El caso de Andrea ha tenido gran impacto en la sociedad boliviana, porque, paradojalmente, era hija de la emblemática activista Helen Álvarez, miembro de Mujeres Creando, organización anarco feminista con más de 20 años de vida, que se ha constituido en paradigma internacional por las formas en que ha enfrentado al patriarcado y su violencia, al racismo y al neoliberalismo. Con prácticas como el grafiti y la radio, entre otras, este colectivo ha revelado la profundidad e intensidad de sus reflexiones, llegando a ocupar un lugar central en la política de su país.
Hace un par de semanas estoy alojando en La Virgen de los Deseos, casa de estas tremendas “agitadoras callejeras”, por lo que he tenido la oportunidad de ver y sentir en carne propia el dolor de todas estas mujeres que antes vi alegres, ágiles e impacientes. La conmoción es tal que no hay explicación ni consuelo, y la certeza de que nuestros esfuerzos privados pueden no ser efectivos, se instala en el cuerpo de forma devastadora…. No podremos proteger a nuestras hijas y a las hijas de todas, sino forzamos una transformación general, colectiva, total.
Con una entereza difícil de concebir, Helen decía en la marcha que despedía a su hija: “no quiero que mi nieta viva con miedo”, al tiempo que la rodeaban mujeres y hombres de todas las edades, con globos de colores que reivindicaban la imagen alegre de la rebeldía. Porque como tantas veces nos dijeron las chicas de Mujeres Creando y la valiente madre de Andrea: ¡nuestra venganza es ser felices!