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«Era una pesadilla para mí estar ahí»: El testimonio de un estudiante gay del Liceo San Francisco de Quito

Por: Vanessa Vargas Rojas | Publicado: 07.01.2019
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Alejandro ingresó al Liceo de Hombres San Francisco de Quito en Primero Básico y terminó ahí sus estudios en noviembre pasado, en un año marcado por sus ausencias a clases y las mediaciones en las que era obligado a participar tras denunciar discriminación. Tenía apenas 9 años cuando un inspector le pidió «caminar como hombre» y el profesor de Educación Física los trató a él y a su amigo de «maricones». Fue el inicio de una serie de episodios de homofobia que se acumularían en su historial como estudiante.

Alejandro Melo (18) tenía cinco años cuando ingresó a estudiar al liceo de hombres San Francisco de Quito, en la comuna de Independencia. En sus aulas realizó todo el ciclo escolar, que culminó en noviembre del año pasado con la licenciatura de los 4to Medios de su generación: los primeros juegos, los amigos, los aprendizajes y también los primeros dolores al ser discriminado.

-Yo soy homosexual, no tengo problema en decirlo. Desde muy chico como que fui diferente a los otros niños del Quito-, resume al presentarse.

Todo se hizo más evidente a partir de 4to Básico, cuando Alejandro empezó a tener conductas que otros niños no tenían: le gustaba jugar con su pelo, andar en movimiento, saltar. «Siempre estaba contento», recuerda, asegurando que sus compañeros eran «más rectos». Pero esa diferencia nunca dolió hasta que un día, mientras caminaba por uno de los pasillos del liceo, un inspector -que sigue en ejercicio al interior del SFQ- le dijo: «Déjate de caminar así y camina como hombre». Tenía 9 o 10 años.

«Para mí fue un golpe fuerte escuchar eso porque nunca nadie me había dicho algo así, me pregunté si estaba haciendo algo malo. Desde ahí pasé por una etapa de cuestionamientos muy grandes que luego se reiteraron: me maltrataron mucho. Más que los profesores, los directivos del liceo: inspectores, encargados de pasillo, directores», cuenta. Con el tiempo, Melo entendió que debía dejar de prestar atención a dichos comentarios y comenzar a ser sí mismo, sin importar lo que dijera el resto. Y a medida que dejaba en evidencia su orientación sexual, aumentaban las miradas de reproche: «Nunca me decían directamente qué estaba mal, pero eran raros conmigo».

A principios de 2018, el docente despedido del liceo por defender la lectura de Pedro Lemebel puso la serie Merlí de Netflix en una clase. Ese día vieron el capítulo de una profesora transgénero y a los pocos minutos Alejandro comenzó a escuchar comentarios de «asco» de sus compañeros. El rechazo abrió el debate: algunos incluso sugirieron acusar al docente porque «les estaba ensuciando la mente». Entonces Melo se decidió a enfrentarlos.

«Tuve que conversar con el curso, decirles que era homosexual, que me sentía agredido con sus palabras y que me costaba mucho escucharlos a ellos. Ahí cambiaron el discurso porque entendieron que me estaban haciendo daño», asegura.

Censura en el Día de la Diversidad Sexual

En 2018, Alejandro se tomó en serio la idea de hacer más por el movimiento al interior del liceo. Sentía la necesidad clara, tras su experiencia de crecer en el establecimiento, de promover una reflexión y debate en torno a la diversidad sexual. El tema había sido omitido por años.

Justo en medio de la celebración de la semana del arte, los directivos le pidieron a Melo que cantara. El estudiante recordó que ese día se conmemoraba la diversidad sexual y no pudo dejarlo pasar: eligió la canción Thinking About You de Ariana Grande y quiso aprovechar el proyector recién estrenado en el gimnasio para mostrar las imágenes utilizadas por la propia artista en un concierto: eran solamente luces de siluetas que se daban la mano y se abrazaban. «Yo consideré bueno ponerlo, porque mezclaba el arte, la música y la diversidad», resume.

Pero antes de salir a cantar, dos inspectores lo fueron a buscar a la sala para decirle que tenían que hablar algo importante en la sala de profesores. Alejandro intuyó que tenía que ver con el video que editó, un material al que tuvieron acceso dos días antes de la presentación. Junto al director Enrique White, los inspectores lo sentaron en la oficina y comenzaron a decirle que estaba haciendo algo malo, que se trataba de un hecho «manipulador» y «provocativo».

-Me dijeron que ese video iba a provocar conflicto o pelea, que los niños cuando vieran ese mensaje iba a pensar que así tenían que hacer-, recuerda Melo.

Ese día se quedó en blanco. «Usted me está diciendo que yo hice algo mal», le respondió al director. «No», le dijo él, «pero es que no está calzando con lo que te pedimos que hagas». El joven le aseguró que se le ocurrió agregar la diversidad a su actuación considerando «la composición del colegio, con estudiantes homosexuales, de diversas razas. Fue súper fuerte que me dijera eso y le dije que ningún problema, que iba a cantar igual».

