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Los clubes sociales y deportivos, motores de la democracia

Por: Nicolás Andrade | Publicado: 28.09.2020
Los clubes sociales y deportivos, motores de la democracia |
En los barrios, las escuelas deportivas han contribuido a los procesos educativos de niños y niñas, priorizando una metodología participativa que desarrolla una forma distinta de jugar a la pelota. Integra conceptos como la colectividad, el compañerismo, la solidaridad y el respeto hacia los competidores. Pero también pone en práctica el sentido colectivo, la no discriminación, el respeto al ecosistema y la diversidad. Contribución que se vuelve esencial ante las problemáticas sociales que surgen de una desigualdad violenta, del centralismo y de la concentración de la riqueza y el poder.

El fútbol amateur y la política siempre han ido de la mano, especialmente en Latinoamérica, donde los clubes deportivos cumplen un rol político y social comprendiendo la organización como un deber cívico, fortaleciendo así la democracia.

Todo club de barrio está ligado a un territorio, población, villa o cerro, levantándose como un espacio para articular la solidaridad, la cultura, la identidad, la pertenencia y por supuesto, la pasión. A gran diferencia con el fútbol profesional, los clubes de barrios nacen del cooperativismo y la asociatividad, e intervienen en los procesos formativos de niños y niñas.

En Valparaíso, llega en las naves británicas a finales del siglo XIX, cuando el puerto era la entrada a Sudamérica previo a la creación del Canal de Panamá, y desde entonces ha sido clave en los momentos más duros. Ya sea por un desastre natural o por conflictos políticos, los clubes de barrio se organizan para poner a disposición sus instalaciones, que cientos de veces se han transformado en comedores populares para alimentar a miles de chilenas y chilenos, como hoy ante el hambre que trajo la pandemia y la poca ayuda del gobierno.

Esta conexión con el mundo social se puede ver también en sus orígenes, que son varios. Un ejemplo es el Alemania Federal de Playa Ancha, que nace de la planificación de asentamiento de miles de familias que habían sido beneficiadas y que a través del fútbol se movilizaron para construir su propia historia.

Los clubes deportivos funcionan en algunos casos bajo la lógica de la asamblea, y en otros bajo un sistema jerárquico representados por una directiva y presididos por alguna presidenta o presidente. Ideal para aprender y poner en marcha procesos deliberativos y elecciones periódicas.

En los barrios, las escuelas deportivas han contribuido a los procesos educativos de niños y niñas, priorizando una metodología participativa que desarrolla una forma distinta de jugar a la pelota. Todo trabajo integra conceptos como la colectividad, el compañerismo, la solidaridad y el respeto hacia los competidores. Pero también, y desde una esfera más amplia, pone en práctica el sentido colectivo, la no discriminación, el respeto al ecosistema y la diversidad. Contribución que se vuelve esencial ante las problemáticas sociales que surgen de una desigualdad violenta, del centralismo y de la concentración de la riqueza y el poder.

Las poblaciones están llenas de la niñez que ha sido desplazada y vulnerada por el Estado chileno, que no cumple su rol garante de protección y que tiene respuesta nula o tardía a la violencia, la explotación y el abuso. Por ello es clave que los clubes deportivos sean parte de la red Sename y de la red de mujeres, pero también de programas de trabajo. Hoy hay clubes derrumbándose por la mala gestión, las limitaciones educacionales, las brechas tecnológicas y los escasos recursos económicos disponibles para concurso, que no pueden cumplir con este rol.

Sin duda, como país enfrentamos muchos desafíos. Uno de ellos es el fortalecimiento de la democracia y creo que para esto es fundamental un sistema electoral proporcional y paritario, pero también fortalecer los espacios articuladores, como los que representa el fútbol amateur. Si queremos un país más igual y más justo, tenemos que buscar la manera de empoderar a este tipo de comunidades.

Desde esa perspectiva, actualizar las políticas públicas en materia deportiva, reformular los objetivos para que busquen la asociatividad, para que las instituciones sociales y deportivas dispongan de recursos estables para generar trabajo de cohesión social, es fundamental.

De esta forma, organizaciones barriales tan históricas como el Club Social y Deportivo Orompello, que se levanta en un rincón en lo alto del Cerro Esperanza en Valparaíso, podrían tomar una nueva fuerza y ocupar su lugar en la construcción del nuevo país. Su historia, hitos políticos y trayectoria deportiva lo han posicionado como una institución formadora de buenos jugadores y jugadoras, pero también de grandes personas. Su metodología participativa nos hace entender el fútbol como una herramienta de transformación social, y para ello ha tenido que romper con vestigios del ayer, como lo son las prácticas patriarcales. Hoy promueve la paridad en su directiva después de 89 años. Que lindo sería que así fuera en cada club de Chile.

Pero, para ello, hay que sumar y hacerse cargo de las problemáticas para enfrentarlas como colectivo. Es hora de entender esta organización como parte del empoderamiento social. Eso será clave para el lograr el bien común y mejorar las condiciones de vida. Sólo queda preguntar: ¿ves tú el fútbol amateur como parte de tu organización barrial?

Nicolás Andrade