Pasó durante el mediodía del domingo en la ciudad argentina de Junín. La pequeña de iniciales C.B. salió de su casa en bicicleta camino a comprar pan cuando, en el camino, un hombre de 40 años llamado Carlos Varela la retuvo.
Varela, que trabajaba en una residencia vacacional desde hacía cuatro meses, se la llevó hasta una vivienda para abusar sexualmente de ella y luego estrangularla con un cable. Cuando la policía llegó a pesquisar el lugar, tras la denuncia de su familia por la desaparición de la menor, se encontró con el cuerpo con las manos atadas, la cabeza cubierta por una bolsa y un cable alrededor del cuello. El agresor, por cierto, seguía todavía en el inmueble.
“Fue un crimen flagrante. Le dijo a la policía que no se podía entrar al baño porque tenía una cañería rota y al correr la cortina de la bañera los oficiales se encuentran con esta escena monstruosa”, relató a la prensa el fiscal de Junín, Sergio Terrón, tras arrestar al asesino.
La autopsia indicó “que se trató de una asfixia mecánica por sofocación que le produjo un paro cardiorrespiratorio y previamente se pudo constatar que había sido ultrajada sexualmente”, añadió.
El caso fue clasificado como “homicidio doblemente agravado con alevosía y ensañamiento y le cabe una pena de reclusión perpetua”, dijo el fiscal.
Vecinos claman por justicia
Junín es una ciudad agrícola ubicada en la pampa trasandina, donde viven cerca de 85 mil habitantes. El asesinato conmocionó a toda la población, tanto así que por la noche, cuando los vecinos conocieron los detalles del caso, intentaron linchar a Varela. Atacaron a la policía a pedradas, incendiaron dos patrullas y protagonizaron las revueltas que dejaron varios policías heridos tras una marcha para pedir justicia.
El implicado en el asesinato de C.B. quedó a disposición de la justicia trasandina.