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La última tarde de Manuel Rebolledo y la incansable búsqueda de su familia por verdad y justicia

Por: Josefina Reyes y Claudia Saravia | Publicado: 20.10.2020
La última tarde de Manuel Rebolledo y la incansable búsqueda de su familia por verdad y justicia Funeral de Manuel Rebolledo / FOTO: Roberto Pino – Isidora Melo |
A un año de la muerte de Manuel Rebolledo Navarrete luego de que un camión conducido por infantes de Marina lo atropellara en la Región del Biobío, el 15 de octubre se realizó la reconstitución de escena. El imputado, Leonardo Medina, no se presentó. La pandemia por COVID-19 ha retrasado una serie de diligencias para esclarecer el caso y varias incógnitas aún persisten: versiones contrapuestas entre las declaraciones de los infantes de Marina y las pruebas presentadas, y eventuales negligencias en el actuar de funcionarios de salud minutos después del atropello del joven, entre otras. Este 21 de octubre se cumplen 356 días de su muerte. Esta es la trama de ese fatídico día que cambió para siempre la vida de su familia, amigos y vecinos de la población Libertad de Talcahuano.

Cerca de las 16:45 horas del 21 de octubre de 2019, la patrulla de reacción compuesta por 18 infantes pertenecientes a la Armada de Chile salió desde el improvisado centro de operaciones ubicado al interior del Mall Plaza El Trébol de Talcahuano —el local comercial más grande de la Región del Biobío— en dirección a la comuna de Hualpén. La misión era clara: controlar las manifestaciones que se desarrollaban en el sector a menos de dos horas de que se diera inicio al toque de queda impuesto para las regiones del Biobío y de Valparaíso, tras el Estado de Emergencia decretado por el Presidente Sebastián Piñera producto, según dijo, de la ola de violencia suscitada desde el 18 de octubre en distintas zonas del país.

A eso de las 18:00 horas y tras escoltar una marcha pacífica que se dirigía a Cerro Amarillo, el teniente segundo Andre Ducaud (31 años), a cargo de la patrulla que se disponía a terminar su turno, recibió un llamado. Tras ser avisados de un presunto saqueo en el sector de Las Pesqueras, el camión conducido por Leonardo Medina (30 años), infante de la Armada con 12 años de servicio, se encaminó al frigorífico de la empresa Pacific Blu ubicado en aquel lugar.

Tras sortear una serie de barricadas y la presencia de manifestantes en las calles, el copiloto del vehículo, el teniente Ducaud, alertó a Medina de la presencia de varias personas en el sector, quienes, al notar la aparición de los efectivos, se habrían dispersado entre los escombros y las torres de alta tensión distribuidas por la explanada de tierra y cemento. Así, al menos, lo señala la declaración del líder de la patrulla entregada a la Brigada de Homicidios de Concepción de la PDI horas más tarde. Pero pese a los intentos por escapar, tres hombres no corrieron la misma suerte y fueron alcanzados violentamente por el camión. Entre ellos, un joven de 23 años conocido como el Polera. Así llamaban sus vecinos a Manuel Alejandro Rebolledo Navarrete.

—¡Medina, se atravesaron tres saqueadores por el costado derecho! ¡Detente! —gritó el teniente al conductor del vehículo, pero fue tarde.

En su intento por escapar, Manuel Rebolledo perdió el control de su cuerpo y resbaló por el asfalto quedando a merced del camión.  Así, en cosa de segundos, fue embestido y arrollado por el vehículo militar.

Desde lejos, los habitantes de la Población Libertad observaban atónitos lo que ocurría a escasos metros de sus hogares. Constanza Aburto Rebolledo (18 años) apenas alcanzaba a ver detalles de lo que sucedía. Sin pensarlo dos veces y para descartar que aquel cuerpo en el sitio eriazo fuera el de su primo mayor, Manuel Rebolledo, conocido como el Jano en su círculo más íntimo, Constanza Aburto marcó el número de su tío, Manuel Rebolledo Ibacache (43 años).

—Aló, tío ¿El Jano está en la casa?

