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El plebiscito, la posibilidad de un cambio histórico para Chile

Por: Manuel Antonio Garretón y Faride Zerán | Publicado: 23.10.2020
El plebiscito, la posibilidad de un cambio histórico para Chile Plebiscito | Agencia Uno
Cuando los esquemas se alargan demasiado en el tiempo, se empieza a pensar que durarán para siempre. Así nos ocurrió en Chile con el legado neoliberal que nos dejó la dictadura, con todas las trampas y amarres diseñados expresamente para ese fin.  Algunos y algunas (los menos) se alegraron, pensando que vivían en el mejor de los mundos.  Otras y otros (los más) lo asumieron con amarga resignación, salvo aquellos destellos de rebeldía que nunca se terminaron de extinguir.  Hasta que llegó el 18 de octubre de 2019, justo 30 años después del cierre del ciclo dictatorial, y la sociedad chilena estalló por los cuatro costados.

Un año después, y tras ocho meses de pandemia que trajó significativas consecuencias sanitarias, sociales y económicas, la masividad retorna a las calles con la conmemoración del 18 de octubre. Con el plebiscito ad portas, como un hito histórico en nuestro país, las expectativas se multiplican, así como la ansiosa pregunta por qué país se empezará a construir desde el día 26 de octubre y cuáles serán las consecuencias políticas y sociales tras el resultado.

Hace un año, la confianza en un periodo de transformaciones, con una ciudadanía activa parecía impensable. Cuando los esquemas se alargan demasiado en el tiempo, se empieza a pensar que durarán para siempre. Así nos ocurrió en Chile con el legado neoliberal que nos dejó la dictadura, con todas las trampas y amarres diseñados expresamente para ese fin.  Algunos y algunas (los menos) se alegraron, pensando que vivían en el mejor de los mundos. Otras y otros (los más) lo asumieron con amarga resignación, salvo aquellos destellos de rebeldía que nunca se terminaron de extinguir.  Hasta que llegó el 18 de octubre de 2019, justo 30 años después del cierre del ciclo dictatorial, y la sociedad chilena estalló por los cuatro costados. Y recordamos que la historia la hacíamos las personas, o como se decía en otros momentos emblemáticos, «la hacen los pueblos», no sólo los esquemas de dominación.

Ante esta nueva etapa en nuestra Historia, sabemos que así como se abre una posibilidad inédita de escribir una Constitución en un proceso democrático, a partir de la decisión popular, también son múltiples los riesgos y las dificultades propias de las condiciones materiales y de las correlaciones de fuerza del Chile actual. Llegamos a esta situación con una creciente fragmentación política, propia de un ciclo que se caracterizó por la distancia entre la política y la sociedad, una crisis de legitimidad de las instituciones y una profunda desigualdad fruto de las transformaciones neoliberales. Las movilizaciones sociales de las últimas dos décadas fueron exponiendo las consecuencias del modelo y con ellas politizando a un conjunto de generaciones formadas en el Chile neoliberal, que se expresarán en la revuelta de octubre.

El proceso constitucional  -más allá de las suspicacias legítimas que levantó- es el intento por canalizar políticamente la crisis social, y es, junto a la revuelta y las movilizaciones que le antecedieron, la posibilidad de reconstruir, en un momento que se inicia con el plebiscito de este domingo, los vínculos entre lo político y lo social.  De ahí que, lo que está en juego en el plebiscito, vaya mucho más allá de si se  legitima o no un proceso institucional. El voto será una declaración y valoración política de la sociedad sobre los últimos 30 años, del gobierno actual y su abordaje de la crisis social y pandémica y, de cambios para el futuro. La superación de la abstención, con una masiva expresión en las urnas, además de consolidar una senda institucional, inaugurará un proceso de deliberación política sobre un futuro común.

El plebiscito es del pueblo del 18 de octubre y los partidos políticos tienen que ser parte de esa mayoría, sin apropiarse del triunfo que obtenga esa mayoría. Sólo así podrán respaldar sus declaraciones con acciones claras que cimenten nuevos términos de entendimiento con la sociedad en el camino hacia la constituyente.

Luego del plebiscito, las  principales energías deberán concentrarse en la construcción de una apuesta programática antineoliberal que se exprese en una lista de convencionales constituyentes, con la voluntad de cambio expresado el 18 de octubre y en sus anhelos de dignidad. La construcción de la propuesta de nueva Constitución debe nacer con una amplia participación social y popular, con los contenidos y conclusiones de los cabildos y asambleas, que se proyecten durante todo el proceso. La izquierda y las fuerzas por el cambio deben favorecer este proceso participativo, sin suplantar el protagonismo popular, fomentando un proceso de participación descentralizado que converja en un encuentro nacional previo al inició de la convención. Ello junto con empujar mecanismos institucionalizados de participación durante la convención.

En esta etapa abogamos por la más amplia unidad social y política, pero creemos que esta debe realizarse en torno a definiciones programáticas constitucionales con orientación anti neoliberal, democrática y participativa, que tenga como protagonista a la ciudadanía, a los movimientos sociales, al pueblo del 18 de octubre. Se debe partir por reconocer en la sociedad el fundamento de legitimidad en la construcción de una nueva Constitución. Una unidad elitista basada en ingenierías electorales, sin contenidos, sin sociedad ni pueblo es el camino más seguro para frustrar las posibilidades de cambio que se han abierto, e implicaría reeditar formas de acción política contra las cuales la sociedad se rebeló.

El protagonismo de la sociedad y su expresión política es clave para el éxito del proceso constituyente que se abre con posterioridad al plebiscito, y es la vía para seguir escribiendo una nueva historia.

*Esta columna fue escrita en conjunto por Manuel Antonio Garretón, Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales; Carlos Ruiz Encina, Sociólogo y presidente Fundación NODOXXI; Faride Zerán, Premio Nacional de Periodismo; Ernesto Águila, académico vinculado a Plataforma Socialista; Julio Pinto, Premio Nacional de Historia; y Camila Miranda, Directora Fundación NODOXXI.

Manuel Antonio Garretón y Faride Zerán