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OPINIÓN| Emprendimiento: En busca de otras miradas

Por: Alejandro Godoy | Publicado: 29.10.2020
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Ser emprendedor hoy en día es una identidad colectiva que se levanta paradójicamente casi como una propuesta alternativa al «ser empresario». Caracterización que, como bien sabemos, no goza del mayor aprecio público por estos días. Las personas, por el contrario, ven en el emprendimiento valores positivos (modernidad, creatividad, innovación, trabajo colaborativo, respeto por el medioambiente, etc.) y buscan asociarse a ellos.

No cabe duda que desde hace algunos años, las ideas e historias asociadas a los conceptos de emprendimiento y emprendedores concitan el interés de la agenda pública y, por lo mismo, de los medios de comunicación.

Es justo señalar que evidentemente el emprendimiento «tiene buena prensa” y como consecuencia, también los emprendedores.

En Chile, según el INE, hay más de dos millones de personas que se definen a sí mismos como emprendedores o microempresarios. Ese número, ciertamente, va a ir en aumento producto del incremento en las tasas de desempleo que surgen como resultado de la actual crisis sanitaria y económica, consolidando el emprendimiento como la actividad laboral (o gremio) más extendido en el país.

Lo anterior se vincula también a que el emprendimiento y sus dinámicas han creado un amplio marco identitario sobre el cual se construyen importantes grupos de referencia y pertenencia. Ser emprendedor hoy en día es una identidad colectiva que se levanta paradójicamente casi como una propuesta alternativa al «ser empresario». Caracterización que, como bien sabemos, no goza del mayor aprecio público por estos días.

Las personas, por el contrario, ven en el emprendimiento valores positivos (modernidad, creatividad, innovación, trabajo colaborativo, respeto por el medioambiente, etc.) y buscan asociarse a ellos.

Por lo mismo, las historias de desempeño, impacto y trascendencia de emprendimientos y emprendedores han ido adquiriendo cada vez mayor presencia en los medios de comunicación. Tanto en los tradicionales como en nuevos medios digitales, algunos de los cuales han adoptado el quehacer emprendedor como su principal (e incluso único) eje temático y de cobertura.

Ahora bien, en ese mismo panorama, existen ciertos elementos en común que marcan la forma en que el emprendimiento es cubierto y expuesto por la gran mayoría de los medios.

Fundamentalmente, estos se remiten a cubrir y narrar historias de éxito (que den cuenta básicamente de que «los sueños son posibles») o historias de fracaso y resiliencia (que puedan inspirar a los que aspiran algún día a ser cubiertos por las primeras). Es decir, éxito e inspiración.

Por supuesto, en el tiempo han surgido nuevas propuestas para el desarrollo de contenidos en tonos más formativos o de apoyo concreto al quehacer emprendedor en sus diversas dimensiones, pero ciertamente el relato que se busca construir, tanto desde el discurso oficial, como desde la gran mayoría de los medios tradicionales (que rara vez se apartan mucho del anterior) es uno solo: Todos pueden emprender. Todos pueden tener éxito. Es solo cuestión de ingenio y esfuerzo. Y si has tenido un traspié, de resiliencia.

Hoy tenemos el privilegio de vivir en una época de grandes transformaciones, de quiebres de paradigmas y de profundos cambios sociales, ante cuyas consecuencias o resultados solo podemos estar optimistas y expectantes.

El mundo de los negocios o del emprendimiento evidentemente no puede estar ajeno a lo anterior. Es más, en una sociedad donde el rol de la iniciativa privada se encuentra tan arraigado como en la nuestra, debiese estar mandatado a ser un protagonista de dichos cambios.

Por eso urge la necesidad de ampliar las miradas respecto al quehacer emprendedor.

El emprendimiento es, además de un concepto que está resultando más democrático e integrador que una serie de experiencias y promesas ideológicas del pasado, una vía que promueve y facilita, no tan solo una incipiente movilidad social, sino también, que el desempeño femenino adquiera un protagonismo claramente más homogéneo y reconocible que lo que ha tenido hasta ahora.

Por lo mismo, el emprendimiento no puede ser reducido solo a historias de éxito o fracaso.

En términos concretos, un emprendimiento solo puede surgir desde el descubrimiento de una necesidad o problema que pueda ser solucionado de forma comercialmente eficiente y económicamente rentable. Por lo tanto, la primera competencia que un emprendedor debe desarrollar y exhibir es la capacidad de mirar críticamente su entorno y no conformarse con las soluciones existentes, logrando empatizar en el proceso con quienes están padeciendo dichos problemas.

De esa forma, el emprendimiento es también inconformismo, rebeldía, destrucción de viejos paradigmas y construcción de otros. Búsqueda de nuevas formas de creación de valor que resulten en una transformación de nuestra matriz productiva; desarrollo de nuevas formas de comprensión de los procesos de consumo, de la relación de los habitantes con su entorno, de la relación de las empresas con el medioambiente y la sociedad, de la integración del Estado con la iniciativa privada, etcétera.

A modo de síntesis, el emprendimiento está en la base de la exploración de nuevas formas de construir la relación de los ciudadanos con los medios de producción y distribución de bienes y servicios, es decir, de la búsqueda de un nuevo modelo de desarrollo económico. Y eso, ad portas de iniciarse en nuestro país un Proceso Constituyente es mucho, pero mucho más que historias de éxito e inspiración.

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