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El desahogo de los docentes del liceo de hombres donde se negaron a leer a Lemebel: «Este es un tema de homofobia que se validó»

Por: Vanessa Vargas Rojas | Publicado: 21.12.2018
El desahogo de los docentes del liceo de hombres donde se negaron a leer a Lemebel: «Este es un tema de homofobia que se validó» 2012-01-09_19-51-14_HDR | Foto: Mineduc.
A semanas de la polémica que terminó con el rechazo a mano alzada de la lectura de Pedro Lemebel en el liceo de hombres San Francisco de Quito, los profesores y ex docentes del recinto aseguran que el conflicto no se resolvió como debía. «Se instala una educación de mercado en donde el cliente siempre tiene la razón, sin mayor discusión. El problema es que no se debatió», asegura uno de los profesionales del establecimiento.

Durante años, el liceo de hombres San Francisco de Quito (SFQ) fue planteado como un ejemplo de educación pública en la comuna de Independencia. Con buenos resultados en el Simce, el establecimiento apostó por convertirse en una emblema, el «Instituto Nacional» de la comuna -como aseguran que ejemplifica su director- y se tornó un ejemplo hasta que el machismo al interior de sus aulas se hizo notar.

Un reportaje de El Dínamo puso la polémica sobre la mesa: un grupo de estudiantes de tercero medio había rechazado leer «La esquina es mi corazón», del autor chileno Pedro Lemebel. Para justificarse, los alumnos calificaron al escritor como «asqueroso», debido a su orientación sexual. Más tarde fueron apoyados por sus apoderados, avivando un debate que las autoridades terminaron zanjando con una votación a mano alzada. Como era de esperarse, la mayoría del curso optó por rechazar la lectura de Lemebel.

En contacto con El Desconcierto, docentes y ex docentes del establecimiento entregaron sus impresiones sobre lo que ocurre al interior del liceo de hombres de Independencia. Debido a las posibles represalias, solicitaron protección de su identidad.

Paulina* hizo su práctica en el SQF y se quedó trabajando en la planta docente. Entonces, el director era Arturo Castro Morales y Enrique White, actual director interino, ejercía como su inspector general. A juicio de la docente, ya en esa época (2014) todas las decisiones de importancia eran tomadas por el director. De hecho, en los consejos de profesores no había mucho que discutir respecto a lo pedagógico: Castro priorizaba la imagen que el recinto debía proyectar a la comuna, con instrucciones estrictas sobre la vestimenta.

«Él decía que su propósito era que el San Francisco de Quito se convirtiera en un pseudo Instituto Nacional de Independencia, donde los niños tenían que ir bien vestidos: se preocupaba mucho del corte de pelo, del vestón, de la insignia. Las formaciones de los lunes podían duran 20 ó 30 minutos, donde él hacía un monólogo sobre la importancia de la disciplina. No había un diálogo pedagógico, no había reflexión y los profesores que tratábamos de hacerlo, siempre encontraba que era negativo. La verdad es que siempre se tenía que hacer lo que él dijera», explica.

En las aulas eran constantes los comentarios machistas, donde niñas y mujeres siempre eran sinónimo de inferioridad. «Siempre las sugerencias eran: niños, compórtense como hombres, no como niñas. Para él comportarse así era ser débil. White siguió la misma línea, es lo mismo», añade.

Paulina fue despedida del liceo tras enfrentar al director Castro, quien trató de mala forma a un grupo de practicantes que se encontraban a su cargo. Por esos días, había paro de profesores y la participación de los docentes en ese tipo de actividades no era de su agrado. A los practicantes no los dejaba almorzar en el comedor de profesores.

«Tuvimos una discusión tremenda y el caballero me echó. Después de esto fuimos personalmente a hablar con el alcalde Gonzalo Durán y le dijimos lo que estaba pasando en el colegio. Me parece súper falso el discurso que está dando ahora, porque le dijimos que el director era autoritario, que era casi una dictadura, que a los niños no los dejaban pensar libremente y que solo se preocupaban de la imagen que se proyectaba hacia la comuna. Gonzalo Durán lo sabía, eso está claro», recalca la profesora.

Gustavo, docente que trabaja actualmente en el establecimiento, recuerda que Castro recibió denuncias de acoso laboral de parte de algunos funcionarios. Además, agrega que aunque White «quiso construir algo distinto», tras las críticas, «él termina sucumbiendo ante este modelo educativo que se arrastra desde hace años en establecimiento. Un modelo academicista, al que no le importa o no está en sus planes tratar problemáticas de diversidad ni poner en tensión estos mismos temas».

Por su parte, Paulina recuerda que, por las formas de admisión del recinto, los alumnos que ingresan en prekinder pasan casi toda su educación ahí. De esta forma, muchos de ellos crecen escuchando comentarios homofóbicos y machistas. «Generalmente, son niños que vienen desde la básica y son muy pocos los que se incluyen en la enseñanza media. Por lo tanto, estos niños de tercero medio son hijos de ese colegio», recalca Patricio, otro de los ex docentes.

Foto: Mineduc.

