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Opinión

Dios premió a Chile con nuestro Cardenal Raúl Silva Henríquez

Por: Jorge Awad | Publicado: 26.09.2020
Dios premió a Chile con nuestro Cardenal Raúl Silva Henríquez |
Hace 113 años, el 27 de septiembre de 1907, nació en Talca el Cardenal Raúl Silva Henríquez, figura clave en la defensa de los derechos humanos en dictadura. Su paso dejó una impronta muy merecida en la historia de Chile. Además, en su querida Iglesia ha legado también una huella muy profunda para nuestras vidas personales.

Tuve el privilegio de colaborar con don Raúl por más de 20 años, desde que el rector de la Universidad Católica, don Fernando Castillo Velasco, me designó en el año 1972 vicerrector económico de la universidad.

Siempre fue un fraternal y cercano jefe en cada una de las funciones que me correspondía cumplir, siendo la principal el desarrollo económico de la universidad con su ambicioso programa educacional que comenzó con la extensión al Campus San Joaquín, y nunca más se detuvo.

Publicamos el libro Hacia una economía universitaria, que rescataba la responsabilidad de estas instituciones en la generación de permanente déficit financiero. Para ello los diferentes estamentos debían asumir la responsabilidad de generar proyectos sustentables económica y socialmente. En este sentido, se planteó una relación de remuneraciones de seis veces entre la del rector y la más baja, aspirando a construir una organización menos desigual y más cohesionada.

El Cardenal me invitaba a su casa, y eran momentos inolvidables donde aprendí a quererlo y respetarlo cada día más. Siempre con la sencillez y franqueza de un hombre de campo, con principios inalterables, pero con la vocación de dialogar, pues siempre decía “hay personas que piensan distinto, pero no son enemigos”.

Don Raúl pensaba que la universidad compleja del siglo XXI debía tener desde una vasta red de salud hasta el Departamento Obrero Campesino (DUOC), que formó junto al padre Juan Baga. Quería una universidad para todo estudiante que se había esforzado y tenía el derecho a ingresar por sus méritos, para ello expandió la Universidad Católica a provincias, como Concepción y Talca, sabiendo que los recursos siempre eran escasos.

Recuerdo que, con las dificultades económicas de los años 70, cuando enfrentamos serios problemas, nos alentaba diciendo “Dios nos proveerá”. En este sentido, tuve el privilegio de acompañarlo a visitar algunas fundaciones internacionales que fueron decisivas para equilibrar la economía de la universidad en sus planes de desarrollo, en el que el BID y Misereor tuvieron un rol determinante. En esos momentos fui testigo del aprecio y respeto internacional que disfrutaba. Sus gestiones posibilitaron el desarrollo de la excelencia de cada una de las facultades de la universidad.

Un momento culminante de mi historia con el Cardenal ocurrió cuando en el año 1973 (después del Golpe militar) el rector designado en ese instante, el almirante en retiro Jorge Swett, le pidió la renuncia al vicerrector económico subgerente, mi amigo Reinaldo Sapag. Informado de tal situación fuimos con Reinaldo a comunicarle que mi decisión indeclinable era también renunciar a mi cargo de vicerrector económico. Don Raúl reaccionó de una manera emocionante, reflejo de sus principios y de su respeto por las personas y de la universidad que él siempre soñó y me respondió: “Jorge, es el momento de partir, nos vamos juntos”.

Ese es el pastor que cuida siempre a sus ovejas, asumiendo costos personales sin perder nunca sus valores y el respeto por las personas. En octubre de 1974 partimos juntos de nuestra querida universidad dejando la huella imborrable de don Raúl.

El Cardenal Silva, como lo dijo el Padre Hurtado, fue una visita de Dios a nuestra patria. Su paso entre nosotros no sólo ha dejado una impronta muy merecida en la historia de Chile. Además, en su querida Iglesia ha legado también una huella muy profunda para nuestras vidas personales.

Jorge Awad