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¿Por qué se practica la mutilación genital femenina en América Latina?

Por: Meritxell Freixas @MeritxellFr | Publicado: 06.02.2018
¿Por qué se practica la mutilación genital femenina en América Latina? pueblo embera | Sta Cecilia, Municipio de Pueblo Rico / Flickr
En el Día de la Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina, El Desconcierto revisa cómo esta práctica se lleva a cabo en nuestra región, sus efectos y el rol de las mujeres indígenas en la lucha para la erradicación de esta práctica.

Puede practicarse extirpándose parcial o totalmente el clítoris, los labios menores, los mayores o todos a la vez, incluso estrechando la abertura vaginal mediante el corte y la recolocación de los labios vaginales. Las formas son múltiples, pero todas conllevan consecuencias perjudiciales para la salud de las recién nacidas, niñas y mujeres a quienes se aplica.

Las cifras sobre el alcance de la mutilación genital femenina (MGF) han ido creciendo en los últimos años. Según los datos de Naciones Unidas, se calcula que hay 200 millones de mujeres y niñas en todo el mundo que han sufrido una extirpación de sus genitales. Cada año, tres millones de niñas son sometidas a esta práctica.

En la mayoría de los casos, la ablación se practica durante la niñez, en algún momento entre la lactancia y la adolescencia, normalmente a las niñas de 4 a 14 años. Según la ONU, es una tradición cultural, no religiosa, que responde a varias razones, entre ellas, sexuales -para controlar o mitigar la sexualidad femenina-, psicológicas -en algunos casos como ritos de iniciación de las niñas a la edad adulta-, de higiene y estéticos -por creer que esta zona femenina es sucia-, de salud -por considerar que supuestamente aumenta la fertilidad y hace el parto más seguro- o religiosas -ya que para algunas creencias se trata de un precepto-.

A pesar de que la práctica se asocia a Africa -en especial Egipto, Etiopía e Indonesia, países que entre los tres reúnen cerca de la mitad de los casos-, en América Latina también se han constatado evidencias de esta práctica, especialmente en algunos pueblos indígenas y afrodescendientes como la comunidad emberá, la cual habita en las selvas de las llanuras del Pacífico, sobre todo en la zona de Colombia y, en menor medida, en Panamá.

En las comunidades indígenas emberás, presentes en los 18 departamentos de Colombia que conforman la llamada «gran Nación Emberá», la ablación se realiza en el momento del nacimiento de la niña ya que se considera necesaria para que las menores no se vuelvan «sexualmente promiscuas». Se cree que si no se corta, el clítoris podría crecer hasta alcanzar el tamaño de un pene, provocándoles el deseo de acostarse con otras mujeres. Además, para los hombres emberás chamís (ubicados en los departamentos de Risaralda, Caldas y Antioquia), una mujer tiene que haber sido «curada» (mutilada) para considerarla deseable.

Causa de muerte para las recién nacidas

Mujeres_Embera_colombia

/ Flickr

En marzo de 2007, una bebé emberá falleció por desangramiento en un hospital de la localidad de Pueblo Rico después de que le cortaran el clítoris. Aquel mismo año, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) -de acuerdo con el Consejo Regional Indígena de Risaralda (CRIR), el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y el Defensor del Pueblo- lanzó un proyecto con la intención de eliminar la ablación genital en Colombia. La iniciativa llegó a unas 5.000 personas y consiguió tener el apoyo de las autoridades, pero la iniciativa no se implantó en los otros departamentos del país donde viven los emberás.

Desde entonces, las autoridades del pueblo Emberá Risaralda ordenaron en varias ocasiones la suspensión de esa práctica, amenazando con sanciones que iban de seis meses a tres años de trabajos comunitarios. Sin embargo, es sabido que la MGF sigue practicándose en Colombia, en parte, por las dificultades de detectarla al aplicarse en un contexto privado y de extrema intimidad.