—No. Fue a las marchas de Concepción —respondió con nerviosismo el padre de Manuel.

—Es que acaban de atropellar a un cabro y nadie sabe dónde está.

—Espérame que voy para allá.

El padre de Manuel avisó a su esposa y ambos llegaron en cosa de minutos al lugar, donde ya no había rastro de lo sucedido, solo un grupo de militares quienes custodiaban el camión que momentos atrás había atropellado al hijo de ambos. Sin comprender nada de lo que allí ocurría, su madre, Luisa Navarrete Contreras (40 años), se acercó a unos de los funcionarios del Ejército para saber el porqué del alboroto en el sector, pero no recibió respuesta, por lo que decidió consultar a un carabinero quien le aseguró que no había pasado nada, pero que si quería más información, se dirigiera al Hospital Las Higueras, donde efectivamente horas más tarde encontraría el cuerpo sin vida del Jano.

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La muerte de Manuel Rebolledo se produjo en un contexto nacional en el que no había guerra ni dictadura y bajo un gobierno electo por la ciudadanía. Un muerto en plena democracia a manos de agentes del Estado.

A casi un año de ese hecho, recién el 15 de octubre pasado se hizo la reconstitución de escena. La diligencia incluyó nuevas declaraciones por parte de los testigos, mediciones en terreno y un peritaje a las ruedas del camión militar. Llamó la atención la ausencia del imputado Leonardo Medina:

«La presencia de mi representado en esta diligencia no es necesaria, ni es posible, pues lo único que generaría es exponerlo públicamente, sin ninguna garantía ni protección, lo cual vulnera su estado de inocencia», se lee en el escrito enviado al Juzgado de Garantía de Talcahuano por su defensa.

La decisión no cayó bien en la familia de Manuel Rebolledo: “Tener derecho a guardar silencio, no quiere decir que no pueda venir a participar de esto, porque él es el asesino de mi hijo”, dice su madre Luis Navarrete.

Para Carolina Chang, jefa regional en el Biobío del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), organismo que se hizo parte del caso con una querella contra “todos quienes resulten responsables en calidad de autores, cómplices o encubridores”, la muerte de Rebolledo responde a un homicidio:

«Nosotros sabemos que el infante de marina frenó, pero él sabía que el vehículo no se detiene inmediatamente, entonces utilizó el vehículo como un arma», dice la abogada.

Hay varias incógnitas que aún rodean el caso: la falta de pericias consideradas clave en la investigación; las versiones contrapuestas entre las declaraciones de los infantes de Marina y las pruebas presentadas; y las eventuales negligencias en el actuar de los funcionarios de salud involucrados minutos después del atropello del joven. A un año de lo sucedido, estas dudas aún no son resueltas.

Manuel Rebolledo

El polera

La mañana del 24 de octubre de 2019 y bajo un sol abrasador, las calles de Talcahuano fueron testigo del último adiós que cientos de amigos, familiares y vecinos dieron a uno de sus habitantes más activos de la Población Libertad. La caravana era encabezada por una carroza azul que trasladaba el cuerpo del Polera. Detrás caminaban sus padres, Luisa y Manuel, quienes llevaban pintada en la parte posterior de sus ropas la frase: “Los milicos y el gobierno nefasto asesinaron a mi hijo”. Era un símbolo de protesta y dolor.

Los gritos y cánticos fueron tomando fuerza a medida que la multitud avanzaba por la calle Isla Atillo, donde el joven vivió sus primeros años de infancia. “Matar a la gente es su profesión, así le dan a los ricos su protección”, entonaba un grupo de jóvenes. Eran los miembros de la Banda del JP pertenecientes al club deportivo Juventud Porteña, quienes alentaban mientras pasaban por fuera de las instalaciones del equipo de fútbol al cual la familia Rebolledo Navarrete apoyaba desde que el padre de Manuel comenzó a jugar en 1988. Entre bengalas, globos y banderas azules y blancas, los hinchas y amigos se reunieron en un círculo al frente de la carroza fúnebre para recordar a uno de sus integrantes más antiguos. Desde el 21 de octubre, la insignia del club incorpora una cinta negra de luto.