Niños homosexuales que se tornan invisibles

La actividades extracurriculares del liceo de hombres SFQ están orientadas, casi en su totalidad, a la competencia deportiva. Los docentes entrevistados aseguran que no existe mayor oferta de talleres artísticos ni debates sobre diversidad sexual, derechos de las mujeres o temas de contingencia. Incluso afirman que el rector se negó a permitir un debate sobre el 11 de septiembre argumentando que no es necesario «politizar» a los estudiantes. En el lugar, la vestimenta y las notas son lo más importante.

«Le gustaba que los niños compitieran e hicieran cosas de educación física, pero siempre por la competencia, no por sana diversión. No tenía una afán de incentivar a los niños para desarrollar habilidades sociales», describe Paulina.

La docente asegura que el establecimiento los niños homosexuales eran invisibles. De hecho, «cuando sus compañeros sospechaban que alguien podía ser homosexual, lo trataban básicamente de maricón. Ahí nosotros tratando de hablarles de la diversidad, de guiarlos por otro camino, pero era difícil porque luego él hacia esos discursos tremendos donde les decía que había que ser bien hombres».

Por eso, cuando se enteró de la noticia sobre el rechazo a leer a Lemebel no se sorprendió: «En los 4 años que estuve, el liceo no ha cambiado nada. Ellos normalizan que hay que votar si leemos a un homosexual y eso me parece terrible».

En la definición de su proyecto educativo, el liceo de hombres sostiene que «los alumnos desarrollan un compromiso con su aprendizaje, en un entorno de convivencia empática, a través de un conocimiento de su institución y las enseñanzas que éstas le ofrecen en un contexto de participación democrática e inclusiva».

A juicio de Patricio, el director Castro manejaba el colegio como un «patrón de fundo», incluso obstaculizando las actividades de los propios docentes: «Un día con los colegas se nos ocurrió ordenar la sala de profesores porque estaba muy desordenada, pusimos unos carteles avisando, llegó el día y botamos todo, cambiamos el orden de las mesas de la sala. Luego llega don Arturo y dice que por qué habíamos hecho eso y quiénes habían sido los que cambiaron el orden de las mesas de la sala de profesores».

Patricio asegura que ningún homosexual puede ser visible al interior de las salas del liceo San Francisco de Quito. «¿Quién te defiende? Cuando estás frente a esto de decir mariquita a cualquier cosa. Si en una población de mil alumnos, el 10% de ellos debe ser homosexual. Pero si entras chico a ese colegio y desde donde chico se te niega la posibilidad de conversar sobre ciertos temas, vas a salir de 4to medio sin haber asumido tu propia sexualidad. ¿Retrasaste tu desarrollo emocional en cuántos años?», se pregunta.

«Si tienes un colegio donde el director está diciendo que te saques ese aro porque pareces mariquita o que te cortes el pelo porque pareces mujer, tú lo vas marcando desde chiquitito con estas ideas», argumenta.

Además, el profesor cuestiona la incoherencia respecto al proyecto educativo del colegio. «Si ellos quieren formar personas integrales, ¿donde está eso? ¿Cómo están formando a estudiantes que van a tratar de asquerosa a otra persona por su orientación sexual? ¿Qué tipo de hombres le estoy dando a la sociedad? Todos los profesores tenemos que enseñar en diversidad, que no es solo sexual». Y recalca: «El alcalde estaba al tanto de todo».

«Los niños homosexuales en el liceo son totalmente invisible, a pesar de que uno como profesora es capaz de verlos», recalca Carmen. «Están súper reprimidos porque se premia mucho la conducta de ser bien hombre, con el refuerzo que se les hace respecto a la hombría. Todo lo alejado de eso es mal mirado y no se les para la mano a los chicos que son capaces de molestar a un compañero porque es distinto».

Gustavo, profesor actual del SFQ, complementa: «Al reproducir lógicas machistas, inhibe que estudiantes se puedan expresar de manera libre en su orientación sexual, sin ser mirado de manera extraña. Para que esto cambie, tiene que haber una revisión a la propuesta educativa del colegio».

A su juicio, es necesario revisar el uso del lenguaje y las frases utilizadas en el contexto educativo, así como un cambio y capacitación en el cuerpo docente y en los apoderados. «Es un trabajo de largo plazo que no se puede dejar pasar», recalca.

La cultura de ser hombrecitos

Los docentes entrevistados cuentan que siempre se repite el procedimiento, cada vez que alguno de los estudiantes cometió un error. «Los iban a retar en la sala, los mantenían de pie mucho rato mientras les hablaban como a un regimiento. Tenían que admitir lo que habían hecho porque no había ninguna mujercita acá, aquí son todos hombrecitos», detalla Carmen, quien vivió en el San Francisco de Quito su primera experiencia laboral.

«Para nosotros era una lata porque perdíamos mucha clase. La revisión pasaba de pronto», relata la profesora, quien también se terminó yendo del establecimiento. Carmen fue una de las organizadoras de instancias de debate que incluso llevaron a los estudiantes a competir. Sin embargo, nunca sintió apoyo concreto.

