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Opinión

El VAR y la inteligencia artificial

Por: Cristián Zúñiga | Publicado: 10.10.2020
El VAR y la inteligencia artificial |
He aquí el gran dilema del presente. La inteligencia artificial ha llegado para corregir errores y trampas propias del ser humano. Muchos hinchas chilenos votarían a favor de reemplazar el arbitraje humano por algoritmos cada vez que recuerden el descarado penal no cobrado el jueves pasado por los referís paraguayos. Trasladar el ejemplo a la política o la justicia no parece tan descabellado. Menos aún, en tiempos donde los algoritmos de macrodatos están demostrando conocer a la perfección nuestras preferencias y comportamientos.

El VAR (del inglés, Video Assistant Referee) es un sistema de videoarbitraje cuyo objetivo es evitar flagrantes errores humanos que condicionen el resultado de un partido de futbol. El uso de esta asistencia arbitral fue aprobado por la FIFA el año 2016, siguiendo lo ya existente en otros deportes. La FIFA limita el uso del VAR a cuatro acciones que pueden cambiar el rumbo del juego: goles, penales, expulsiones directas y confusión de identidad en amonestados.

Hasta ahora, el uso del VAR no había generado (en Chile) mayores polémicas respecto a su rol como video asistente del que arbitra en el campo de juego. Lo anterior, producto que, de existir una duda respecto a alguna acción mal cobrada o no cobrada por el referí de campo, se le sopla desde la cabina donde residen otros árbitros (dos árbitros y un operador de video), quienes cuentan con avanzada tecnología para analizar en detalle cada jugada.

Una vez advertido desde el auricular, el árbitro puede aceptar el criterio de los jueces de video, o ver el video en la banda (instalada a un costado de la cancha) y tomar su propia decisión. La decisión del árbitro de campo es la que prevalece. Por supuesto que, en la hasta ahora joven vida del VAR, ha habido controversias respecto a la interpretación que el árbitro de cancha otorga, una vez que revisa (desde la banda) jugadas al límite. Casi siempre estas controversias tienen que ver con jugadas que determinan cobros de penales.

Para los románticos y conservadores del deporte rey la interpretación final del árbitro se agradece, pues mantiene la subjetividad humana que, hasta el año 2016, delegaba potestad absoluta al ojo y criterio de un hombre vestido de negro. Pero sabido es que, una vez que la tecnología y sus vertiginosos avances aparecen, es imposible volver a lo de antes. La irrupción de internet y el actual aterrizaje de los algoritmos de macrodatos son ejemplos contundentes a la hora de imaginar algún retroceso respecto a nuestras realidades.

El indiscutido penal no cobrado a la selección chilena el jueves pasado en el partido frente a Uruguay debería marcar un precedente, sin vuelta atrás, respecto a las correcciones que se le deberán realizar a este sistema de videoarbitraje. En dicho partido, válido por las eliminatorias mundialistas, quedó en evidencia, ante los ojos de todo el mundo, que no basta con tres árbitros ubicados en una caseta para evitar los groseros errores humanos; o, lo que es peor, un posible acto de manipulación dirigencial (conocido es el prontuario de la Conmebol).    

Sabido es que, en la actualidad, los algoritmos de macrodatos ya accedieron a la toma de decisiones de los humanos y hasta resultan más fiables que nuestros propios sentimientos. En muy poco tiempo, sensores biométricos, instalados en nuestra cabeza, lograrán determinar hasta nuestras intuiciones, en base al análisis de los patrones de comportamiento. La instalación de sensores biométricos en el cerebro humano no sólo permitirá curar enfermedades neurodegenerativas y detectar a tiempo fallas orgánicas. También permitirá a los algoritmos acceder a los complejos laberintos de nuestro cerebro: aquel jardín secreto que parecía ser lo único impenetrable de nuestras existencias.

Entonces, si la neurobiología y la informática han avanzado hasta el punto de acceder a nuestro sistema operativo humano ¿por qué no dejar también que los algoritmos arbitren un partido de fútbol? Una vez configurados para hacer cumplir las reglas del juego, e incluso para realizar interpretaciones de jugadas controversiales, los algoritmos no fallarían en el cobro de algún penal o expulsión en un partido de fútbol.

He aquí el gran dilema del presente. La inteligencia artificial ha llegado para corregir errores y trampas propias del ser humano. De seguro muchos hinchas chilenos votarían a favor de reemplazar el arbitraje humano por algoritmos cada vez que recuerden el descarado penal no cobrado el jueves pasado por los referís paraguayos. Trasladar el ejemplo anterior a la política o la justicia, no parece tan descabellado. Menos aún, en tiempos donde los algoritmos de macrodatos están demostrando conocer a la perfección nuestras preferencias y comportamientos.

El inminente perfeccionamiento del sistema VAR demostrará, muy pronto, que los flagrantes errores humanos sucumbirán ante la certera inteligencia artificial. Esperemos que a quienes les toque redactar una nueva Constitución consideren lo que se avecina en el cercano horizonte: la obsolescencia del juicio humano.

Cristián Zúñiga