“El Polera era el único de todos los integrantes de La Banda del JP que tenía las cuotas anuales pagadas. Eso refleja su espíritu colaborador”, rememora John Silva (33 años), amigo del Polera de hace más de dos años.

Aunque Manuel no contaba con estudios superiores ni un trabajo formal, siempre buscó la manera de aportar a los ingresos familiares del hogar que compartía junto a sus padres, su hermano menor, su pareja y su hija de un poco más de un año. Solía vender ropa, completos y empanadas para costear los gastos de la casa ubicada en el pasaje Isla Picton, donde la falta de árboles y vegetación en plazas, entremezclados con escombros, basura y un sinnúmero de calles de tierra que se extienden entre pequeñas construcciones a partir de material ligero, configuran un paisaje gris y desolado en medio de una zona rodeada de plantas industriales. Algunas de ellas como Oxiquim y la Refinería Enap, fábricas de productos elaborados a partir de metales como Inchalam, y las principales pesqueras de la zona: Camanchaca Pesca Sur y Frigoríficos Pacific Blu.

A solo unos metros del lugar del atropello y próximos al Cementerio Municipal N° 2 de Talcahuano, el cortejo fúnebre realizó un minuto de silencio que concluyó con el llanto y fuertes aplausos de los asistentes. “Mi hijo era buena persona, ayudaba siempre a mucha gente, pendiente de sus amigos. Salía a protestar porque quería mejores condiciones de vida para todos”, recuerda su padre.

De hecho, el día anterior al atropello que le quitó la vida, Manuel fue arrestado junto a otras 80 personas, a quienes se les detuvo por el delito de robo en lugar no habitado a partir de distintos focos de conflicto ocurridos aquella noche en varios puntos de la ciudad, entre ellos el Sodimac, los supermercados Jumbo y Acuenta, y la Embotelladora Hualpén.

—El elemento en común en las causas de estallido social es que fue como la pesca de arrastre: aquí vino Carabineros, los militares tomaron detenidos a los que estaban parados, mirando y a los que no alcanzaron a correr. Daba lo mismo. Y no significaba que estaban robando, para nada —precisa Gonzalo Benavente (46 años), defensor local y jefe de la Defensoría Penal Pública de Talcahuano.

De esta manera, el día lunes 21 de octubre y después de pasar toda una noche detenido, Manuel Rebolledo fue trasladado junto a otras 13 personas a la audiencia de control de detención en el Juzgado de Garantía de Talcahuano y luego fue dejado en libertad.

A las 14:51 horas abandonó las dependencias del juzgado en dirección a su casa. Según cuenta el defensor Benavente, Rebolledo habría optado por caminar hacia la Población Libertad, en un recorrido que usualmente toma un poco más de 40 minutos a pie. Llegó a su casa a eso de las 16:00 horas. Pero no permaneció allí por mucho tiempo, pues una hora y media más tarde, y tras despedirse de sus padres, salió rumbo a una marcha que se desarrollaría en Concepción. Sin embargo, nunca llegó a la manifestación, pues su camino se cruzó con el de la patrulla de reacción conducida por Leonardo Medina en un confuso incidente que en cosa de segundos provocaría la muerte del joven.

Nada es lo que parece

La defensa del principal involucrado en los hechos, el infante de marina Leonardo Medina, insiste hasta el día de hoy en que lo ocurrido aquel día se trata de un accidente. No obstante, la revisión de documentos judiciales y testimonios, además de un registro de imágenes captadas por las cámaras de seguridad de la pesquera frente a la cual ocurrió el atropello de Manuel, arrojan discrepancias y contradicciones respecto de cómo sucedieron realmente los hechos.

