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Opinión

La pulpería moderna en pandemia

Por: Eliana Largo | Publicado: 04.10.2020
La pulpería moderna en pandemia Aglomeraciones en el Mall Chino | Foto: Agencia UNO
La instalación y vigencia de la pulpería moderna desde la instauración de este modelo de desarrollo hace casi cinco décadas, vía ‘doctrina del shock’, no hace sino corroborar que la libertad existe en tanto libertad de consumo bajo nuevas formas de esclavitud. No es estupidez humana, más bien ‘estupidización’ generada por un modelo que favorece a la minoría que lo diseñó e impuso a sangre y fuego.

El mito del sistema actual consiste / en una promesa imposible de paraíso (Suely Rolnik)

Hasta comienzos del siglo XX existieron pulperías en el norte de Chile, en las salitreras; una especie de almacén, tienda o boliche instalado en la zona administrativa del campamento, la oficina salitrera, donde los trabajadores se abastecían de víveres e insumos necesarios para la vida diaria, adquiriéndolos con fichas que les daban los empleadores a modo de salario (las primeras fichas circulares y de latón delgado eran fabricadas en las mismas oficinas). Estas fichas podían utilizarse sólo en la pulpería de la oficina salitrera donde el trabajador estaba afiliado, y muchas veces eran válidas para un sólo tipo de mercadería. En 1924, con la promulgación del artículo 24 del Código del Trabajo fueron abolidas las fichas como remuneración y comenzó a regir el pago con moneda de curso legal.

En la actualidad no existen tales pulperías, sino versiones nuevas de las mismas que bajo el oropel moderno se diseminan en pueblos y ciudades en forma de tiendas, almacenes, supermercados y centros comerciales o mall (mol). Desde los más caros y sofisticados en la zona oriente de Santiago, hasta el mall chino del barrio Meiggs y otros sectores de la capital. En vez de las antiguas fichas, las tarjetas de crédito y débito permiten adquirir toda clase de productos y servicios, dinero plástico. Comprar a plazo, incluso los alimentos como hace parte de la población, obliga a pagar intereses. Negocio redondo para empresarios y banqueros que mediante holdings e incentivos fiscales maximizan recursos y pagan menos impuestos.

Tras una pesada cuarentena de varios meses por el Covid-19, diversas comunas de la Región Metropolitana iniciaron el desconfinamiento “paso a paso”, aunque con toque de queda nocturno, pandemia con cara de dictadura. Se aglomeró la gente en varios centros comerciales y, como era de esperar, subieron los índices de contagio. En el mall chino fue dramático: filas de personas esperaron su apertura desde el amanecer. El alcalde de Santiago habló de estupidez humana. En algunas comunas o regiones han tenido que volver a la cuarentena. En fin, explicaciones hay muchas, como el abastecerse de productos en dichos mall para revender, siendo esto una fuente de trabajo. Está claro que no son productos esenciales ni los del mall chino ni los de centros comerciales como el de Vitacura, en cuyas tiendas de ropa también hubo aglomeración. ¿Estupidez humana? La línea es difusa en lo que se entiende por “esencial” si se considera el cruce entre consumo, consumismo y subjetividad.

Suely Rolnik, psicoanalista y crítica cultural brasileña, se refiere a ‘la dictadura del paraíso’ y al rol de los ‘creativos’ en ella. El capital financiero no fabrica mercancías, como lo hace el capital industrial, sino que fabrica mundos, dice, junto a otros autores. “¿Qué mundos son esos? Mundos de signos a través de la publicidad y la cultura de masas. Hoy se sabe que más de la mitad de los beneficios de las transnacionales se dedican a la publicidad, actividad que es anterior a la fabricación de mercancías. En las campañas publicitarias se crean imágenes de mundos con las que el consumidor se va a identificar y luego va a desear: sólo entonces esas mercancías van a ser producidas” (https://www.lavaca.org/mu01/la-dictadura-del-paraiso/). Se instrumentalizan las fuerzas de creación del cognitariado, ya no sólo las fuerzas mecánicas del proletariado, señala. Con esas fuerzas se construyen imaginarios, necesidades, deseos, sentido de pertenencia. Subjetividades. “Cuando los gobiernos democráticos dicen que hay que incluir a una parte excluida de la población al sistema económico, esto también significa incluir a una parte excluida de la población a la identificación con la promesa de paraíso” (http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-127546.html).

Miles de ríos han pasado bajo estos meses, en que la pandemia nos sumió en una espiral de miedos y ánimos fluctuantes (montaña rusa de emociones, la llamó un amigo), agravado el panorama con la desigualdad visible y concreta que es la pobreza material: hacinamiento, altas tasas de contagio, hambre y muerte. Ollas comunes se organizaron en barrios ‘vulnerados’, ‘vulnerables’: miles y miles de personas desposeídas de su derecho a la alimentación, la vivienda, la salud, y por partida doble hoy, al trabajo digno. La solidaridad surge por todas partes y se expresa donde las palabras sobran. Es parte de la historia del país, de su memoria.

Que el famoso 10% de las AFP, costosamente lograda su devolución, se destine también a ahorro para la vivienda, favorece a los mismos de siempre, a los dueños del país. Sea por un lado u otro, ganan a costa de la gente, ‘el pueblo’, ese que transmite a las nuevas generaciones este vivir en Chile, esta falta de querer. Es el país que tenemos, desperdiciado en años de política en la medida de lo posible y en prácticas de corrupción que incluyen a Carabineros y Fuerzas Armadas. Penoso y peligroso, por decir lo menos.

El 18 de octubre pasado el ¡BASTA! del estallido social retumbó con fuerza. ¡No son 30 pesos, son 30 años! …o 100, o 200 años. En octubre de 2020, un año después, el Apruebo nueva Constitución es la consigna de la mayoría, junto al desafío de una Convención Constituyente que exprese los deseos y necesidades de quienes, mayoritariamente independientes, exigimos una sociedad donde la justicia exista, donde se ejerza y respete el derecho a la vida: los derechos sociales, económicos, políticos, sexuales y culturales, derechos humanos en suma, en gran parte sigla y discurso hasta hoy.

La instalación y vigencia de la pulpería moderna desde la instauración de este modelo de desarrollo hace casi cinco décadas, vía ‘doctrina del shock’, no hace sino corroborar que la libertad existe en tanto libertad de consumo bajo nuevas formas de esclavitud. No es estupidez humana, más bien ‘estupidización’ generada por un modelo que favorece a la minoría que lo diseñó e impuso a sangre y fuego. Los ‘creativos’ hacen lo suyo y muy bien pagados para que la dictadura del paraíso funcione con su promesa infinita.

Se verá qué pasa en los meses venideros, la saga continúa.

Eliana Largo