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Crítica Stgo a Mil: Cuba, la revolución vista por los nietos

Por: Jorge Letelier, periodista y gestor cultural | Publicado: 23.01.2020
Crítica Stgo a Mil: Cuba, la revolución vista por los nietos © Doro Tuch |
Si el colectivo teatral alemán Rimini Protokoll había mostrado anteriormente en Santiago a Mil una potente deconstrucción de las convenciones teatrales en montajes como Nachlass (más cerca de la intervención urbana que del teatro propiamente tal), en Granma, metales de Cuba, retoma una concepción más convencional de puesta en escena y uso de los dispositivos documentales como el biodrama y el uso de actores no profesionales.

Stefan Kaegi, director suizo-alemán del colectivo Rimini Protokoll, agrupación referencial del teatro documental y la instalación urbana, conoció Cuba hace 12 años, de la mano de la argentina Lola Arias (El año en que nací y Campo minado). La isla caribeña ya había comenzado desde la década del noventa a mostrar sus pliegues contradictorios entre el proyecto revolucionario de Fidel Castro y sus barbones, y la era contemporánea en que la falta de libertades individuales, la apertura al mercado y la renovación política mostraban un escenario complejo que no se explica fácilmente desde el reduccionismo partidista.

Pasados los años y con el afianzamiento del modelo neoliberal en Latinoamérica, pudimos ver que esa Cuba que se abría al mundo resistía casi heroicamente los embates del bloqueo mientras se debatía con sus propias contradicciones y rigideces. Ya desde esos años, decenas de reportajes y documentales comenzaban a mostrar la visión de las generaciones jóvenes y su relación con los héroes de la revolución, no exenta de tensión. Esa es la hebra que retoma Kaegi en Granma, metales de Cuba, obra presentada en Teatro UC como parte de la programación internacional de Santiago a Mil 2020, en la cuarta visita de la agrupación al país.

La relación con Arias es clave, puesto que si Rimini Protokoll había mostrado una potente deconstrucción de las convenciones teatrales en montajes vistos anteriormente en Santiago a Mil como Nachlass y Remote Santiago (los que estaban más cerca de la intervención urbana que del teatro propiamente tal), en Granma, metales de Cuba, retoma una concepción más convencional de puesta en escena y uso de los dispositivos documentales como el biodrama y el uso de actores no profesionales, rasgos que la directora argentina maneja a la perfección.

Producto de una exhaustiva investigación de cerca de 50 entrevistas, principalmente a quienes estuvieron vinculados a la revolución de 1959, el montaje finalmente se decantó en torno a 4 jóvenes y la relación con sus abuelos. Está el nieto diseñador de un ministro luego caído en desgracia, la profesora cuya familia se “tomó” una casa y vive hacinada en ella, un programador que quiso ser militar como su antecesor, y la trombonista que recupera el legado político-musical de su abuelo.

Con recursos propios del biodrama (variante documental en que se exponen experiencias personales de los intérpretes, que a menudo no son actores profesionales), los jóvenes narran cómo sus abuelos construyeron esta nueva sociedad desde un diálogo intergeneracional que incluye fotografías, recuerdos narrados, recursos escénicos y videos, intercalando cada testimonio con fluidez y, sobre todo, estableciendo tenues distancias entre el pasado utópico y el presente más pragmático. El mecanismo opera en una doble lectura muy clara: si por un lado las observaciones de los nietos van deslizando ciertas reflexiones críticas sobre lo realizado en nombre de la revolución (uno de ellos se cuestiona sobre si la expropiación de casas fue lo correcto), estas historias familiares están regidas por la emoción y un indisimulado sentido de admiración. La ambivalencia entre lo “político” y lo “familiar” es por lejos el mejor ámbito en que se mueve el montaje y lo dota de una cercanía al que los intérpretes se entregan con convicción y una soltura poco común en actores no profesionales (y que fue premiada con una ovación al final de la función).

Este aspecto confesional relativiza los alcances críticos que muchos podrían ver. Es cierto, hay cuestionamientos propios de una generación que ha resentido desde el presente las décadas de precariedades económicas, ilustrado de mejor forma en la historia del abuelo ministro quien, luego de desencantarse de la revolución, va siendo degradado de funciones para terminar como encargado de aseo en un barrio. La mirada es algo amarga por la inevitable corrupción, el problema habitacional (un gran tema expuesto en la obra) y el racionamiento de alimentos, pero en su conjunto, la utopía revolucionaria está presente y firme en estos nietos quienes han preservado un sentido de sociedad colectiva al que ningún bloqueo ni contrapropaganda le puede afectar.

Quizás el mayor problema es que lo expuesto ya es demasiado conocido. Las fracturas generacionales en Cuba han sido fuertes y los principales desencantos con la revolución viene desde los noventa con sus hijos y nietos. Entonces, ¿qué nuevo nos revela Granma, metales de Cuba? Poco, la verdad. Parece seguir la línea de esa vieja concepción europeizante que hace exótica las problemáticas políticas latinoamericanas sin entrar al hueso de sus complejidades sociales (y sabemos que en Cuba esta realidad tiene elementos muy singulares a su idiosincrasia).

El teatro documental como formato (al menos en lo que vemos en las salas nacionales) parece estar un poco enclaustrado en un uso muy estandarizado de dispositivos y recursos, donde los montajes parecen apelar cada vez más a la misma intencionalidad. Es un contexto muy marcado por el lenguaje de Lola Arias (aunque el colectivo La Laura Palmer, los más aventajados del género, siempre aporta alguna idea nueva), y en ese sentido el montaje de Rimini Protokoll no se distancia demasiado de esta norma (resuenan mejor sus obras de innovación formal) aunque la manera en que utiliza estos recursos es notable, en especial el dialogo escénico entre nietos y abuelos a través del video.

Con sus fallos, Granma, metales de Cuba, es una revisión histórica de la revolución desde el prisma de los pequeños relatos familiares que le dieron carne y épica a la gesta de un país que se resiste a claudicar ante los tiempos actuales.

Granma, metales de Cuba

Concepto y dirección: Stefan Kaegi

Elenco: Milagro Álvarez Leliebre, Daniel Cruces-Pérez, Christian Paneque Moreda, Diana Sainz Mena

Escenografía: Aljoscha Begrich

Video: Mikko Gaestel y Stefan Korsinsky (en gira)

Composición musical: Ari Benjamin Meyers

Diseño de sonido: Tito Toblerone, Aaron Ghantus

Dramaturgia: Aljoscha Begrich, Yohayna Hernández 

 

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