Una de las principales evidencias corresponde al relato de los hechos entregados por los infantes de Marina a bordo del camión, a los detectives de la Brigada de Homicidios de la PDI. Según esa versión, la tarde de ese 21 de octubre de 2019, en medio de una treintena de personas, un pequeño grupo de encapuchados habrían salido desde el interior de la empresa Pacific Blu, la cual habrían saqueado minutos antes. Pero un video grabado por una de las cámaras de seguridad de la pesquera y que fue filtrado por el medio digital Interferencia durante el mes de marzo de este año, muestra solo a tres hombres en el lugar.

En el registro se puede apreciar cómo a las 18:43 horas dos sujetos, entre ellos Manuel, salen desde una de las entradas de camiones del frigorífico, mientras un tercer sujeto se encuentra parado en medio de la Avenida Gran Bretaña. Y a diferencia de los testimonios de los uniformados, no se ve a ningún otro individuo rondando en las cercanías de la empresa además de este trío y una cuarta persona quien deja las inmediaciones minutos más tarde tras la llegada de los militares a las cercanías de ese recinto.

Los uniformados insisten en la idea de que el conductor del camión, tras haber esquivado una “barricada” de no más de tres neumáticos en plena calle, avanzó por el terreno de tierra y al ser alertado por el teniente Ducaud de la presencia de tres personas cercanas al vehículo, este habría frenado para evitar colisionar al joven. Sin embargo, el registro audiovisual muestra que el camión conducido a gran velocidad constante no sufre cambios en su estabilidad ni rapidez a medida que avanza por el sitio baldío. Además, un detalle que llama la atención es que tampoco se percibe la pérdida del equilibrio de los dos infantes que viajaban de pie en la parte posterior del camión, lo que seguramente hubiese ocurrido si el vehículo hubiese frenado de golpe.

Así lo sostiene el abogado defensor de la familia Rebolledo Navarrete, Nelson Villena, quien atribuye al conductor un actuar culposo e intencional: “En los videos se puede ver claramente que el vehículo no iba ni a 10 ni 20 km/h, iba rápido, se sube al sitio eriazo, no disminuye la marcha, no frena e impacta al joven”, afirma el litigante.

Otra de las particularidades del caso se relaciona con las especificaciones entregadas en la declaración realizada por parte de Leonardo Medina, quien habría señalado ese mismo lunes al personal de la PDI que tras haber atropellado a Manuel, él y la mayoría de sus compañeros descendieron del vehículo militar y se acercaron al cuerpo del joven, quien supuestamente llevaba una capucha que cubría su rostro.

Pese a esto, una de las cámaras de seguridad de la pesquera captó que si bien los infantes descendieron del camión apenas se percataron del incidente y algunos se agacharon junto al cuerpo, ninguno de ellos manipuló la cabeza del joven ni retiró la supuesta capucha que portaba. Además, en ninguna parte del informe emitido por la PDI se nombra este elemento o alguno similar entre las pertenencias de Manuel.

Otro de los hechos que llama la atención es la falta de auxilio por parte de los infantes de Marina. Al percatarse del atropello, se bajaron del vehículo y uno de ellos se agachó a un costado de la víctima para verificar el pulso que supuestamente indicaba que el joven se encontraba con vida. Tras permanecer unos segundos junto al joven que yacía en el suelo, el uniformado se paró y se dispersó junto a sus compañeros por el lugar. Manuel no recibió ningún tipo de asistencia médica sino hasta la llegada de una ambulancia casi dos minutos después del accidente, según se puede observar en el video.

Uno de los puntos a los que hace referencia la querella presentada por la familia Rebolledo Navarrete y que genera dudas es lo que se refiere al procedimiento ejecutado por el personal de salud que asistió a Manuel minutos después del atropello y que quedó registrado en las imágenes de una grabación obtenida para esta investigación. En ella se ve cómo una ambulancia del SAMU que aparentemente rondaba por el sector, aparece en el sitio del accidente un minuto después del atropello. El conductor desciende tranquilamente del vehículo y tras acercarse al joven, se ve cómo coloca sus manos en el pecho de Manuel. Al parecer realiza una técnica de primeros auxilios, para luego volver al vehículo. El joven siguió en la misma posición.