Más tarde, mientras cantaba frente al liceo, Alejandro miró al proyector y descubrió que le habían cambiado las imágenes: en reemplazo de las figuras que se abrazaban, el proyector mostró figuras de artistas como Pablo Picasso y Vincent Van Gogh. «Me atacaron lo que yo estaba haciendo diciendo que era un manipulador y luego me cambian las cosas así. Yo pensé que la presentación iba a ir igual o que no la iban a poner, pero ya tenían planificado qué poner en reemplazo», se quejó el estudiante.

Para entonces ya había decidido faltar al liceo tanto como pudiera e incluso se buscó un trabajo. «Sentía que no era un ambiente grato, me puse a trabajar y pasaba todo el día en el trabajo, no iba al colegio. Iba un martes y luego no iba hasta el otro martes. Me aburría estar ahí, no me sentía cómodo», recuerda. Así avanzó su 4to Medio, hasta que se dio cuenta que estaba emocionalmente mal, tomando decisiones extrañas y necesitando ayuda.

Gustavo*, el profesor que fue despedido del colegio tras insistir en la lectura de Pedro Lemebel y el cambio de otros modos de trabajo en el establecimiento, confirma los hechos relatados por el joven. «Como docente de Alejandro, me tocó presenciar situaciones y comentarios discriminatorios, los cuales no fueron trabajados de manera adecuada por el equipo de gestión. Yo solicité ciertas intervenciones, pero no se realizaron. Además, me tocó evidenciar que el director le censuró el video y que fue expuesto a diverso tipo de situaciones».

En 2015, tras hacerse un piercing en el labio, otros compañeros del mismo curso se contagiaron y quisieron hacer lo mismo. Entonces entró un inspector a la sala: «Parece que este es el curso de los maricones», dijo. Alejandro se pregunta por la continuidad de esos comentarios: «A mí me afectaron mucho, ahora tengo la fortaleza para resistirlos, pero pienso: ¿ y si alguien lo escucha y no es capaz de resistirlos?».

«Recuerda que fue algo que tú elegiste»

Desesperado, el estudiante decidió acudir al Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh) para pedir ayuda. En la organización le prometieron diversas ayudas: desde una visita al colegio, un plan de charlas sobre diversidad -algo que el propio joven propuso al recinto a inicios de año- y una rápida intervención sobre el tema.

Sin embargo, semanas más tarde Alejandro se enteró por un inspector que el vocero Rolando Jiménez había tenido una reunión con el director Enrique White, una cita a la que no fue invitado. También se reunió con el alcalde Gonzalo Durán. Al otro día, recibió un correo del Movilh «diciendo que el tema se zanjó, y casi que chao y buenas tardes. Fue una cosa así», cuenta.

Hoy, Alejandro dice que se arrepiente de haberles pedido ayuda. Quedó decepcionado y la intervención del Movilh en el liceo de hombres había sido irrelevante: todo seguía igual. De hecho, apenas el orientador supo sobre su orientación sexual, lo primero que hizo fue entregarle un test de VIH. «Yo lo miré y le dije gracias, aproveché la oportunidad, aunque encontré tonto el enlace que hizo», dice.

Melo se sentía acosado al interior del establecimiento. Asegura que los inspectores se ubicaban a su lado cuando conversaba con otros docentes o que lo alejaban de otros compañeros para que no hablara. Además de apartarlos de todos, los acusa de haber iniciado mediaciones -a propósito de la denuncia de Alejandro ante las burlas constantes de un grupo de alumnos de 3ro Medio, misma generación que se opuso a leer a Lemebel- que no lograron más que hacerlo sentir peor.

«Me obligaron a hacer mediaciones frente a ellos, me dejaron solo, me preguntaban por qué yo sentía este sentimiento -de ser discriminado- y en un momento el inspector Mario Ojeda me dice: ‘Recuerda que esto fue algo que tú elegiste’. Como que yo nací y dije ‘oh, quiero ser gay’, una cosa así. Eso fue lo que él me dijo y muchas veces yo salía de las mediaciones y me ponía a llorar con mis compañeros. Algunos intentaban entrar a mediaciones y se les cerraba la puerta en la cara y se les decía que yo tenía que estar solo», recuerda.

Alejandro cuenta que años antes, el mismo inspector, quien entonces ejercía como profesor de Educación Física, le decía a él y otro compañero «Ay ay, los maricones». El estudiante detalla que hasta hoy habla del tema con su amigo, que él le pregunta si se acuerda cuando les decían eso y que ambos lo tienen grabado en la mente. «Él hoy nos abraza y todo pero yo lo encuentro muy cínico de su parte porque de verdad desde muy chicos hemos vivido muchas cosas así y no se solucionan».

