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Opinión

La batalla por la memoria del 18-O

Por: Manuela Badilla Rajevic | Publicado: 18.10.2020
La batalla por la memoria del 18-O Muros del GAM | AGENCIA UNO
La memoria de un 18 de octubre de encuentro, de sueños conjuntos, de una ciudadanía movilizada y capaz de generar cambios, puede formar parte del mito fundacional de la pronta llegada de un Chile simplemente más digno.

Hablar de memoria hasta hace muy poco significaba hablar del pasado dictatorial, pero no cualquier pasado, si no aquel marcado por las violaciones a los derechos humanos. Hablar de memoria aludía a la necesidad de buscar la verdad y la justicia y de garantizar la no repetición de la violencia estatal. Hoy, a un año del inicio de las movilizaciones más multitudinarias de las últimas tres décadas en Chile, la memoria ha cambiado y expandido sus significados. Decir memoria hoy quiere decir protesta, pueblo y dignidad. Desde el 18 de octubre de 2019 nuevas memorias se han ido levantando y estampando en la ciudad, los relatos y los cuerpos a lo largo del país, contribuyendo a la continuidad de la acción colectiva. Sin embargo, la aparición de estas poderosas memorias de la movilización acarrea, como todo proceso de memorialización, importantes conflictos que amenazan y problematizan el recuerdo de este movimiento social.

La sociología ha resaltado el potencial de la memoria para generar identidad y sentido de pertenencia en los grupos y los movimientos sociales son una de esas formas de agrupación que se nutren de memoria. Recordar les puede dar continuidad en el espacio y el tiempo a las movilizaciones, consolidar sentidos comunes e historias capaces de fortalecer la acción colectiva convocando a nuevos participantes, robusteciendo las demandas de la movilización y dándole mayor legitimidad a estas demandas.

Una de las dimensiones de la generativa relación entre memoria y movimientos sociales es la actualización de ideas y acciones utilizadas por movilizaciones pasadas. Es decir, recordar, utilizar y reformular las estrategias utilizadas previamente puede contribuir al éxito del movimiento dotándolo, por ejemplo, de densidad histórica y, sobre todo, de experiencias y aprendizajes. Probablemente, uno de los recuerdos esenciales de las movilizaciones sociales iniciadas en Chile en octubre del año pasado son los repertorios de acción empleados por el movimiento de defensa por los derechos humanos formado en respuesta a los crímenes de la dictadura. La memoria de este otro movimiento gatilló acciones tempranas de denuncia a nivel nacional e internacional de las recientes violaciones a los derechos humanos. Denuncias que no sólo debían ocupar un carril jurídico, sino que debían acompañarse de acciones callejeras para mostrar a los transeúntes la magnitud de la violencia represiva y la necesidad de acciones judiciales tempranas. Otro de los recuerdos que jugaron un papel preponderante en las movilizaciones de octubre son las acciones de resistencia en contra de la dictadura desplegadas en barrios periféricos y poblaciones emblemáticas, donde sobre todo en la década de 1980 vecinos y vecinas se organizaron solidariamente a través de la implementación de comedores populares y ollas comunes. La memoria de estas prácticas resurgió desde 2019 en diferentes puntos de la ciudad y se incrementó con la llegada a Chile de la pandemia de coronavirus, agrupando a manifestantes y vecinos que en función de algo tan básico como la alimentación crearon espacios de encuentro y organización.

La segunda dimensión de la conexión productiva entre memoria y movilización social se expresa en la construcción de una memoria del propio movimiento que será transmitida intergeneracionalmente y que desde temprano se ha inscrito –y lo seguirá haciendo– en diferentes formatos y materialidades. Si bien este es un proceso que está en constante conexión con el contexto político y social, y por lo tanto está sujeto a continuas transformaciones, se pueden distinguir algunas hebras que con certeza irán conformando el tejido mnemónico de lo que se inició el 18 de octubre. Por una parte, la memoria del encuentro (“Ahora que nos encontramos no nos volveremos a soltar”) o de volver a llamarnos “pueblo”, representada en la masiva marcha del 25 de octubre y en la ocupación constante y persistente del espacio público, con la plaza Baquedano rebautizada Dignidad como uno de los casos emblemáticos de este uso y resignificación masiva de la ciudad. Por otra, la memoria de la represión desmedida y abusos cometidos por las fuerzas de orden sin duda conformará parte de aquello que la sociedad chilena recuerde, un recuerdo que probablemente tenga su expresión más cruda en las 31 víctimas fatales y las 285 víctimas de trauma ocular. En paralelo, destaca una tercera trama del recuerdo, una hebra que con sentido del humor e ironía ha dotado a las movilizaciones de expresiones lúdicas, de superhéroes criollos y dibujos animados que en más de alguna protesta se ganaron el protagonismo.