La última víctima a causa de la MGF en esta comunidad se registró el pasado 2 de enero, cuando una guagua de seis días falleció en un hospital del oriente de Bogotá por una infección luego de que su madre le practicara la ablación.  La pequeña perdió mucha sangre y terminó muriendo.

El mito de la vagina dentada

La antropóloga de la Universidad de Chile María Elena Acuña explica a El Desconcierto la tensión que provoca para los pueblos indígenas las demandas entre el respeto a la tradición y la identidad versus los derechos de las mujeres. «Hay que pensar que no porque sean parte de la tradición, estas prácticas no pueden cambiar, porque las tradiciones están permanentemente recreándose y pueden transformarse sin que eso tenga que dañar el corazón de la identidad y la cultura de los pueblos indígenas», sostiene. Para ella, hay que encontrar un «equilibrio» entre avanzar en derechos de las mujeres y el respeto a las prácticas que se ven muy amenazadas por la globalización cultural.

Según la académica, en todas las zonas de la Amazonía existe un mito recurrente que podría asociarse con la práctica de la MGF: el mito de la vagina dentada. Un artículo publicado en la revista científica sobre Estudios de las Mujeres, «Raudem», expone detalladamente esta creencia.

«El clítoris, un órgano con infinidad de terminaciones nerviosas y que mediante su estimulación brinda a la mujer la posibilidad de experimentar gran placer sexual y llegar al orgasmo, ha sido demonizado en determinadas sociedades, considerándosele como un órgano peligroso cuyo contacto puede resultar fatal. Así, de acuerdo con ciertas creencias culturales, si durante el parto el clítoris toca la cabeza del niño este puede morir o quedar afectado con trastornos mentales. También se sostiene que el clítoris puede dañar gravemente al hombre durante el momento del coito o incluso producirle la muerte», sostiene en el texto el profesor de psicología de la Universidad del País Vasco, José Martín Amenabar Beitia.

El académico explica que precisamente estas consideraciones acerca del clítoris remiten al mito de la vagina dentada que sostiene que las mujeres poseen una vagina «dotada con dientes, con capacidad para atrapar y devorar el pene, por lo que, el héroe de turno, se lanza a la labor de derribarlos o extirparlos, con la finalidad de conjurar la amenaza castradora de la vagina y pasar así a la posición de dominador en la relación (sexual)». Según él, «la ablación del clítoris se presenta como el mecanismo por el cual el hombre afectado por un gran complejo de castración intentaría hacer desaparecer el carácter amenazador de los genitales femeninos para convertirlos, en un cruel ejercicio de domesticación, en un espacio habitable o gobernable para el pene«.

«Las propias protagonistas están diciendo esto no»

Más allá de las teorías y mitos del por qué la mutilación genital sigue siendo una realidad en pleno siglo XXI, está claro que la práctica no desaparecerá si las propias mujeres no se implican en su erradicación, sobre todo, las mujeres que la han sufrido y que son parte de las comunidades donde se lleva a cabo.

María Elena Acuña destaca que, precisamente, «la reflexión más importante se ha dado por mujeres que pasaron por esta experiencia y, en un proceso de occidentalización, de toma de consciencia o de conocimiento de otros discursos y lógicas, han empezado a entender que lo que sucede con ellas es una vulneración de sus cuerpos». Y sentencia: «Las propias protagonistas están diciendo esto no».

En este sentido, la antropóloga destaca el rol del feminismo indígena de América Latina, que se articuló desde hace varios años entorno a lo que significa la equidad para las mujeres indígenas, en comunión con sus prácticas, tradiciones y el reconocimientos a sus autoridades.

Sin duda, si Colombia quiere cumplir con el compromiso adoptado con la ONU de erradicar definitivamente la MGF para el año 2030, las mujeres indígenas, nacidas y por nacer, tendrán un papel fundamental en eso. Sólo con ellas, el fin de esta práctica será realmente efectivo y el placer estará, finalmente, al alcance de todas.

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