Avisos Legales
Opinión

Incertidumbre post plebiscito

Por: Héctor Vera | Publicado: 31.10.2020
Incertidumbre post plebiscito Diputados de la oposicion tras el plebiscito | Foto: AGENCIA UNO
De ocurrir que los constituyentes sean una clonación de los actuales dirigentes políticos, nos llevaría a prolongar y a profundizar la crisis nacional y abrir el abismo de un Estado vivenciado como ilegítimo. De desdoblarse el mundo político en “los constituyentes”, aunque la mitad sean mujeres, será la señal inequívoca del nuevo fraude político que todos tememos. De repetirse el esquema político actual, no cesarán las protestas y aparecerán nuevas formas de violencia que afectarán el bienestar social y deteriorarán la economía en todos sus niveles. Y no tendrá ningún valor si tenemos una nueva o una vieja Constitución.

La principal incertidumbre para la sociedad chilena, luego del contundente triunfo del Apruebo una nueva Constitución, reside en saber si tendremos o no una mayor tranquilidad social que en el periodo precedente y cuál será la dimensión de los cambios que se alcanzará.

El debate de si tendremos un Estado semipresidencialista o parlamentario, centralizado o federativo, con poco o mucho reconocimiento de los pueblos originarios, con qué tipo de equilibrio de poderes, con qué derechos garantizados, puede ser menos inquietante que saber si los redactores de la nueva Constitución contarán o no con la confianza social.

Esta confianza es fundamental para superar la crisis política que se vive en Chile. Es decir, se deben construir caminos adecuados para superar la contradicción entre la élite político-empresarial de un lado y la sociedad despojada de sus poderes y sus expectativas del otro. Sólo una instancia constituyente más amplia y diversa que la que está en el actual Parlamento, dará garantía de fe pública y paz social. Está pendiente en el Senado la fijación de condiciones que tendrán los independientes para postularse como Constituyente y en el Parlamento la cuota y modo de representación de los pueblos originarios. Resolver en buena forma estos temas es central para la paz y el progreso social de la sociedad.

Recordemos brevemente las masivas manifestaciones medioambientalistas, las demandas de Magallanes, de Freirina o de Ventanas, las protestas de los pingüinos, de los universitarios, las masivas marchas del movimiento NO+AFP, el potente movimiento de las mujeres o también los juicios de corrupción por el caso Cascadas, Soquimich o Penta, los fraudes de Carabineros y del Ejército y un largo etcétera.

La respuesta institucional a estas demandas sociales, y los juicios para los corruptos, ha sido escamotear o negar las medidas de corrección que satisfagan las demandas y que sancionen efectivamente la corrupción, las desigualdades y los abusos empresariales y estatales. En especial, en las comunas más pobres es donde se ha manifestado con mayor claridad la necesidad de cambiar. Sólo un puñado de comunas parecen estar conformes con la realidad actual.

Distintos presidentes, parlamentarios, jueces, partidos políticos, empresarios, optaron sistemáticamente por el simulacro, la componenda, el engaño o la postergación de las decisiones para favorecer el mundo laboral, durante más de 30 años de la llamada “recuperación democrática o transición”.

La rebelión popular del 18 octubre 2019 o estallido social se produce por la acumulación de muchas frustraciones que vienen desde el comienzo del gobierno de Aylwin. Al mes de llegado al cargo presidencial, Aylwin decretó la desnacionalización de las mineras, que la dictadura había mantenido sin cambiar desde el gobierno de Salvador Allende. Se empezó a encapsular el mundo político, separándose de la sociedad que le daba sustento y que tenía el sello de la lucha contra la dictadura. Y se archivaron los proyectos de cambio constitucional que tenían los partidos anti dictadura.

De esta manera se fueron rompiendo muchas promesas y la alegría se suspendió. Se privatizó el agua con Eduardo Frei Ruiz-Tagle y Ricardo Lagos, y se protegió a Pinochet de la justicia, se le empezó a dar camino al lucro en las universidades privadas, prohibido en la Ley LOCE de Pinochet.