Tampoco tuvo idea de la existencia de un centro de alumnos conformado por estudiantes. Entonces, era liderado por un alumno propuesto por el director, en base a sus buenas notas y comportamiento: «No me acuerdo de la cara del presidente del centro de alumnos, pero nunca vi a un secretario, una preparación de algo, asambleas, ni nada«, comenta.

A juicio de Gustavo, en el liceo existe un refuerzo constante «del estereotipo del hombre, del macho, que viene en perjuicio hacia las mujeres y las diversidades sexuales. A la vez, existe una critica constante, al igual que el director anterior, a toda mirada distinta del profesorado».

La asignación de «excelencia académica» que el liceo recibió en 2014 y 2015 también es puesta en duda por los docentes: «El nivel de repitencia era nulo, pero las notas estaban todas infladas. Si tú revisaras los libros de séptimo a 4to medio, vas a ver una cantidad de corrector impresionante, porque se cambiaban todas las notas», asegura Patricio, quien añade que los docentes «lo hacían para no entrar en discusión con el director o el jefe de UTP».

Paulina asegura que, en este escenario, los profesores se tornan en una «piedra en el zapato para él, por lo que hay una rotación de docentes importante. Nosotros reflexionamos con otros profesores que esto no está mal por culpa de los niños, está mal por las cabezas que están a cargo de ellos».

Las comparaciones de los docentes apuntan al contraste con el Liceo de niñas Rosa Ester Alessandri Rodríguez, donde los docentes aseguran que «la diversidad sexual se vive a puertas abiertas».

Carmen recuerda lo que ocurría en sus clases cada vez que las chicas del liceo salían de clases: los alumnos se lanzaban a las ventanas para gritarles piropos y molestarlas. Finalmente, la docente tomó la decisión de conversar el tema y advertir sobre sanciones si estas prácticas se mantenían. Sin embargo, asegura que nadie en el liceo tomó medidas para promover al diálogo sobre la importancia del respeto a las mujeres.

Elegir a mano alzada: el falso mecanismo democrático

Para los docentes entrevistados resulta cuestionable la forma en que el establecimiento resolvió la polémica sobre el libro de Pedro Lemebel. Preocupados, manifiestan que es válido que los estudiantes puedan elegir respecto a sus lecturas, aunque ya contando con un contexto previo de información que les permita decidir de forma responsable.

«Con una educación al respecto ya puedo elegir. ¿Cómo voy a elegir sin tener un fondo de información? ¿Quién va a levantar la mano por Lemebel? ¿Para que le digan que es maricón? A diferencia, dar la posibilidad de elegir en un contexto de información y educación, es súper válido», recalca Patricio.

Inmersos en un liceo donde, como aseguran los docentes, ninguna decisión es consultada a los estudiantes y profesores que componen la comunidad, la defensa de una supuesta visión democrática resulta paradójica.

«El director pudo haber aprovechado la oportunidad de trabajar esto en profundidad, convocar charlas de diversidad, a discutir estas problemáticas, que van mas allá del rechazo a una lectura. Se desaprovecha una oportunidad pedagógica y esto tiene que ver con la falta de liderazgo. Las instituciones deben funcionar para educar y se pierde la oportunidad para reflexionar una discusión y un debate que hubiera sido enriquecedor», precisa Gustavo.

A juicio de Carmen, otra de las ex docentes, la decisión de someterlo a votación tiene que ver con un prejuicio hacia el autor. Uno de los argumentos que se esgrimieron en la polémica es la existencia de imágenes de sexo homosexual explícito en la obra de Lemebel. Al respecto, señala que «puede ser, pero como también pasa con otros libros que son de lectura en la media, como»Juventud en éxtasis» o «Pregúntale a Alicia», que habla de un caso de drogadicción pura». A la vez, agrega: «Este es un tema de homofobia que por lo demás se validó».

El profesor añade que no basta con votar a mano alzada para considerarlo una práctica democrática: «¿Qué pasa con los argumentos, con las discusiones? Esto limita la democracia, la merma. Se instala una educación de mercado en donde el cliente siempre tiene la razón, sin mayor discusión. El problema es que no se debatió, no se hicieron charlas».

Además de plantear la necesidad urgente de que el establecimiento se vuelva mixto, los docentes aseguran que es necesario preguntarse qué entendemos por educación: «¿Es ético y pedagógico profundizar lógicas sexistas en la educación? Esperemos que el alcalde trate estos temas, que haga un trabajo con la comunidad. Porque finalmente él mismo admite que hay una resistencia a abordarlos», recalca Gustavo.

La polémica que acaba de surgir es una oportunidad, dicen, para que el discurso de la municipalidad de Independencia se haga praxis, con una revisión al proyecto educativo y a las personas que lo integran, desde el director, inspectores, orientadores y profesores: «No habrá un cambio si no existe una intervención del alcalde y no se revisa la dirección del equipo directivo. La escuela debe ser un espacio de aprendizaje y respeto a la diversidad y la escuela al profundizar una cultura sexista anula el respeto a lo diverso», cierran.

*Todos los nombres de los entrevistados en este artículo fueron cambiados para proteger su identidad. 

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