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Caballo viejo

Por: Gonzalo Núñez Erices | Publicado: 21.10.2020
Caballo viejo |
Todo parece hasta aquí, en una primera apreciación de los hechos narrados, una escena un tanto infantil: una pelea de niños que se disputan un juguete como si se tratase de un trofeo. No obstante, en la disputa del caballo y su general hay indudablemente una demostración de poder que está enraizado profundamente en la dimensión simbólica de la crisis política y social en Chile.

Durante las manifestaciones del viernes 16 de octubre pasado, la Plaza Dignidad fue nuevamente ocupada por miles de protestantes quienes pintaron de rojo la estatua del general Baquedano montado sobre su caballo. A sus pies se podía observar también un arreglo floral con el mensaje “Por los caídos” como un gesto simbólico con una clara lectura: la pintura que tiñe de rojo el monumento del prócer militar representa la sangre derramada de todas las personas que han sido heridas, mutiladas, vejadas y torturadas en todo Chile por las fuerzas de orden público desde ocurrido el estallido social en octubre del año 2020. Sin embargo, unas horas más tarde, durante la madrugada del sábado mientras gran parte de la ciudad dormía, y bajo el atento resguardo de carabineros, en una acción rápida y eficiente, un grupo de personas, de quienes hasta el momento se desconocen sus empleadores, pintaron nuevamente al general sobre su caballo con los colores tradicionales del monumento. El domingo 18 de octubre, el caballo y su jinete fueron nuevamente pintados de rojo por los manifestantes y, como era de esperar, una vez terminada la protesta, restaurados otra vez.

Todo parece hasta aquí, en una primera apreciación de los hechos narrados, una escena un tanto infantil: una pelea de niños que se disputan un juguete como si se tratase de un trofeo. No obstante, en la disputa del caballo y su general hay indudablemente una demostración de poder que está enraizado profundamente en la dimensión simbólica de la crisis política y social en Chile.

Las estatuas y monumentos repartidos en las calles de las ciudades representan los logros culturales e hitos históricos que tejen la identidad colectiva de sus habitantes. El general glorificado sobre su caballo participó muy joven en la guerra contra la Confederación Perú-Boliviana, en el año 1838. Luego de mostrar habilidades militares, fue enviado en 1868, al mando del Regimiento Cazadores a Caballo, a defender la ocupación de la Araucanía frente a los levantamientos mapuches. Sus méritos bélicos finalmente lo llevaron a servir con el rango de general en Jefe del Ejército durante la Guerra del Pacífico que se había iniciado en el año 1879.

El estallido social, entre sus múltiples dimensiones, es también una fuerza refundacional que incluye la resignificación y apropiación popular de los propios héroes y glorificaciones. La estatua del general Baquedano, y que da nombre también a la plaza donde se encuentra erigida, representa la tensión entre fuerzas que conservan una institucionalidad tradicional y fuerzas de des-institucionalización. La memoria histórica institucional chilena, con sus representaciones en monumentos, plazas, esculturas, calles y edificios, está en gran medida definida por una oligarquía cívico-militar que ha construido una imagen de identidad nacional, entre otras cosas, sobre la base de los héroes de batallas y guerras. El 18 de octubre de 2019 estalla una revuelta que también revoluciona el orden de lo simbólico: hay una renuncia y una resistencia a aquellos ídolos que han sido institucionalizados por una élite y que no representan, necesariamente, la búsqueda de una identidad popular sin las banderas de patriotismo y nacionalismo izadas por las guerras. Resulta interesante leer al comunicado oficial del Ejercito respecto a los daños causados al monumento:

Resulta sorprendente e incomprensible que el monumento que el propio el Estado de Chile erigió en reconocimiento a su ejemplar carrera militar y vida personal dedicada a la patria, su memoria sea vulnerada por la actitud de algunas personas que vuelcan su resentimiento y frustración, sobre símbolos que representan a cada uno de los chilenos.

La institucionalidad, el poder oficial y tradicional, es incapaz de comprender que sus símbolos y pilares históricos están siendo desafiados por una ciudadanía que no reconoce pertenencia en ellos. En este sentido, el comunicado refleja una institucionalidad dolida que no puede comprender que la propia ciudadanía -no los enemigos en la guerra- sea quien mancille al general. No es capaz (ni nunca lo podrá ser) de comprender que el problema estriba en que, con la historia de ídolos institucionales propios, hay una apropiación ilegítima de la memoria completa de un país.

Simón Díaz, músico y poeta popular venezolano, escribió una canción llamada «Caballo viejo» en la cual uno de sus versos dice:

Caballo le dan sabana / porque está viejo y cansado, /pero no se dan de cuenta / que un corazón amarrado / cuando le sueltan la rienda / es caballo desbocado.

En el llano venezolano, darle sabana a un caballo significa dejarlo libre porque ya ha trabajado mucho. Al caballo del general le dan sabana porque está ‘viejo y cansado’: ya no tiene la fuerza que su historia institucional le exige y no se da cuenta que ahora, con la crisis social, es un caballo desbocado.

Gonzalo Núñez Erices