Así, todo parece indicar que los esfuerzos internacionales para frenar el fenómeno no han sido suficientes, ya que de acuerdo al secretario adjunto de la OMM, la tendencia de las temperaturas se mantienen constantes.
“Las proyecciones para noviembre y diciembre indican esto, y para mayo del próximo año, no será diferente”, aseguró Jeremiah Lengoasa en una conferencia de prensa en Lima, en el marco de la Conferencia de las Partes sobre el cambio climático (COP20).
Un punto esencial es que todos estos efectos climáticos repercuten en impactos sociales y económicos, que afectan en mayor medida a países con un menor ingreso per cápita, o que se encuentran en situaciones desfavorables geográficamente para enfrentar el cambio climático. Un ejemplo de ello es la República de Maldivas, que con una altura máxima de 1,8 metros sobre el nivel del mar, la convierten en la nación más plana del mundo y en una zona con alto riesgo de inundaciones.
De acuerdo al Centro de Monitoreo de Desplazados Internos (IDMC, por sus siglas en inglés), en el año 2013 unas 22 millones de personas fueron desplazadas de sus comunidades debido a desastres naturales, siendo el 88,1 por ciento de Asia y un 8,1 por ciento de África. En el año 2010, la cifra superó los 42 millones de desplazados.
Respecto a esta situación, Paulina Aldunce, investigadora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2, de la Universidad de Chile, ha sido clara en señalar los impactos de catástrofes naturales sobre poblaciones vulnerables.
Por otra parte, existe un efecto económico asociado, y que naturalmente se traduce en perjuicios sociales como pérdidas de fuentes laborales, menores ingresos, etc. Un dato claro que pone en evidencia esta situación fue el que elaboró el Banco Mundial el 2008.
De acuerdo a la institución, los países con altos ingresos poseen un sector agrícola pequeño, que representa en promedio un 1,5 por ciento del PIB total. Sin embargo, esta situación es radicalmente opuesta en las naciones que tienen ingresos bajos, donde el sector agrícola representa, en promedio, un 27,2 por ciento del PIB, mientras que para América Latina y el Caribe la cifra alcanza el 5,5 por ciento.
Respecto a esta situación, Nicholas Stern, destacado economista británico y autor del llamado “informe Stern”, ha señalado que “el cambio climático tendrá un impacto desproporcionadamente perjudicial en los países en vías de desarrollo”. Este hecho se relaciona con la alta dependencia económica de estos países a la explotación de la naturaleza, las que se han denominado “economías extractivitas.
De acuerdo al informe Stern, un aumento en la temperatura entre 2 y 3 grados Celsius a nivel global, aumentarían entre 250 y 550 millones las personas con riesgo de hambre, ubicándose más de la mitad de ellos en África y Asia Occidental. Y según el libro “Cambio climático y desigualdad, de Francisco Pinto, estas zonas son especialmente preocupantes porque “la baja de rendimientos agrícolas es mayor y las personas dependen más fuertemente de la agricultura y poseen ingresos insuficientes”.