FOTORREPORTAJE| No son 30 pesos: La primavera que cambió a Chile

“Evadir, no pagar, otra forma de luchar”, había sido la frase de la semana que marcaría un antes y un después en el “oasis de Latinoamérica”. El 18 de octubre del 2019 Chile despertó de un gran letargo y la ciudadanía se levantó contra de los abusos de un sistema económico y político avalado por una Constitución hecha en la Dictadura de Augusto Pinochet. El grito «No son 30 pesos, son 30 años» se hizo escuchar por todo el país. 

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Los estudiantes llevaban meses movilizados y la gente estaba hastiada de las frases de las autoridades. “Cabros, esto no prendió. No son más choros, no se han ganado el apoyo de la población”, “quien madrugue puede ser ayudado a través de una tarifa más baja”, “hay que destacar a los románticos que han caído las flores, el precio de las flores, así que los que quieran regalar flores en este mes, las flores han caído un 3,7%” o “en medio de esta América Latina convulsionada, Chile es un verdadero oasis con una democracia estable”, fueron algunas expresiones que detonaron aún más el enojo de las personas. 

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Comiendo pizzas mientras el país estaba en llamas

Aquel viernes 18 de octubre, desde temprano, Carabineros custodiaba las estaciones del Metro como nunca antes. “Podrían cuidar asimismo a la gente en las poblaciones de los narcos”, les gritaban los transeúntes. Otros comenzaron a alzar su voz contra el Gobierno de Sebastián Piñera en las calles. Santiago se movilizó y el sistema de trenes del metro, después de las cuatro de la tarde, ya no funcionaba. 

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Fuerzas Especiales y Carabineros quisieron restablecer el orden, pero el malestar fue mayúsculo. Llegó la noche y el edificio de Enel comenzaba a arder, el Presidente comía pizza con un familiar y luego declaraba estado de emergencia. La noche era agitada y las estaciones del metro estaban en llamas, al igual que muchos supermercados y tiendas de retail. La revuelta ya no daría pies atrás y serían jornadas intensas en varios puntos de la Región Metropolitana. 

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El centro de la capital ya no era ni sería el mismo y los 1312 y A.C.A.B. comenzaban a invadir Santiago. Caiozzama junto a varios artistas lideraban las expresiones artísticas y pegaban sus obras contingentes en diferentes lugares, mientras que personas anónimas se convertirían en iconos de la lucha.

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Un niño con un escudo sacado de un disco Pare se viralizaba en las redes sociales por proteger a las personas y lo bautizarían como ‘Pareman’; el ‘Pelao’ Vade, con rayados en su cuerpo y diagnosticado con cáncer exigía salud para todos. Un perro de pelaje dorado conocido como el ‘Rucio Capucha’, junto al Isidro, Simón y Lobo, recordando al ‘Negro Matapacos’, acompañaban a los manifestantes en las protestas en la ex Plaza Italia, punto de encuentro y de mayor concurrencia dentro del estallido social y que sería rebautizada como Plaza de La Dignidad.

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Las brigadas de salud cumplirían una labor fundamental en la ayuda de los heridos y la ‘Abuela Acab’, la Lonco Juanita, Lastesis y la colectiva Baila Capucha, entre muchas otras, serían las protagonistas y líderes de varias de las movilizaciones. El estallido no era solo de algunos, sino transversal y la prensa y fotógrafos independientes jugarían un rol clave en retratar e informar sobre lo que sucedía en este “oasis”. 

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A fines de octubre y durante todo noviembre, comenzaron a caer personas heridas, la mayoría por traumas oculares (mutilaciones de sus ojos), por parte de las armas de disuasión de Carabineros y militares en diferentes partes del país. El hospital Salvador, atendía día tras día cientos de personas con pérdidas de sus globos oculares debido a los perdigones y hacía lo posible para salvar los ojos de otros.

Mujeres, hombres, abuelos y niños fueron víctimas de la represión. Los casos de Fabiola Campillay y Gustavo Gatica darían la vuelta al mundo y serían los más condenados por la ciudadanía por la nula ayuda y acción del Estado chileno hacia los heridos por perdigones y lacrimógenas. Asimismo, las muertes de Mauricio Fredes y Abel Acuña en las cercanías de Plaza de La Dignidad, sumado al que un Carabinero lanzara a un joven de 16 años del puente Pío Nono al río Mapocho serían acontecimientos cruciales para condenar a la institución liderada por Mario Rozas.  

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El 15 de noviembre del 2019 en la madrugada se firmó un pacto entre varios sectores de la política chilena para crear una nueva Constitución con participación directa de la ciudadanía, siendo este el “primer paso” para el plebiscito para votar si se desea o no continuar con una Constitución hecha entre cuatro paredes. Llegar a este acuerdo costó muchas vidas, mutilaciones de ojos por parte de las fuerzas del orden y varios arrestos por protestar, además de un sinfín de críticas a los actores políticos que efectuaron este compromiso con gente ligada al gobierno de Sebastián Piñera.

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En marzo pasado, cuando Chile comenzó a levantarse nuevamente contra las injusticias del sistema imperante, llegó la pandemia de COVID-19, dejando de manifiesto aún más la desprotección en que el Estado chileno deja a miles de personas. “El pueblo ayuda al pueblo”, fue y es el eslogan para ir en auxilio de los más desprotegidos durante la emergencia sanitaria, y las ollas comunes han sido un gran alivio para todes aquellos que no tienen qué comer. Un país nuevo nació ese 18 de octubre y ahora, los cambios deben quedar plasmados en una carta magna construida para y por un pueblo que nunca ha sabido de justicias ni privilegios.

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