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Opinión

Confiar en Vercueil

Por: Jorge Norambuena | Publicado: 05.10.2020
Confiar en Vercueil Mandela y De Klerk |
La búsqueda de seguridad es la búsqueda por tener en la mano la noticia de lo que aún no ocurre. La confianza implica poder vivir, justamente, sin saber sobre aquello que aún no ocurrió, y sin esperar lo peor. La seguridad, en última instancia, es prácticamente un imposible si está puesta en el futuro. La confianza, incluso marcada por decepciones o expectativas inconclusas, se puede aprender. Como ella, nuestra protagonista, que abraza en Vercueil la confianza ahí donde no tiene ninguna garantía.

Aún no termino el libro –del sudafricano Coetzee– que me hizo pensar en esto, pero les puedo contar que ella escribe una carta, en el umbral de la muerte, dirigida a su hija y destinada a ser entregada después de perecer por efecto de una grave enfermedad. La tarea está entregada a un vagabundo llamado Vercueil que la frecuenta. En uno de los pasajes ella, la protagonista, declara a su destinataria: “Confío en Vercueil porque no confío en Vercueil. Le quiero porque no le quiero. Me apoyo en él porque es una vara quebradiza”.

¿Es posible hoy confiar? ¿Cómo se construye la confianza? ¿Qué es la confianza? ¿Será necesaria? ¿Habrá sólo que confiar para confiar? ¿Y qué tiene que ver, en estos tiempos, con nosotros?

Para entrarle al tema: el enamoramiento no siempre es confiable, pero no hay amor sin confianza. El enamoramiento puede tener más de “miento” que de “enamora”. ¿Qué enamora? Mucho de lo que el otro aún no es, por ser una fase más bien narcisista en la que nos encontramos rápidamente con aquello que es pura belleza e ilusión. Enamora al príncipe azul que aún no va al baño. No hay mucho del otro en el enamoramiento, pero sí en el amor.

Cuando el amor calza con una relación “de verdad” es posible ver que en ello se implica ya reconocer y aceptar al otro en su diferencia. Incluso así se elige aceptarle como tal, con su propia negatividad. Hay, en algún punto por mínimo que sea, que alojar la negatividad para que una relación no sea puro enamoramiento, y confiar.

Mas no toda relación de confianza está envuelta en el amor; no es necesaria una cosa con la otra. Recuerdo la anécdota de un psicoanalista que, en relación a ello, de vez en cuando iba a pedir un favor donde un adversario. No para que le dijeran que “sí”, contaba, sino justa y simplemente para permitirle que le dijeran que “no”, y tener así “gente de confianza”. El enamoramiento, decía este psicoanalista, dura lo que dura el espejo, pero las relaciones valiosas, esas que no sólo duran sino que son más duras, más firmes, son las que incluyen y encuentran las maneras de tramitar el conflicto. 

Con esto, ¿cuánto confiamos en quienes nos dan un “no”, en quienes por ejemplo no piensan como yo? ¿No será que en algún punto fantaseamos secretamente que los puros “sí” son más garantía de confianza que un buen “no”? No cuestionar mínimamente esto es como validar, a ojos cerrados, que las amistades o la familia no roban, no mienten, no fallan. Y ello no es así, pero solemos andarnos con ellos confiados.

Sin embargo, más allá de nuestros pequeños núcleos de amistades o familiares, la sensación general parece decir que hoy estamos en la época de la desconfianza. Unas cuantas encuestas populares me respaldan. ¿Qué país podemos construir sin confianza? Probablemente uno marcado por la sospecha, por los enemigos, por otredades amenazantes y un constante empuje a protegernos en medio de un embotamiento de rentables discursos orientados a la seguridad.

La confianza y la seguridad son dos lugares diferentes. La búsqueda de seguridad es la búsqueda por tener en la mano la noticia de lo que aún no ocurre. La confianza implica poder vivir, justamente, sin saber sobre aquello que aún no ocurrió, y sin esperar lo peor. La seguridad, en última instancia, es prácticamente un imposible si está puesta en el futuro. La confianza, incluso marcada por decepciones o expectativas inconclusas, se puede aprender. Como ella, nuestra protagonista, que abraza en Vercueil la confianza ahí donde no tiene ninguna garantía.

Estamos ad portas de un proceso histórico. El debate está polarizado y la calle se pone candente. Pienso que el problema entonces no es si llegamos al plebiscito con o sin conflicto. El tema es cómo nos alojamos en la diferencia, en el conflicto, en quizás la falta de confianza tanto en el futuro como en quienes no piensan como yo, haciéndolos parte tramitada de nuestra relación cívica. ¿Será peligroso el enamoramiento en nuestras ideas? ¿Cómo apoyarnos en la vara quebradiza? ¿Cómo dar un paso en la necesaria confianza para construir futuros? No es posible un país entre mí y mí mismo. Para los tiempos que nos siguen, cómo construir entonces un país donde podamos tener adversarios, no sólo ni siempre enemigos o desconfianza, un país en el que sea posible incluir a otros y otras sin todo el tiempo esperar lo peor.

Jorge Norambuena