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Guilherme Boulos, líder social brasileño: “La izquierda necesita unidad mundial para enfrentar una extrema derecha que ya está concertada»

Por: Victor Farinelli | Publicado: 22.01.2019
Guilherme Boulos, líder social brasileño: “La izquierda necesita unidad mundial para enfrentar una extrema derecha que ya está concertada» Guilherme-Boulos-M-dia-Ninja |
Muchos lo comparan con el ex-presidente Lula da Silva, de quien ya fue bastante crítico, aunque hoy defiende fuertemente su libertad y lo considera un “preso político”. Y hay por dónde compararlos: hinchas fanáticos del Corinthians, Lula y Boulos son considerados radicales por la derecha, aunque en la práctica ambos son conocidos mucho más por su capacidad de dialogar que por su gusto por la confrontación.

Referirse a Guilherme Boulos como un político sería contar su historia solamente desde el último año. Aunque su nombre estuvo presente en las últimas elecciones presidenciales brasileñas como candidato por el PSOL (Partido Socialismo y Libertad), por lo que se transformó en la persona más joven a postular a la primera magistratura en su país (a los 37 años), este activista social, profesor y escritor ingresó al partido en marzo de 2018 – casualmente, días antes de que el mismo PSOL sufriera la trágica pérdida de una de sus líderes más importantes, la concejala carioca Marielle Franco, asesinada a tiros en el centro de Río de Janeiro.

Lo que llevó a Boulos a ingresar a la política fue su actuación como dirigente social, especialmente su rol como uno de las liderazgos del Movimiento de Trabajadores Sin Techo (MTST, y ojo, no confundir con el MST, el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra, más antiguo y que lucha por la reforma agraria en Brasil), una organización que trabaja para defender a las familias pobres de las periferias de las grandes ciudades ante las dificultades para encontrar un hogar.

Se ha destacado en esa lucha por sus frases elocuentes. La más conocida es la que promueve el derecho a la vivienda atacando frontalmente a la especulación inmobiliaria con una verdad directa y simple de entender: “en Brasil hay más casas sin gente que gente sin casa”. Lo que es tristemente cierto. El país de la samba, del fútbol y de la extrema derecha en el poder cuenta con 7,3 millones de inmuebles no ocupados a lo largo de su territorio, donde también se estima que hay 6,9 millones de familias sin un hogar. Durante las elecciones se lució con una provocación a sus adversarios de la derecha, diciendo que eran “50 tonos de Temer”, debido a que ninguno de ellos (incluyendo a Bolsonaro) se asumió como oficialista, pese a sus propuestas (nuevamente, incluyendo la de Bolsonaro) mantenían la agenda del ultra rechazado ex-presidente Michel Temer.

Hijo de un médico infectologista y profesor universitario, y de una médica dedicada a cuidar de mujeres víctimas de abuso y violencia doméstica, Guilherme Boulos abandonó una cómoda vida de clase media en São Paulo para vivir en la periferia de la ciudad, donde la realidad de la lucha por la vivienda es más dura e injusta. Muchos lo comparan con el ex-presidente Lula da Silva, de quien ya fue bastante crítico, aunque hoy defiende fuertemente su libertad y lo considera un “preso político”. Y hay por dónde compararlos: hinchas fanáticos del Corinthians, Lula y Boulos son considerados radicales por la derecha, aunque en la práctica ambos son conocidos mucho más por su capacidad de dialogar que por su gusto por la confrontación.

Tras una rápida visita a Santiago, para participar en el Festival Radicaliza la Democracia (realizado en el pasado fin de semana, en el campus de la Usach), Boulos concedió una rápida entrevista exclusiva para El Desconcierto, en la que habló de los desafíos para el progresismo en Brasil ante un gobierno que ya ha mostrado sus intenciones de criminalizar a la izquierda y a los movimientos sociales, y de cómo hay que enfrentar una extrema derecha concertada internacionalmente, lo que quizás exija el mismo nivel de organización y cooperación entre los representantes del movimiento social en distintos rincones del planeta.

