Enrique Aldunate, asegura que del Ejército han querido desentenderse de la causa que quedó radicada en la justicia militar. La querella que presentó en 2015 fue por delito culposo y apremios ilegítimos. “Se especula que, de acuerdo a las muestras de sangre, que él tenía una anemia aguda y esa era la causa basal del edema pulmonar. El punto es que no lo haya generado una enfermedad de base. Que un pulmón esté lleno de agua es porque se provoca un proceso físico, que se desencadena por respirar esos tóxicos”, señala Aldunate.

En los peritajes independientes que ellos encargaron se determinó su muerte no se trataba de una causa indeterminada, como lo indicaron en un principio desde la institución castrense. Más aun, el abogado señala que en el calendario de actividades que manejan de esa época, nunca estuvo prevista, esta “ceremonia”. “Al final lo sometían a pleno sol, punta y codo, tirándole bombas de humo y lacrimógenas. Ha sido un proceso lleno de anomalías”, lamenta.

Foto Archivo | Agencia Uno

Lógicas jerárquicas y patriarcales

Tatiana Hernández, socióloga del Observatorio de Género y Equidad, ha conocido casos sobre violencia sexual hacia mujeres de las Fuerzas Armadas, donde reconoce que la estructura altamente jerarquizada genera dinámicas que las revictimizan e infunden temor para evitar que denuncien. “Las mujeres denuncian sobre lo mal que maneja el tema de abuso sexuales por falta de procedimientos. Al final hay una cultura instaurada que termina ganando por sobre los protocolos que existen”, señala.

Ella ha identificado graves falencias en la comprensión de las dinámicas de la violencia de género que lamentablemente se reproducen en las intervenciones con las víctimas. Recuerda una de ellas: “Se hablaba de que el tipo que es acusado siente ‘amor’ por la persona que denuncia. Entonces, tú te preguntas qué tipo de sensibilización e información se está entregando en estos temas cuando se habla en esos términos”, ejemplifica. Otra dificultad que se genera es que a las víctimas les ofrece reparación la misma institución que es acusada de agredirlas. En el caso de acudir a terapia psicológica en el mismo Hospital de Carabineros o de Fuerzas Armadas.

En esa mirada coincide Nuriluz Hermosilla, antropóloga, profesora de la Universidad de Chile y también vocera de la Coordinadora 8M, quien agrega que, además de ser una estructura jerarquizada y patriarcal, funcionan coludidas con los poderes del estado. “Si pensamos en el [ex] capitán de Carabineros que le disparó a Fabiola Campillai, [Patricio Maturana], te das cuenta que él tenía un historial violento de maltrato hacia mujeres y violencia intrafamiliar y cómo el estado le está pasando armas de alto calibre. En el video que se nos muestran se ve que ellos estaban prácticamente jugando Nintendo cuando dicen ‘shu, se la pitió’, una mujer que iba con su hermana a la fábrica de Carozzi a trabajar”, sostiene.

Foto Archivo | Agencia Uno

“Buscan una validación simbólica que ya no nace del pueblo”

Hermosilla también reflexiona sobre los “peldaños simbólicos” que se van escalando al hablar de lo que significan las instituciones militares en términos identitarios y culturales para la sociedad. Hay varias lupas para analizarlo, una es el factor generacional. “Mis papás eran de una generación que sabía lo que estaba pasando con la dictadura militar y, sin embargo, nunca dejaron de ver la parada militar por la tele. Y ahí hay un esquema. A la vez, sus padres los llevaban a ver a los marinos cuando llegaban de Valparaíso en tren a la parada. Es como llevarte a un acto patriótico”, explica.

Y agrega que estas subjetividades se van modelando: “En algún momento se veía que era una opción para salir de la pobreza o del provincianismo. Si tenías padres analfabetos o si vivían en el campo, era una manera de salir de eso. Una opción era ingresar a una Escuela Normal y ser profesor o lo otro ser carabinero o carabinera o hacer el servicio militar. Y se escucha hasta hoy a gente que vive en una población diciendo que prefiere que sus hijos hagan el servicio militar para que no lo ‘agarren los narcos’ y que se ‘forme bien’”.

En esa lectura, reconoce que el 18 de octubre fue un «estallido simbólico», que también tuvo una importante hebra que se arrastra desde el golpe de estado en 1973. “Ahí vienen años en que nos mantuvimos en silencio, pero la violencia siempre la administraron las Fuerzas Armadas y, en definitiva, el Estado. Luego, en los 90, los presidentes también se coludieron, claudicaron”, explica.

Cristián Cruz es abogado de Derechos Humanos y ha seguido un gran número de causas con ex militares acusados por delitos de lesa humanidad. Cree que la salida de las Fuerzas Armadas al espacio público durante el estallido social que profundizó la pérdida de confianza de la ciudadanía hacia ellas, sobre todo después de las cientos de mutilaciones de las que sus funcionarios fueron autores. Sin embargo, agrega que esto se suma a hechos de corrupción muy ligado al poder político y con el tráfico de armas y municiones. “Hemos llegado a un nivel de degradación que está lejos de lo que puede ser México, pero no por eso nos podemos sentir contentos”, opina Cruz.

Es por eso que después de los graves hechos de violencia que se observaron a fines del año pasado durante las manifestaciones sociales, Hermosilla cree que plantear un reconocimiento como el de elevar a una institución seriamente cuestionada, que no ha reconocido sus responsabilidades, como Patrimonio Cultural Inmaterial es «la búsqueda de una validación simbólica que ya no nace del pueblo”.

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