Avisos Legales
Opinión

La Concertación

Por: Cristián Zúñiga | Publicado: 03.10.2020
La Concertación Agencia Uno |
Al final del día, quienes se dedican a la actividad política entienden que el poder se disputa y para aquello primero se tiene que ganar. Algo tan sencillo, pero a la vez complejo (para bloques políticos cuyos militantes suelen moverse principalmente desde los sentimientos), es lo que hace más de 30 años entendió la Concertación y gracias a lo cual, guste o no, llegó a convertirse en el conglomerado político más exitoso en lo que va de historia republicana de Chile.

La Concertación, como proyecto político, es algo que logra irritar, casi más que los quehaceres de la derecha, a un sector importante de las izquierdas chilenas.

A este conglomerado socialdemócrata se le adjudican traiciones ideológicas, morales y prácticas mañosas en lo que fueron sus 20 años de administración del poder Ejecutivo. Por supuesto que no contamos como Concertación al segundo periodo de Bachelet, pues entonces ya gobernaba la Nueva Mayoría junto a destacados militantes comunistas y frenteamplistas entre sus filas (y Jorge Burgos como ministro del Interior).

Hablar sobre el legado de la Concertación es hablar sobre los pilares estructurales de un país que, hasta 1990, se las tenía que ver con un 49% de chilenos viviendo bajo la línea de la pobreza y con un ingreso per cápita de tan sólo 3.800 dólares. Treinta años después, y hasta antes de la pandemia, los pobres del mismo país estaban por debajo del 9% (la pobreza extrema bajó al 3%) y el ingreso per cápita había aumentado a 24.000 dólares.    

Durante los primeros tres gobiernos de la Concertación (1990-2005) la economía chilena creció un 126,4%; es decir, el tamaño de la economía, en 2005, era 2,3 veces superior al tamaño que tenía Chile en 1990. Asimismo, durante los cuatro gobiernos de la Concertación (1990-2010), la tasa de ahorro nacional promedio alcanzó el 24,2 % (ahorros que hoy el gobierno de Piñera agradece), nivel que casi duplica lo hecho por la dictadura.

No cabe duda que, desde la perspectiva materialista y apoyándonos en indicadores usados por las democracias liberales, lo hecho por esta coalición durante 20 años, en términos de desarrollo económico, obras públicas y superación de la pobreza, es algo que pocos países del mundo logran en mismo tramo de tiempo.

Sin embargo hoy, a 30 años de la llegada al poder de la coalición del arcoíris, el país se encuentra en medio de una crisis de legitimidad institucional de proporciones y con una ciudadanía que, según las encuestas y las movilizaciones iniciadas el 18 de octubre pasado, mayoritariamente manifiesta rabia y desconfianza hacia todo aquello que sea sindicado a la Concertación (por supuesto que esto debe corroborarse en las urnas).

Respecto a esta paradoja, han emergido diversos análisis desde las ciencias sociales. Algunos plantean que, lo ocurrido en octubre pasado corresponde al estallido de las desigualdades y abusos que, cual energía acumulada por años, estalla para arrasar con el proyecto neoliberal- concertacionista dando vida, desde las cenizas, a una nueva era donde “lo político” de las fuerzas de la calle da por superada a “la política” de los salones partidarios.

Por otro lado, están quienes, desde la comparación con similares acontecimientos polìticos y sociales ocurridos en otros países (de parecidas caracteristicas al nuestro), asumen este presente como algo propio de sociedades cuyas nuevas generaciones avanzan rápido desde la precariedad a la abundancia de bienes materiales, pero sin encontrarse con los reconocimientos esperados (la modernidad como una constante de progreso y desilusión).

Lo cierto es que, cada vez que alguien intenta poner sobre la mesa de las izquierdas el legado de la Concertación, de inmediato saltan los sentimientos morales haciendo a un lado la razón e intentando comparar la obra chilena post Pinochet con lo hecho en otros países, donde sí habría funcionado el socialismo.

Por supuesto que, a la hora de poner ejemplos, en pos de criticar el legado concertacionista, se viaja comparativamente a países como Alemania, Finlandia o Suecia. En estos debates internos de las izquierdas, usar a países del barrio, como referentes de lo que se pudo haber hecho y no se hizo, no juega a favor. El PC chileno podría ganar poniendo el ejemplo de China, actual potencia, pero ellos han preferido quedarse con los modelos de Cuba y Venezuela.

Siempre resultará polémico e incómodo para las izquierdas referirse a la obra concertacionista, pues ahí se ponen en disputa pragmatismos versus utopías. Más aún, cuando se trata de generaciones políticas que veían desde sus púberes quehaceres a ese país de los 90, desde donde emergían las carreteras concesionadas, el crédito con aval del Estado y los tratados de libre comercio.

Para esas generaciones, hoy protagonistas de las nuevas (ya ajadas) izquierdas políticas, todo lo que se vista de Concertación está viciado, es corrupto y moralmente cuestionable. De hecho, fue ese odio hacia el legado “concerta” lo que motivó el nacimiento del Frente Amplio.

Desde su debut en la política tradicional, el Frente Amplio ha cargado con el fantasma de la Concertación. Un fantasma que venía con privatizaciones de bienes públicos, sobresueldos, financiamientos irregulares de campañas y hasta con una Constitución que, de tanto recauchaje, parece más obra propia que de la dictadura. Es bueno recordar que, por esos recauchajes, la actual Constitución lleva la firma de Ricardo Lagos Escobar.

Por otro lado, la Concertación, como una manera de expiar culpas frente a sus hijos y nietos, prefirió cambiar hasta el nombre de su boliche. Junto con eso, también fue capaz de reemplazar el sistema boniminal, por uno proporcional que permitió representación parlamentaria a candidatos del FA electos con menos del 2% de los votos.

Sabido es que, en las izquierdas y socialdemocracias del mundo, estas tensas relaciones son más comunes de lo que algunos creen. Un caso demasiado parecido se ha dado en España, entre el PSOE y el Podemos. En dicho caso, pudimos presenciar cómo, después de algunos años de prédica moral y anuncios semi divinos, las izquierdas del Podemos tuvieron que llegar a acuerdos con el bloque que tanto criticaban.

Al final del día, quienes se dedican a la actividad política, en formato de democracia liberal, entienden que el poder se disputa y para aquello primero se tiene que ganar. Algo tan sencillo, pero a la vez complejo (para bloques políticos cuyos militantes suelen moverse principalmente desde los sentimientos), es lo que hace más de 30 años entendió la Concertación y gracias a lo cual, guste o no, llegó a convertirse en el conglomerado político más exitoso en lo que va de historia republicana de Chile.

Cristián Zúñiga