– ¿Cómo se están preparando los movimientos en Brasil para enfrentar este escenario de un gobierno que pretende criminalizar a las organizaciones sociales que luchan por derechos?

– La principal ofensiva que prepara el gobierno de Jair Bolsonaro para atacar a las libertades democráticas es la de cambiar la Ley Antiterrorismo para poder encuadrar a los movimientos, es decir, poder acusar el MTST, al MST y otras organizaciones como “organizaciones terroristas”. Eso incluye prohibir las manifestaciones, que podrán ser más duramente reprimidas, y denunciar como “delito terrorista” la reivindicación por derechos, como es el derecho a vivienda que demandamos desde el MTST, por ejemplo. En los últimos días, han habido ataques de bandas criminales en el Estado de Ceará (noreste de Brasil), y Bolsonaro ha usado las redes sociales para comparar a nosotros del MTST y también al MST como organizaciones similares a esas pandillas criminales, y con esa mentira ha defendido mayor urgencia en tramitar los cambios a la Ley Antiterrorista. Por lo mismo, creemos que una de las primeras batallas importantes que tendremos a partir de febrero, cuando se terminan las vacaciones de los congresistas, será la de luchar para impedir el avance de ese proyecto, y la idea es mostrar a la sociedad que la iniciativa del gobierno atenta contra la democracia en Brasil. Para eso, tratamos de reunir los movimientos de la sociedad civil, líderes políticos, intelectuales, académicos, jurisconsultos, artistas, en una amplio frente en defensa de las libertades democráticas.

– ¿Ese frente quizás podría reflejarse también en un frente político? En diciembre usted dio declaraciones en ese sentido de buscar un diálogo entre las fuerzas de oposición a Bolsonaro. Dijo, por ejemplo, que hablaría con Manuela D´Ávila (del Partido Comunista do Brasil) y con Fernando Haddad (Partido de los Trabajadores). ¿Cómo van las conversaciones en ese sentido?

– Hay dos niveles distintos de organización que debemos construir para encarar lo que se viene. Uno de ellos es la unidad más amplia de los sectores que defienden la democracia, para defender las libertades democráticas y los derechos civiles establecidos en la Constitución de 1988. Ese primer nivel no es solamente una unidad de izquierda, sino que una unidad por la democracia. Los ataques de Bolsonaro no amenazan solamente los movimientos sociales que podrán ser acusados de terrorismo, sino que también a la prensa, y no hablo solamente de los pequeños medios alternativos, que sin dudas son los más vulnerables, sino que también a los grande medios, y mira que incluso medios como Globo y Folha de São Paulo, que no pueden ser señalados como medios de izquierda, han sufrido cierta hostilidad por parte del gobierno o de sus seguidores. La otra lucha será en el ámbito político, y en esa sí tenemos que hacer la resistencia desde la izquierda en favor de los derechos sociales por la vivienda digna para las personas, por los derechos laborales y otros. Por ejemplo, Bolsonaro quiere acabar con el sistema previsional en Brasil y adoptar un sistema inspirado justamente en el que fue adoptado en Chile en los tiempos de Pinochet. Para enfrentar a esos ataques a los derechos de las personas, el campo progresista tiene que actuar con inteligencia y unidad. Sin hegemonías. Por supuesto que están los liderazgos que surgieron del resultado electoral de 2018, pero también están los movimientos sociales y diferentes organizaciones sindicales y de la sociedad civil que también tienen que participar en esa lucha política por defender los derechos. Además, tenemos que enfrentar ese desafío que se impone a las izquierdas dejando atrás los egos y los rencores por las diferencias del pasado. Tenemos que ser una oposición madura lo suficiente para entender que la unidad es la mejor forma de sobrevivir a lo que se viene, y que también sea capaz recuperar su identificación con la gente, con la calle, necesitamos a nuestra gente movilizada en contra de los ataques de la agenda de Bolsonaro a sus derechos.

