La matanza anual de miles de delfines para comercializar su carne y traficar ejemplares vivos para cautiverio ha sido un tema de creciente repudio internacional, en particular desde el estreno internacional del galardonado documental “La Ensenada” (The Cove), el cual expone la crueldad con que los delfines son asesinados y los riesgos de salud que conlleva el consumo de carne de delfín como consecuencia de sus elevadas concentraciones de mercurio.
Organizaciones ecologistas se encuentran promoviendo por internet y redes sociales como Facebook una campaña internacional contra la matanza de delfines en Taiji (Japón) para los días 31 de agosto y 1 de septiembre.
La Industria del cautiverio
La industria del cautiverio para acuarios y parques acuáticos es la principal razón de la captura: se estima que por un delfín muerto se pagan unos 600 dólares, mientras que por un delfín vivo se pueden obtener más de 150.000 dólares. El negocio derivado de la captura y tráfico y alquiler de delfines es de considerable magnitud; lo encabeza Estados Unidos con unos 9.000 empleos asociados a la actividad, con un presupuesto anual estimado en 350 millones de dólares.
Debido al exceso de ruido y trabajo, los productos químicos utilizados para el tratamiento del agua, el aislamiento y otros inconvenientes existe una elevada tasa de mortalidad en acuarios, como consecuencia de las muertes por estrés y suicidios de los delfines, las cuales son sistemáticamente ocultadas al conocimiento del público. En su hábitat natural un delfín vive alrededor de 50 años, mientras que en cautiverio tienen un promedio de vida de 6 años. Por ello, desde hace un par de años, Chile y otros países como India, Hungría, Chipre, Eslovenia y Costa Rica han prohibido la exhibición comercial y espectáculos con delfines.