Unos segundos después, el mismo paramédico regresó acompañado de otro colega que se encontraba al interior del vehículo de emergencia y tras colocarse a un costado del cuerpo, ambos iniciaron una breve conversación con dos militares que se encontraban en el sector. Mientras eso sucedía, apareció una segunda ambulancia de la cual descendieron otros tres paramédicos quienes supuestamente examinan a Rebolledo en completa calma y luego entre todos lo suben y se dirigen al centro de salud más cercano: el Hospital Las Higueras.

«Es difícil entrar a alguien ya fallecido a Urgencias porque normalmente esto se nota. A veces ocurre por temor a que la persona no esté totalmente muerta o que le echen la culpa a alguien de su deceso, pero es difícil. Hay casos donde se puede hacer porque es un paciente que va lleno de insumos encima y va tapado, entonces te pueden hacer pasar gato por liebre, meterlo rápido al hospital y decir no, si veníamos haciéndole RCP», aclara la enfermera Ximena Maza, quien hace algunos años trabajó en el área más crítica del Hospital Asistencia Pública (Posta Central).

¿Por qué la primera ambulancia que llegó al lugar del accidente no trasladó inmediatamente a Manuel Rebolledo al Hospital Las Higueras? Si bien esta tarea la realizó un segundo vehículo de emergencia ¿por qué los paramédicos dejaron pasar tantos minutos claves antes de transportar al joven?

Según el certificado de defunción emitido por el Registro Civil, Manuel habría fallecido a las 18:58 horas de ese mismo día, sin embargo, permaneció en el sitio eriazo por alrededor de 10 minutos sin ser asistido.

Hospital Las Higueras

A tan solo 1 kilómetro de distancia y a no más de un minuto en auto desde la empresa Pacific Blu, se encuentra el Hospital Las Higueras, ubicado en la calle Alto Horno #777 a escasos metros de la Población Libertad. Por su cercanía con el lugar del accidente, ese centro de salud fue la primera opción de traslado para los paramédicos que asistían a Manuel en ese momento. La ficha de atención obtenida para este reportaje, indica que lo ingresaron a Urgencias poco antes de la 7 de la tarde sin signos vitales. El documento detalla que el paciente atendido por personal del SAMU se encontraba fallecido cuando llegó al recinto.

Paralelo a esto, la familia y amigos de Manuel recorrían los pasillos del hospital en busca de alguna pista que los llevara hacia donde supuestamente estaba su cuerpo. “Cuando llegamos, alcanzamos a ver un cuerpo sin saber que era él. Nos hicieron esperar hasta que nos dejaron pasar y finalmente pude reconocerlo. Según ellos, le estaban haciendo reanimación, pero un camión de tantas toneladas al instante te mata”, dice su madre al revivir ese angustioso momento.

A lo lejos, había visto cómo un grupo de enfermeros ingresaba al recinto un cuerpo similar al de su hijo, y no se iba a quedar de brazos cruzados.

Pero antes debió enfrentar una barrera humana de al menos siete carabineros que se encontraban altamente equipados en la entrada del área de Urgencias donde ella creía estaba el cadáver de Manuel. Llevaban cascos antidisturbios, chalecos antibalas y protectores de piernas y brazos.

La frustración por no recibir ninguna respuesta de parte del personal médico que estaba de turno ese día, llevó a Luisa Navarrete a exigir de forma desesperada una explicación de lo que estaba ocurriendo. Junto a su sobrina Constanza Aburto decidieron averiguar por cuenta propia si Manuel se encontraba realmente o no al interior de las dependencias del hospital. Y violando todas las restricciones impuestas, ambas mujeres ingresaron a escondidas a uno de los sectores de urgencias.

«Fuimos sala por sala abriendo cortinas y no encontrábamos nada. De repente, nos dijeron que Alejandro podría estar en el primer box, pero estaba cerrado. Empezamos a mirar por abajo de una reja y vimos un cuerpo encima de una camilla, mientras que los paramédicos y unos carabineros estaban a un costado reunidos en un círculo. Golpeamos insistentemente la puerta, nos abrieron y entramos a hablar con ellos para saber quién era. En eso lo destapan y ahí recién nos dimos cuenta que era mi primo, el Jano», recuerda la joven.