También se privatizaron las carreteras, las cárceles y se diseñó el Transantiago, con Ricardo Lagos Escobar, y se entonces él nos dijo que ya teníamos nueva Constitución. De este modo se fueron incumpliendo –por parte del mundo político, judicial y empresarial– las demandas sociales, mientras se agudizaba la desigualdad y los abusos empresariales. Los gobiernos de Michelle Bachelet no lograron cambiar las tendencias descritas.

La posibilidad, ahora cierta, de redactar una nueva Constitución, ha sido el camino que ha canalizado gran parte de las expectativas sociales y es lo que nos mantiene a los chilenos con la esperanza de cambio del lamentable y largo pasado y presente político nacional.

Seguir jugando, de parte del mundo político institucional y del empresariado, al simulacro y al engaño público en las nuevas etapas electorales que se vienen para conservar sus privilegios sólo puede llevar al caos social, económico y político. Las reformas que se vienen pidiendo en las protestas populares no pueden quedar sin realizarse porque la frustración seguiría siendo el ADN del Chile contemporáneo.

La respuesta o la clave a la interrogante de si los chilenos sabremos superar la crisis sociopolítica que vivimos la tienen centralmente los partidos políticos de centro y de izquierda.

Así lo sostiene y formula el destacado y experimentado analista político Jorge Arrate, en un conversatorio virtual reciente. Arrate fue presidente del Partido Socialista, ex ministro de Educación y del Trabajo en los gobiernos concertacionistas y piensa que el plebiscito abre para el país una tremenda oportunidad de progresar y de ampliar la democracia, moderando el rol del mercado. Pero esto ocurrirá siempre y cuando los partidos políticos sean generosos en facilitar o apoyar a los integrantes de las organizaciones sociales a ser parte de la Convención Constituyente que se votará el 11 de abril 2021.

La derecha, que tiene un instinto endógeno muy desarrollado, ha anunciado estos días, por medio de Renovación Nacional, que piensa postular a una hija de Desbordes, actual ministro de Defensa, y a una hija del presidente Piñera para redactar la nueva Constitución. A esto se agregan posibles candidaturas de subsecretarios y de ministros. Sería una provocación al voto abrumadoramente mayoritario del Plebiscito.

De ocurrir que los constituyentes sean una simple clonación de los actuales dirigentes políticos, nos llevaría directamente a prolongar y a profundizar la crisis nacional y abrir el abismo de un Estado vivenciado como ilegítimo. De desdoblarse el mundo político en “los constituyentes”, aunque la mitad sean mujeres, será la señal inequívoca del nuevo fraude político que todos tememos.

De repetirse el esquema político actual, no cesarán las protestas y aparecerán nuevas formas de violencia que afectarán el bienestar social y deteriorarán la economía en todos sus niveles. Y, en este caso, no tendrá ningún valor si tenemos una nueva o una vieja Constitución.

Este escenario no deseado puede evitarse si esta vez, al menos la mayoría de los partidos políticos, comprendiera que es la hora de abrirse sinceramente a las nuevas voces sociales y renunciar a controlar todos los procesos. Debieran facilitar las postulaciones independientes y apoyar a la Constituyente a verdaderos dirigentes vecinales, ambientalistas, universitarios y científicos, pensionados, sindicalistas, deportistas, artistas y pueblos originarios.

Es momento de escuchar a los oprimidos y postergados, de dar un lugar institucional a quienes han estado fuera del poder, a los millones de personas que dejaron de ir a votar, que es más de la mitad de los electores. También es de esperar que los elegidos estén en contacto permanente y abierto con sus votantes, hagan consultas públicas, cabildos, reuniones y no se encierren en un debate negociador que los desperfile de sus compromisos de cambio social y político.

Si este importante y decisivo gesto no se concreta de parte de los partidos políticos, y las fuerzas del cambio social quedan reducidas o fuera de la representación para redactar la nueva Constitución, los que han movido el cambio social tendremos en Chile, en vez de la utopía de una sociedad de paz, justa y sana, la distopía en plenitud y estaremos en el lugar donde nadie quiere estar: el descontrol político y la anarquía. Todavía hay una puerta de salida. ¿Lo entenderán los partidos políticos chilenos y los propios constituyentes?

Héctor Vera