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¿Qué se creen, Marito y Ricardito?

Por: Enrique Winter | Publicado: 20.09.2020
¿Qué se creen, Marito y Ricardito? Ricardo Martínez, comandante en jefe del Ejército |
Las Fuerzas Armadas y de Orden centralizan el uso de la violencia, prohibida a los ciudadanos que las financiamos, con el fin de defender la patria y la seguridad nacional. La misma Constitución de ellos, la de la dictadura que la élite entrevistadora de Ricardito y de Marito los domingos desea mantener contra viento y marea rechazando en octubre y obstruyendo desde abril, las define en el artículo 101 como “esencialmente obedientes y no deliberantes”. Por si no quedara claro en la Constitución, en las actas de quienes la debatieron se explicita que la obediencia ni siquiera es al gobierno de turno sino a la institucionalidad.

En Chile nos hemos mal acostumbrado a leer las opiniones de la milicia en los titulares del domingo y a que esos titulares ordenen la agenda ejecutiva y legislativa de la semana. Aparte de inconstitucionales e ilegales, sus intervenciones son peligrosas para la convivencia democrática que llama a cuidar el mismo comandante en jefe del Ejército.

Entre otras joyitas de su más reciente entrevista, Ricardito respondió a si lo desvelaban los derechos humanos durante el estallido social con el opuesto: “Lo que más me preocupaba era que se tardó demasiado en condenar la violencia” de los ciudadanos y que “la quema de las estaciones del metro pareciera haber sido concertada”; opiniones políticas bajo toda interpretación posible y cuya resolución, además, es labor de los tribunales.

El problema es que nuestra élite no tiene la cultura democrática para aceptar la división de los poderes propia de una república. Pegan el grito en el cielo porque la Contraloría sencillamente investigue a siete oficiales de Carabineros luego de decenas de muertes y cientos de ojos perdidos a balazos, tal como investiga al último funcionario municipal por llenar mal una boleta. Los medios de prensa y el gobierno de la élite le dan “irrestricto apoyo y respaldo” a Marito, el general director de Carabineros, así él también se los da a sus subalternos, de modo que puedan excederse en la represión de los ciudadanos sin miramiento alguno.

No le tengo inquina a Ricardito, y menos aún cuando los indicios apuntan a que fue él quien detuvo al Presidente el día de la tragicómica cadena nacional en que finalmente no sacó las tropas a detener a los manifestantes. Su talante reflexivo está a años luz del de Marito, pero no por eso es menos peligroso. Para empezar, comparte su arrogancia (“Yo no pedí perdón, pedí disculpas”, aclara sobre la filtración de audios comprometedores) y pasa colado que considere “peligroso para la convivencia nacional cuando se escucha a personas que indican que el Estado ejerce una violencia estructural”. Lo peligroso no es que los ciudadanos constaten esto y quieran cambiarlo, sino que los militares vengan a condenarlo en defensa acérrima de esa misma violencia estructural.

Para Ricardito y sus “60 años que no representa”, según la periodista, “todos debemos de terminar con la violencia y su relativización”. Él tiene muy claro quién la practica en la zona mapuche, donde “son delincuentes, además de cobardes”. Su conclusión contradice incluso a un gobierno nada propenso al diálogo, que bien pudo ejercerlo en la zona evitando epítetos de este calibre y, de paso, algunas muertes.

Ricardito sólo acierta cuando responde que la infraestructura crítica o la exclusión de los indultos a los condenados por derechos humanos son decisiones que les corresponden a las autoridades políticas (sería mucho ya pedirle que hable de representantes), pero es un salvavidas de plomo porque lo demuestra consciente de que sus demás barbaridades, y el mero hecho de opinar con publicidad, tampoco le corresponden. A él le gustaría que una nueva Constitución “mantuviera el principio de prescindencia política que han tenido las Fuerzas Armadas” e insiste con convicción señalando que “las Fuerzas Armadas nunca deben politizarse”, pero eso es, justamente, lo que él hace.

Las Fuerzas Armadas y de Orden centralizan el uso de la violencia, prohibida a los ciudadanos que las financiamos, con el fin de defender la patria y la seguridad nacional. La misma Constitución de ellos, la de la dictadura que la élite entrevistadora de Ricardito y de Marito los domingos desea mantener contra viento y marea rechazando en octubre y obstruyendo desde abril, las define en el artículo 101 como “esencialmente obedientes y no deliberantes”. Por si no quedara claro en la Constitución, en las actas de quienes la debatieron se explicita que la obediencia ni siquiera es al gobierno de turno sino a la institucionalidad. Es decir, una obediencia no política. Esta restricción a la libertad de opinión destacada por Ricardito para justificar el sistema previsional de las Fuerzas Armadas, que la mayoría de los chilenos también querríamos, es una de las bases del Estado de Derecho y una obligación para militares y policías, no así para los ciudadanos.

Ricardito no pareciera golpista, pero el titular con que el diario golpista anuncia la entrevista sí lo es. No puedo culparlo de la manipulación, pero está en él, en Marito y los demás callarse. En el ejercicio de sus funciones, en tanto, la Contraloría debería fiscalizarlos y el Presidente removerlos del cargo por pasarnos a llevar a todos con sus opiniones inconstitucionales. Sólo así podremos cumplir con el temerario emplazamiento de Ricardo Martínez a cuidar la convivencia democrática.

Enrique Winter