Lo anterior, hace necesario detenerse y mirar con especial agudeza el proyecto de “Continuidad Operacional de Cerro Colorado”, más aún cuando existe una historia de afectación humana -que hasta ahora- ha permanecido absolutamente invisibilizada, hablamos de la localidad de Quipisca, que se encuentra directamente en el área de influencia de la mina, a sólo 7 kms., de las obras.
Wilfredo Bacián, Presidente de la Comunidad Quechua de Quipisca, señala: “El botadero se encuentra a unos 6 kms., de los suelos agrícolas, río arriba de la comunidad, y pese a que la empresa sabe de la gravedad que conlleva este hecho, sólo se limitó a remover los desechos, pero no a retirarlos, por tanto el peligro para nosotros y nuestros cultivos persiste”
Historia Repetida
Bacián, comenta que esta situación no es nueva, en el año 2012 en uno de los tantos recorridos que hacen sobre su territorio, se dieron cuenta que el Botadero Norte había colapsado depositando material en la quebrada, el que posteriormente fue arrastrado por las aguas lluvias, llegando hasta los suelos agrícolas y a la vertiente: “Denunciamos esta situación al Seremi de Medio Ambiente de esa época, y producto de esta denuncia, la Empresa (Cerro Colorado), presentó un proyecto de encauzamiento del río en ese tramo de la quebrada. El proyecto fue aprobado en mayo de este año, mediante una Declaración de Impacto Ambiental, pese a que como Comunidad Quecha de Quipisca insistimos en que, dada la magnitud de la intervención, se debía realizar Consulta Indígena, ya que habían elementos suficientes para que el proyecto se sometiera a un Estudio de Impacto Ambiental, solicitud que fue desechada por las autoridades pertinentes. Entonces, pedimos ser parte de un proceso de consulta ciudadana, para al menos así, poder presentar observaciones; lamentablemente la autoridad de ese entonces nos dijo que legalmente no era viable”.
Para Wilfredo “Resulta angustiosa la indolencia de las autoridades y de la empresa, que pese a estar al tanto de este nuevo derrame desde hace ya cinco meses, no han hecho nada por evitar un posible desplazamiento de estos desechos tóxicos hacia nuestros suelos agrícolas y nuestras fuentes de agua. Impresiona la falta de diligencia y seriedad de las autoridades en no abordar este problema. Se nos excluye de participar en los proceso de consulta, no se nos permite aportar con nuestros conocimientos y experiencias, sólo nos han puesto obstáculos. ¿Qué pasará cuando llegue el invierno altiplánico y todo este material termine contaminándolo nuestras tierras, nuestra agua?, ¿Quién se hará cargo?»
Cabe señalar que la totalidad de las familias que viven en Quipisca se abastecen de agua proveniente de la vertiente, lo cual devela la alta dependencia de los habitantes del valle de los afluentes naturales presentes en la quebrada, de los cuales extraen sus aguas tanto para regadío como para consumo humano.