– El modelo chileno fue uno de los puntos que abordaste en tus conversaciones durante tu visita a Chile.

– Por supuesto. He hablado con diferentes referentes, e incluso tuve una charla muy interesante con Beatriz Sánchez, quien me contó cómo se dio el proceso de implementación de ese modelo en Chile durante los Años 80, que y me habló de los argumentos que se utilizaban para defender la transición del modelo, que son muy parecidos con los que usa Paulo Guedes (ministro de Economía del gobierno de Bolsonaro), que de hecho también vivió en Chile en aquellos años y fue amigo de aquellos chicago boys. Por algo Bolsonaro dice ahora que tiene a su chicago boy personal. Y Beatriz también me contó sobre los resultados que ha tenido este sistema acá en Chile y la lucha de los movimientos que están en contra de las AFP, con el apoyo de una gran mayoría de los chilenos que ya se dio cuenta que ese modelo es nefasto. Eso es lo que pretendemos evitar que se instale en Brasil, por lo que fue importante aprender sobre lo que pasó acá y conocer cómo los chilenos han luchado y todavía luchan para revertir esa situación.

– En ese sentido, ¿usted no cree que falta también una unidad más amplia de las izquierdas a nivel internacional? La extrema derecha que ha llegado al poder en Brasil con Jair Bolsonaro es la misma que ganó en Estados Unidos con Donald Trump. De hecho, detrás de los dos hay un nombre en común, que es el de Steve Bannon, que pretende crear una internacional de la extrema derecha, donde caben el italiano Matteo Salvini, la francesa Marine Le Pen, el húngaro Viktor Orbán y otros. Acá en Chile está Kast tratando de ser un referente más de esa ola. Usted vino a Chile y pudo hablar con representantes del Frente Amplio, también conoce a otros referentes de izquierda de América Latina y de Europa. ¿No crees que hay la necesidad también de que esos grupos empiecen a crear una alianza de izquierda a nivel internacional?

– Sí, pero quiero hablar con calma respecto de ello, porque he visto muchas ganas en ese sentido en muchos lugares. Para que haya movimientos concretos en esa dirección hay que tomarlo con calma, pero muy en serio. Ese diagnóstico lo compartimos todos. Yo aquí en Chile he conocido la gente del Frente Amplio, conozco también los del FA uruguayo, cuando fui a Europa me encontré con gente del Podemos en España, del Bloque de Izquierda en Portugal, el Die Linke en Alemania y con los de Francia Insumisa, y en todos esos lugares hubo coincidencias sobre los relatos de cómo la extrema derecha ha avanzado, por lo que es muy evidente que hay una estrategia coordinada de esos grupos. Ellos ya están conectados,  probablemente gracias a la acción de figuras como Steve Bannon (empresario estadunidense ultrafascista). Esa situación hace con que también sea urgente una reacción del campo progresista a nivel internacional. En el caso de Brasil, nosotros recibimos la solidaridad por las amenazas a la democracia que pueden venir con el gobierno de Jair Bolsonaro, lo que está bien, pero además de eso hay que pensar las estrategias en común. Hablamos de eso con la gente del Frente Amplio durante este fin de semana en Chile, ellos tienen doble desafío, porque enfrentan a una derecha que ya está en el poder y una mucho más dura que pretende ser opción en las próximas elecciones (refiriéndose a José Antonio Kast). Tenemos que encontrar la fórmula para que eso se transforme en una acción más concreta y coordinada, una verdadera estrategia internacional progresista. Desde el PSOL (su partido en Brasil) tenemos las ganas de contribuir en ese proceso.

– Encontrar esa fórmula debiera incluir las batallas donde parece que esa internacional de la extrema derecha está mucho más organizada, y la izquierda no. Por ejemplo, el uso de las redes sociales y las nuevas plataformas comunicacionales. Las victorias electorales de Trump y Bolsonaro se dieron gracias a su buen manejo de medios como Facebook y Whatsapp, además de la utilización de fake news difundidas por esos medios. ¿Cómo usted cree que la izquierda debiera encarar esa situación?

