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Adiós a Daniel Stone, poeta de la calle

Por: Gustavo Bernal, escritor y editor | Publicado: 10.02.2020
Adiós a Daniel Stone, poeta de la calle | Fuente: Facebook Daniel Urrea Lepez Escritor (NM Fotografía).
Hace unos días murió Daniel Stone, poeta offsider a quien solía encontrar en el barrio Yungay y quien publicó un libro en su vida pese a que nunca escribió en papel sus poemas; los manejaba en la memoria y así los recitaba. Por algún motivo, me veía como un weón que manejaba cierto dinero y siempre me pedía de todo, cigarros, drogas, café, pizza, yo accedía a esos requerimientos porque lo quería harto y sabía que estaba pato la mayor parte del tiempo.

Stone era un poeta de tomo y lomo, no queda lugar a dudas de eso; pensaba en poesía 30 horas al día con la energía de un consumidor de anfetaminas. Offsider total, fuera de cualquier etiquetado y canon, fuera de esas absurdas cofradías siúticas donde conviven poetas que se soban la espaldita después de leer y se felicitan, se hacen acurrucos tiernos como sacándose tristemente los chanchitos del candor poético que los embarga. Stone no, jamás hubiese permitido algo así, nuestro poeta vagaba día y noche por el barrio Yungay, plaza Brasil, Portales, Mapocho, muchas veces incluso durmiendo en la calle. Vagaba por naturaleza, vagaba buscando algo que desconocía y al mismo tiempo huía de sí mismo, acelerando el tranco cada vez que bebía un tazón de café ultracargado, sin azúcar y unos puchos para no morir de ansiedad.

Stone me sorprendió cuando lo conocí, recitaba todo de memoria, estábamos en el cumpleaños del Nika Molinares de los Dementia Praecox, Stone era uno de los invitados especiales para Nikanor, puesto que lo quería mucho. Stone me veía a mí como un ogro de mierda malhumorado, pensaba que yo vivía así, incluso que venía de un pantano y no era así, solo me pillaba siempre con mi semblante más tosco que de costumbre, pero sé que me apreciaba igual. Me veía como a un weón que manejaba, a ratos, y no sé de dónde sacó eso, cierto dinero y siempre me exigía gastar un poco con él, era como mi hijo chico a pesar de tener más años que yo, me pedía de todo, cigarros, drogas, café, pizza, papas fritas, marihuana, pastillas, lo que fuera, y como éramos bien amigos yo siempre accedía a esos requerimientos, porque de verdad lo quería harto y sabía que estaba pato siempre, o la mayor cantidad del tiempo.

Alguna vez, ya muy tarde, durmió en mi jeep y fumó como chino a intervalos, mientras despertaba por la madrugada. Pasada la medianoche llegamos al departamento, yo vivía por esos años en unos edificios de Mapocho y Matucana, entramos al condominio a los tumbos y le pedí que se quedara en el sillón del depa, claro que sin fumar, y no quiso, se quedó en el asiento del jeep y me dijo que no me preocupara, que al amanecer se iría y dejaría cerrado, esto fue hace varios años. También fue parte importante de la FLIA Chile, siempre llegaba de los primeros a poner caballetes, mesones, a mover escenarios, colgar lienzos, a ayudar en lo que fuese con una voluntad enorme. Ahora bien, en una de las últimas conversaciones que tuvimos pude advertir que Stone estaba aburrido de todo; de ver, de caminar, de ser pobre, de no poder ponerse los dientes, de sentirse a la deriva. Estaba cansado extrañamente. Se quería ir de todos los lugares, llegar a otro y también irse y abandonarlo. Sé que muchos lo extrañaremos, yo por mi parte lo extrañaré mucho, pero ya de seguro estás en un lugar mejor. Adiós amigo Daniel, buenas noches poesía.

De izquierda a derecha: Christian Alarcón, Francisco Miranda, Daniel Stone y Gustavo Bernal

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