Lo que Constanza vio en ese momento no lo ha podido sacar de su cabeza. La imagen que hasta ese minuto tenía de Manuel, no se parecía en nada al joven que se encontraba en la camilla, con manchas de sangre en todo su cuerpo, el rostro desfigurado envuelto en gasa, huellas de las ruedas del vehículo militar marcadas en el pecho y sin sus piezas dentales delanteras.

A esa altura, el Hospital Las Higueras ya manejaba una primera hipótesis respecto de la causa de muerte de Manuel tras el impacto sufrido dos horas antes. El informe emitido a las 20:36 horas por el doctor Carlos Troncoso indicaba que el paciente habría sufrido un trauma múltiple de cabeza y ahora sería trasladado a la Unidad de Anatomía Patológica a la espera del peritaje que minutos más tarde realizarían los especialistas de la Brigada de Homicidios de Concepción.

Alrededor de las 21:00 horas un equipo de la PDI conformado por dos inspectores, una médico criminalística, un fotógrafo forense y un profesional encargado de tomar muestras de las huellas dactilares, llegó al hospital e ingresó a la sala donde se encontraba el cuerpo de Manuel custodiado por personal policial, y tras una exhaustiva revisión por parte de los funcionarios de Investigaciones, el examen que finalizó cerca de las 22:00 horas determinó que la causa probable del deceso de Manuel habría sido un traumatismo craneoencefálico, con una data de muerte de entre tres y cuatro horas. Las pericias realizadas descartaron por completo la presencia de impactos balísticos en su cuerpo y de sustancias extrañas en su sangre, como alcohol y drogas. Y en la inspección de sus prendas, no se encontró ninguna especie de valor que pudiese dar indicios de que Manuel habría participado del supuesto saqueo a la pesquera.

¿Ahora qué?

El pasado 9 de julio de 2020, el Polera habría cumplido 24 años. Han sido meses difíciles para sus padres y aunque aún no se acostumbran a la idea de no tener a su lado a su hijo mayor, han hecho todo lo que ha estado a su alcance para exigir justicia y para que su muerte no quede en el olvido. Hasta el momento, ningún funcionario de la Armada ni el mismo alcalde de Talcahuano han ofrecido ayuda a la familia Rebolledo Navarrete después del accidente.

Desde el living de su casa, su esposo cuenta que los últimos meses han significado grandes cambios para el grupo familiar. Su hijo era un pilar fundamental en todo aspecto, pues él y su padre se encargaban de costear el arriendo del hogar, además de los gastos básicos como la luz, agua y mercadería, y desde el fallecimiento de su primogénito todo este peso ha recaído en él, quien se ha visto imposibilitado de trabajar producto de la pandemia, lo que hizo que estuviesen al borde de perder su casa. Pese a esto, afirma que la familia se ha negado a aceptar el dinero involucrado en el acuerdo reparatorio ofrecido por parte de la defensa de Medina, pues para ellos la vida de Manuel no tiene precio.

Hace unas semanas que la familia Rebolledo Navarrete y los integrantes de la Banda del JP perteneciente al club de fútbol Juventud Porteña, se encuentran organizando los preparativos para lo que será el primer aniversario de la muerte de Manuel ese 21 de octubre de 2019. Aún no saben muy bien qué harán, pero quieren recordarlo en grande. John Silva recuerda con nostalgia las bromas, risas y las “ideas locas” de su amigo y comenta que desde ese día nada ha vuelto a ser lo mismo.

«No es lo mismo, falta algo. Es como que te quiten un brazo o una pierna. A nosotros como organización nos mutilaron porque Manuel ya no está presente. Las conversaciones ya no son las mismas. Los meses que han pasado no han sido en vano para nosotros. No mataron a uno, mataron a varios», dice Silva

 

*Este reportaje corresponde al proyecto de título de las autoras, alumnas de Periodismo de la Universidad Diego Portales, dirigido por el profesor Alberto Arellano.

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