Eduardo Cunha es el presidente de la Cámara de Diputados de Brasil y uno de los principales enemigos políticos de la actual mandataria Dilma Rousseff. Ha sido uno de los principales promotores del proceso de impeachment contra la presidenta. Pero desde ayer, perdió su cargo. El juez Teori Zavaski, del Tribunal Supremo Federal lo apartó del cargo. ¿La razón? Las múltiples acusaciones de corrupción que pesan en su contra.
«No existe la menor duda de que el investigado no posee condiciones personales mínimas para ejercer, en este momento, en plenitud, las responsabilidades del cargo de presidente de la Cámara de Diputados», dice el fallo.
Según la encuesta del instituto Datafolha, tres de cada cuatro brasileños apoyaban la destitución de Cunha. “Es una decisión correcta. Cunha ha usado su cargo para impedir el funcionamiento regular de ciertas instituciones de la Cámara: el propio presidente de la Comisión de Ética ha acusado eso. El Supremo no puede permitir eso. Él viene vulnerando la propia independencia del Legislativo”, dijo el abogado Pedro Serrano a Brasil de Fato.
El ex líder de la Cámara es un pastor evangélico acusado de haber aceptado 5 millones de dólares en soborno como parte del caso Petrobras. Se trata de un operador político que ha construido su poder en Brasil. Ha dado declaraciones como: “Yo tengo el poder”; “Si derribo a Dilma al día siguiente ustedes me derriban a mí”, “Me siento como árbitro en la final de la Copa del Mundo”.
Cunha fue el principal articulador del proceso de destitución contra Dilma Rousseff, que ha sido aprobado por un Congreso del que el 50% tiene causas de corrupción pendientes. Su reemplazante a la cabeza de la Cámara será el diputado Waldir Maranhão, aliado de Cunha y también investigado por el caso Petrobras.