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A Un Año del Mayo Feminista: El Feminismo Biologicista, la pregunta por la sujeta política del feminismo

Publicado: 18.05.2019

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La visita de Judith Butler el mes pasado, académica feminista y principal expositora de la Teoría Queer, nos deja con más preguntas que respuestas. Butler habló como si hubiera estado siempre en guardia, con demasiada consciencia de las consecuencias inmediatamente políticas de sus respuestas, lo que obstaculizaba la reflexión, que es también parte de la construcción de un movimiento feminista sólido y transformador. Así, este volcamiento a hablar de feminismo en esos términos, implicó que muchas de las preguntas que el movimiento social feminista se ha estado haciendo, las diversas tensiones que se presentan en este, no fueron respondidas. Entre estas, estaba la pregunta por el feminismo identitario, por la definición de la sujeta política del feminismo, y en esto, Butler no profundizó, y, conociendo su desarrollo teórico, ésta es una de los aspectos más decepcionantes de su visita.

En el foro del viernes 5 de abril, Emilia Schneider, estudiante trans de la Universidad de Chile, le preguntó a Butler sobre la tensión entre un feminismo identitario y biologicista, que entiende que sólo las mujeres biológicas son las víctimas del patriarcado y, por ende, las únicas sujetas políticas del movimiento, frente a un feminismo que entiende a las compañeras trans como parte de la lucha. Esta no es una pregunta puramente conceptual o académica, esta fue una tensión real que se vivió al interior del Mayo Feminista del año pasado. Ante la pregunta de cómo definimos a la mujer, la respuesta de Butler fue que no es algo definible, y que no deberíamos concentrarnos en esa pregunta. Esta es una respuesta que parece muy consciente del modo en que nuestros adversarios pueden aprovecharse de cada cosa que digamos. Pero ¿cómo no va a ser relevante? Están ocurriendo procesos sociales que rompen con la concepción tradicional de una mujer, tanto del feminismo, luchando contra a los estereotipos de género que relegan a las mujeres a las materias de cuidado y sumisión, como del trans-activismo, luchando en contra de una visión biologicista del género. ¿Cómo nos vamos a contentar con una respuesta que no dice nada respecto a esta disyuntiva, que, básicamente, nos manda a quedarnos tranquilas y no pensar en cosas complejas? La resolución de estas tensiones no ocurrirá con este tipo de respuestas tibias de parte de una de las principales expositoras de una teoría crítica respecto a la sobrevivencia del género.

Hoy, hay una contradicción aparente a la que tenemos que dar respuesta, para no caer en un feminismo identitario, trans-excluyente, porque el dejarlo sin respuesta, el no poder contra-argumentar, es darle la razón a ese feminismo. Porque, la verdad, es que el argumento identitario es inicialmente convincente. El feminismo busca emanciparnos de roles y estereotipos de género, donde los cuerpos anatómicamente femeninos deben conformarse a un rol: ser una mujer sumisa, cosificada sexualmente, cuyo propósito es solo servir al placer sexual del hombre, y ser su “acompañante”, darle hijos (sin recibir placer del acto sexual), para la continuación de la especie. Esta es la mujer del maquillaje, de las joyas, de las ropas, en definitiva, la mujer femenina, o, como le llama Germaine Green, “la mujer eunoca”. Si el feminismo busca emanciparnos de esto, dirían las feministas identitarias biologicistas, ¿cómo puede ser compatible con identidades que se definen por referencia al estereotipo subyugado? Cuerpos que se identifican con ese estereotipo, que buscan expresarse mediante él. Y ese argumento, el argumento donde cuerpos biológicamente masculinos identifican lo “femenino” o definen a “la mujer” según el estereotipo del que tratamos de emanciparnos… es convincente.

Pero hay algo más que decir respecto a esto, y es por eso que Butler pudo haber dado una respuesta mucho más asertiva desde su elaboración teórica. Porque hoy, que ese rol de género, ese estereotipo de lo femenino, pueda ser apropiado por cuerpos anatómicamente masculinos, demuestra que los roles y estereotipos de género no tienen un fundamento biológico. Entonces el haber nacido con vulva o con pene no dictamina tu desarrollo personal. No determina cómo te quieres vestir, cómo quieres hablar, cómo te quieres mover, cómo quieres vivir tu vida. Este divorcio entre el estereotipo cultural de género, y su pretendida base biológica, nos permite avanzar y argumentar a favor de esta emancipación. Es un paso necesario que dar, para que un género no oprima ni subyugue al otro.

Porque, además, hay que considerar otro aspecto en la discusión. Si un niño o niña no se siente cómodo/a con su género y quiere explorar otras formas de expresarse, hoy no existe esa libertad. Hoy no hay un paradigma no binario consolidado, o eres uno o eres lo otro. Entonces, hay condiciones materiales que no te permiten, o te dificultan, expresarte como realmente quieres. Porque hoy matan y agreden a las personas que no se conforman con eso. Entonces, es entendible el querer pasar de un polo al otro polo del binarismo. Es entendible buscar conformarse con el sistema binario, al menos en las apariencias. Es entendible buscar no despertar la violencia patriarcal. Es entendible evitar conductas heroicas. Los héroes son héroes porque es entendible no querer ser uno. Por eso, el nuestro no es un tiempo en que podamos criticarles a las personas trans que se conforman con uno u otro estereotipo de género.

La transexualidad es un paso necesario para una verdadera deconstrucción del género, para superar el paradigma binario, porque nos permite el divorcio entre lo físico, lo anatómico, lo biológico, y lo cultural, los estereotipos y construcciones de roles. Es una manera de denunciar que el género no es reducible a la biología. Pero para poder, efectivamente, deshacerte de un paradigma binario del género debes acompañar eso con otros elementos: con una educación que deje de criar a niños como “hombres” y niñas como “mujeres”, un modelo económico que no dificulte la entrada de las mujeres en el ámbito laboral, con trabajos flexibilizados y precarios si es que logran insertarse, y que, por lo tanto, las dejan relegadas al ámbito privado, donde son dependientes por completos de los hombres en la familia, y, por último, una verdadera autonomía sobre nuestros cuerpos, donde tengamos la información que necesitamos para decidir sobre nuestra sexualidad, cómo la vivimos y expresamos. Entonces, el divorcio del estereotipo cultural arraigado en el materialismo anatómico de los cuerpos es el primer paso para que veamos y hagamos patente el hecho de que esta subyugación es cultural, y que como tal podemos erradicarla. Pero este cambio no vendrá sólo, y no vendrá por el mero cuestionamiento del paradigma binario, sino que vendrá acompañado de un cambio en las instituciones sociales que dictan nuestro día a día, nuestra forma de movernos en el mundo y sus instituciones.

Es por esto que la transexualidad no es opuesta a la emancipación de los géneros. No es que valide y reafirme aquellos estereotipos patriarcales opresores. Sino que cuestiona su fundamento, la aleatoriedad de su víctima, y permite un desarrollo hacia la verdadera emancipación. Al negarse a dar esta reflexión, Butler, lo que hace, es ignorar el contenido emancipatorio de la transexualidad.

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