– Claro, ese es uno de los desafíos que tenemos, pero también hay que separar las cosas. Es cierto que Trump y de Bolsonaro ganaron usando esas plataformas y abusando de los fake news, pero eso no significa que las plataformas mismas sean sinónimo de noticias falsas. Los usuarios pueden o no utilizarlas para eso, y en esos dos casos lo utilizaron para distribuir falsedades, pero no siempre tiene que ser así, la tecnología que generó aplicaciones como Whatsapp y Telegram es imprescindible para la acción política hoy en todo el mundo. Las personas miran sus conversaciones a todo momento. Nosotros estamos ahora en esta entrevista, cuando la terminemos lo primero que vamos a hacer es mirar si nos llegó mensajes de otras conversaciones por chat. Esos medios ya están remplazando la televisión que es un medio que las personas ven una vez por día o dos cuando mucho. Y por supuesto tenemos que comprender la forma cómo la extrema derecha utiliza esos nuevos medios, cuestiones como big data, formación de banco de datos y producción del mensaje, para entender cómo funciona eso, y que no seamos atacados como pasó en Brasil, donde en un momento la izquierda quedó en una situación permanentemente defensiva. Luego, también nosotros desde la izquierda debemos aprender a utilizar estas herramientas para difundir nuestro mensaje, no con mentiras como hacen ellos, sino que para saber cómo difundir mejor nuestras propuestas, además de hacer el combate a las fake news, no solo desmintiendo mentira por mentira, hay que combatir también el método en sí del uso de noticias falsas para beneficio político, por lo que debemos que pensar en ideas efectivas para eso. Hoy la política pasa por el Whatsapp, por lo que es un desafío para nosotros saber utilizarlo.

– Para finalizar, hablar de su partido, el PSOL, que logró en las últimas elecciones un crecimiento se su representación en el Congreso. ¿Cuáles serán los puntos que defenderá el partido ahora con su nueva bancada? ¿Lo hará sólo o junto a un bloque opositor?

– El PSOL tiene una agenda de defensa de los derechos contra las medidas que el gobierno de Bolsonaro quiere impulsar, y por supuesto también tenemos nuestros proyectos que pretendemos presentar a través de nuestros diputados. Somos conscientes de que la tarea que tenemos por delante no la podemos cumplir si estamos solos. Hay que construir una unidad. Nosotros tenemos una candidatura a la Presidencia de la Cámara de Diputados (con Marcelo Freixo, diputado por el PSOL de Río de Janeiro) y hasta el momento somos la única alternativa contra la candidatura de Rodrigo Maia (el actual presidente, que va por la reelección), que es el candidato del gobierno de Bolsonaro, por lo que su victoria sería la victoria de Bolsonaro, poniendo a uno de los suyos comandando también en esa instancia. Nosotros entraremos en esa disputa sin miedo, y en todas las demás, siempre tratando de fomentar una unidad política y social, trayendo también a la calle para que luche con nosotros contra la agenda del neoliberalismo. También tenemos el desafío de, en medio a ese contexto, presentar al país una alternativa, y promover el debate sobre las soluciones a los problemas del país defendiendo nuestra mirada. Es decir, no sólo denunciar lo que Bolsonaro va a hacer de malo, sino que mostrar a la gente que nuestra propuesta es mucho mejor para la sociedad brasileña y para el país.

– Entre los puntos que crees que la izquierda debe defender, ¿está el de la libertad del ex-presidente Lula da Silva?

– Por supuesto que sí, entre las pautas sobre las libertades democráticas, sobre la defensa de la democracia, la izquierda tiene la obligación en defender a Lula de la injusta condena que ha recibido. El PSOL estará al lado de la verdad en este caso, y la verdad es que Lula es inocente.

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