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CRÍTICA| «Nino en la noche»: París naufragando en la oscuridad y los excesos del cuerpo

Por: Leonardo González, escritor y dramaturgo | Publicado: 14.08.2020
CRÍTICA| «Nino en la noche»: París naufragando en la oscuridad y los excesos del cuerpo |
Capucine y Simon Johannin son un matrimonio francés compuesto por dos artistas veinteañeros que actualmente escriben su tercer libro a cuatro manos, después de «L’été des charognes» (ganador del premio de la vocación, 2017) y Nino en la noche (2019 en francés, versión en español de 2020). De su obra conjunta se han escrito reseñas en su idioma original, pero casi nada en español. Nino en la noche, traducida por el escritor Robert Juan-Cantavella y publicada el 2020 por la editorial Random House en España, es un texto raro a la vez que cautivador, que engancha entre el cine y la música con la generación de jóvenes que no creen en el sistema capitalista.

Si seguimos a Borges con su teoría de que existen cuatro historias fundamentales (la búsqueda, el sacrificio de un dios, el retorno y la ciudad sitiada) esta novela encajaría en la historia del héroe que retorna. Al comienzo del libro vemos al joven Nino, dentro la Legión Francesa, entre militares y reclutados, muchos de ellos inmigrantes indocumentados, que son entrenados en un lugar donde la vigilancia es extrema y deben aguantar los aullidos del sargento, pero donde al menos Nino recibe el salario que antes no tenía. Esta vida se acaba cuando da positivo en un test de drogas y es enviado de vuelta a los suburbios de París (un retrato de la ciudad, infestado de rap y de poesía: «todo se desvanece y siento en mis manos la electricidad del crepúsculo que acrecienta el deseo»). Ahí lo espera su novia, Lale, tan veinteañera como él.

Tal vez solo ausente por un mes, de regreso Nino observa un París naufragando en la oscuridad y los excesos del cuerpo, en un vivir deambulante, lleno de encuentros, escrito en chispazos que son descripciones separadas en fragmentos, que a ratos parecen canciones («tengo un demonio por músculo y busco alguien con quien escupir un poco de locura»).

Tras regresar, Nino probará de todo; desde realizar inventarios nocturnos en un hipermercado hasta trabajar de extra en una empresa de caterings, mientras en la noche llenará su cuerpo de cocaína, venderá marihuana a ancianas y pasará las madrugadas buscando las fiestas de París junto a Lale y a su amigo Malik. 

A cien por hora, no entendemos bien cuándo pasamos de un espacio a otro, sumergidos en la velocidad de las imágenes narradas en primera persona. El agobio de la lectura es el de una novela inconclusa, como si se tratara de un borrador permanente, un texto que pide a gritos sacar la cabeza del agua y dar una bocana de aire fresco, pero al mismo tiempo este es el ritmo cuidadosamente escogido por la pareja de autores. Nino en la noche amerita una segunda lectura, en este primer caminar por sus pasajes rozamos su estructura, pero nos perdemos infinidad de detalles. El ritmo es como un viaje con los ojos cerrados, y recuerda a esa escena de La Naranja Mecánica de Kubrick (1971) en la que los drugos de la pandilla de Alex DeLarge van a toda velocidad por la carretera escuchando la novena sinfonía de Beethoven. Así también, una sensación de angustia, descontrol y belleza es la que produce este relato, en que las escenas violentas, rápidas, crudas, contrastan con las partes en que Nino dedica textos a su amada: «miro el mundo por la ventana, te amo por la ventana y en todas partes veo caer del cielo, sobre mí y todo el vecindario, grandes gotas de cansancio». 

Nino nos recuerda que el conocimiento no solo se obtiene de los estudios formales, sino también de la experiencia. Aquí no sabemos qué es contagio literario, que es anécdota y qué es cien por ciento real, pero entendemos que en las entrañas de este envase estético se esconde algo muy verdadero, aunque no sepamos bien qué es. Frente a la pregunta por la sensación de realidad que produce el relato, una entrevista a Capucine Johannin nos aclara algunas dudas: «Nino es realmente nuestra historia y la de nuestros amigos (aquellos que, como dice el libro, «fuman y beben al abrigo de las tonterías que nos unen»). Se trata de un reflejo de experiencias, de las pruebas a las que nos hemos enfrentado como pareja. La mayoría de las anécdotas y diálogos son cien por ciento reales. El trabajo consistió principalmente en ponerlo todo en forma, en entender qué mensaje queríamos transmitir al contar nuestras historias».

Nino en la noche es una propuesta arriesgada que se niega a la fácil digestión literaria. A su vez, se trata de un libro performático, porque la pareja de autores parece interpretar a sus personajes en las fotos y videos de publicidad que funcionan como extensiones, interpretando a Nino y a Lale más allá de la vida que ya tienen en las palabras escogidas. De hecho, en un video reciente titulado Contrefacon Simon Johannin encarna a su personaje Nino Paradise, al igual que en la portada azul de la presente edición en español que también lleva su rostro.

En el último tercio del libro, Malik le dice a Nino: «tú nunca has tratado de hacerte sitio, portarte bien, hacer una carrera, pasarte la vida currando como un idiota para ascender ni hacer nada normal. Además, no soportas las órdenes. Ahora estás jodido porque es así, pero si mañana quieres cambiar de rumbo y empezar a vender puertas eléctricas o cualquier otra gilipollez, puedes hacerlo (…) Lo único que pasa es que nunca vas a querer hacer eso. Nino, tú prefieres que te maten a vender puertas eléctricas».

 El joven de veinte años no quiere seguir el camino que nos enseñaron los que vinieron antes. El supuesto camino al éxito, educación-trabajo-jubilación-y muerte son una paradoja de la felicidad ya que en todas estas instancias no se obtendría la libertad anhelada. Esta libertad tampoco estaría en la droga. ¿Y entonces dónde? ¿Dónde? ¿A qué aferrarnos? La respuesta parece estar en la relación que construyen Nino y Lale. Por eso, ante todo, esta se trata de una historia de retorno (y de descubrimiento) hacia lo que de verdad importa en este mundo. Nino en la noche deslumbra con luz propia en los suburbios de la ciudad de las luces y dialoga muy bien con el cine, en particular con la película Girlhood (2014) de Céline Sciamma, donde la directora retrata la vida de un grupo de jóvenes en los márgenes de París.

Nino en la noche

Capucine and Simon Johannin 

Random House

256 páginas

Precio referencial: $11.500

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