A través del trabajo de diferentes colectivos artísticos y activistas, varias de estas memorias ya tienen propuestas curatoriales, como por ejemplo el trabajo de “La ciudad como texto”, iniciativa liderada por la diseñadora Carolina Ureta que revive un día de la revuelta a través de fotografías que preservan la memoria inscrita en la calle; el trabajo de https://estallidosocial.com/, proyecto independiente que también se propone rescatar la memoria de estos eventos; el proyecto Voces en el Muro (https://www.vocesenelmuro.cl/); el Proyecto A.M.A., un archivo de memoria audiovisual de las protestas de octubre; el proyecto Antes del Olvido, que propone un mapa en 3D de los hitos más significativos de las movilizaciones; y el trabajo del colectivo que desarrolló el Museo de la Dignidad, que también a través de la fotografía (@museodeladignidad) busca preservar las obras artísticas que han poblado los muros y rincones de la ciudad. Estas son sólo algunas de las iniciativas que han florecido desde octubre pasado buscando abiertamente el rescate, registro, archivo y transmisión de las memorias del 18 de octubre, y que han ido fortaleciendo la identidad de las movilizaciones y legitimidad de las demandas.

Sin embargo, la memoria como concepto sociológico siempre involucra una tensión. Qué y cómo se recuerda un determinado hecho no es trivial. Al contrario, puede suscitar intensos conflictos por definir cuál es y cuál será la forma correcta o dominante de recordar, así como quién podrá definir esos recuerdos. La sociedad chilena, así como las múltiples iniciativas, actores, organizaciones e instituciones que han buscado memorializar la acción colectiva desatada en Chile desde octubre de 2019 se enfrentan hoy y de forma bastante concreta a la construcción de una memoria que está en contra de estas manifestaciones. La narración de estas memorias opuestas ha tenido en la franja electoral del Rechazo un espacio privilegiado para su transmisión y exposición sistemática.

De forma repetitiva, así como funcionan los mantras, se expresa en esta franja televisada el ethos de esta otra memoria que instala el 18 de octubre como un hito que cambió “negativamente” las trayectorias socioeconómicas de muchas chilenas y chilenos. A través de este espacio masivo de comunicación se pretende reducir los hechos del 18-O a un estallido de violencia que cambió las reglas democráticas de Chile. Con el testimonio de supuestas personas de a pie, la franja muestra una y otra vez los estragos que las movilizaciones dejaron en sus vidas. Se instala como un evento que ha vislumbrado la necesidad de robustecer el orden público y de criminalizar la protesta.

Nos encontramos en un momento que visibiliza con mucha claridad la génesis de nuevos conflictos mnemónicos para el país que irán esculpiendo no sólo el calendario de conmemoraciones. Estos nuevos conflictos marcarán también la legitimidad para transmitir la memoria de las movilizaciones, así como su alcance concreto en el plano judicial para las víctimas, sus familias y los miles de jóvenes presos por protestar. Esclarecer estas nuevas tensiones de la memoria es de gran importancia en momentos convulsos, y más aún con un periodo constituyente en ciernes. Aquello que hoy tensiona las formas de enfrentarnos a nuestro pasado más reciente puede reaparecer en el futuro de Chile generando nuevas divisiones como las que hasta hoy nos acompañan para pensar el pasado dictatorial. Por otra parte, la memoria de un 18 de octubre de encuentro, de sueños conjuntos, de una ciudadanía movilizada y capaz de generar cambios, puede formar parte del mito fundacional de la pronta llegada de un Chile simplemente más digno.

Manuela Badilla Rajevic