A juicio del estudiante, mientras se realizaban las mediaciones, el colegio intentaba sostener la polémica sobre la diversidad sexual que ya se esparcía por toda la comuna. Especialmente en el Liceo de Niñas Rosa Ester Alessandri Rodríguez, a pocos metros, donde gran parte de sus alumnas apoya la diversidad.

-Yo creo que querían que me olvidara del tema, hasta que les dije en una de las mediaciones que no iba a parar, porque yo soy una de las personas que realmente sufrió con ellos desde muy chico-, asegura.

El día en que Alejandro se topó con el alcalde Gonzalo Durán en su colegio, se acercó y le preguntó si había hablado con Rolando Jiménez. «Ah, ya sé quién eres», le habría respondido el edil, agregando que «el apoyo ya está, que vamos a hacer lo posible, porque el colegio tiene muchas fallas en cuanto a diversidad. Él me dijo ‘la municipalidad está contigo, Alejandro’. Y yo me lo creí, pero luego escuché una entrevista suya en una radio diciendo que fue un caso aislado lo de Lemebel porque esto nunca había pasado en el colegio. Y quedé descolocado».

«Tuve que vivir con una máscara»

A mediados de 2018, Alejandro insistió en denunciar lo que vivía al interior de su liceo ante la Superintendencia de Educación. Utilizó el formulario ofrecido en Internet y nunca le respondieron. Luego llegó hasta la Dirección de Educación Municipal (DAEM), donde escribió para hacer una denuncia por discriminación y tampoco obtuvo respuesta. El liceo ya cuenta con otra denuncia por el mismo motivo ante la Superintendencia.

Melo asegura que su objetivo no es atacar al colegio por rabia o por hacer justicia ante las humillaciones que vivió. «Yo quiero hacer un cambio porque mi sobrino sigue en ese colegio y es un niño. Hay muchas generaciones atrás que yo sé que había homosexuales, se sienten reprimidos y yo no quiero que mi sobrino crezca en un ambiente así. Por desgracia mi hermana no tiene cómo ponerlo en otra parte buena», cuenta.

A juicio del ex estudiante del liceo, el recinto no solo se orienta a una buena formación académica, sino que también construye su propio perfil de hombres para el futuro: «Nosotros tenemos que andar de blanco en blanco demostrando que seremos los machos de la familia, que algún día nos casaremos y las mantendremos con un buen trabajo. Ese es el perfil de hombre que tenemos que salir siendo», asegura.

Justo el año pasado, en medio de la crisis en el colegio, su familia se enteró de su orientación sexual. Durante años, Alejandro vivió con miedo a que alguien lo notara en su colegio y lo dijera en su casa.

-A pesar de que se me notara de forma obvia, lo negaba y decía que yo era así no más. Pero siempre me acuerdo de un profesor llamado Sergio Villalón que nos decía que a él no le gustaban los maricones. Un día, yo solo le planté la mirada para que se diera cuenta de que él no sabe quién está escuchando ni qué tipo de alumno está al lado.

Durante un largo tiempo, Melo buscó contar lo que pasaba en el San Francisco de Quito, pero asegura que nunca se le dio el espacio. Por eso, cuando vio una foto de Gonzalo Durán posando con una polera de Pedro Lemebel lo sintió como una burla.

«Me sentí desilusionado, siento que confié en la gente equivocada. Pensé en buscar medios para que vean que no es un caso aislado lo de Lemebel, que de verdad ese colegio tiene un problema grave en cuanto a la discriminación sexual», recalca el joven, quien asegura haber presenciado también situaciones de machismo hacia las profesoras.

Como dato anecdótico, el liceo de hombres realizó unas charlas sobre la Ley de Identidad de Género, a las que solo podían asistir dos personas máximo por curso. Luego no se habló más del tema. Un escenario distinto al que había exigido Alejandro, con charlas y capacitación para todos los estudiantes, además de profesores, inspectores y directivos.

-Ellos me dijeron  que lo iban a pensar, pero nunca me dieron una respuesta. El último día de clases me acerco a inspectoría y dije que iba a volver al liceo para preguntar cómo estaban las cosas. El 23 de noviembre voy y la respuesta que me dieron fue vamos a seguir trabajando por eso. Me lo dijeron para que me quedara tranquilo-, recalca.

Melo siente que los directivos lo evadieron hasta esperar su salida del liceo: «Fue una crisis que nunca acababa. Era casi una pesadilla para mí estar ahí, fueron muchos años que tuve que vivir con una máscara, fingiendo algo que no era». Y añade: «Ese no es un colegio bueno. ¿Qué tan excelente es un colegio que echa a un profesor que quiere cambiar algo, en donde censuran a un alumno por querer promover la diversidad dentro del liceo?».

*La identidad del profesor desvinculado del liceo SFQ fue protegida.

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