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De culto: La casa ficticia de Mistral

Por: Elisa Montesinos | Publicado: 07.04.2019
De culto: La casa ficticia de Mistral mistral | Visita de Mistral en 1938, junto al muro de las habitaciones donde nació en Vicuña y que ya no existen
El Museo Gabriela Mistral de Vicuña es uno de los museos regionales más visitados de Chile. Con un gran jardín con plantas medicinales, flores y árboles frutales, objetos personales de la poeta y una biblioteca pública, es una parada obligada en el valle de Elqui. A la entrada, una réplica de la supuesta casa natal de la Premio Nobel explica el por qué de su ubicación. Pocos saben que tras la historia del museo está un grupo de intelectuales vecinos ilustres de la ciudad y contemporáneos de Mistral, que trabajaron para dotar a Vicuña de un centro cultural y de su primera biblioteca.

“Lo que el alma hace por su cuerpo es lo que el artista hace por su pueblo”, son las palabras de la poeta inscritas en su tumba en Montegrande y parecieran reflejar lo que hizo por su valle de Elqui. Además de hacerlo mundialmente conocido, se preocupó de sus niños y hasta de dotarlo de una biblioteca.

Esta casa no es mía

Pese a haber nacido en Vicuña, eligió ser enterrada en Montegrande, donde decía haber sido feliz. Vivió allí sus primeros años con su madre y su hermana maestra Emelina Molina, quien la inició en la educación formal en la casa escuela donde habitaron. Su ciudad natal se ubica algunos kilómetros montaña abajo. Las habitaciones que Jerónimo Godoy mandó a construir en Vicuña, en un terreno de la abuela materna y donde nació su hija Lucila del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, estaban muy cerca de la casa que hoy es parte del Museo Gabriela Mistral de Vicuña y donde antiguamente funcionó el centro cultural del mismo nombre, fundado en 1936 por un grupo entusiasta de coterráneos. La confusión radica en que ellos pusieron una placa donde decía: «En esta casa nació Gabriela Mistral» en el lugar equivocado, siendo que las habitaciones originales estaban a unas casas de distancia, se cayeron y no volvieron a ser edificadas. “La placa fue instalada en lo que habría sido el recibidor de la casa de doña Rosa Ossa y no precisamente en el lugar de su nacimiento. La misma Gabriela en una entrevista dada en 1951 a Lenka Franulic y aparecida en la revista Ercilla, afirma: “Esta casa no es mía, porque la vieja casa de mi nacimiento, que estaba en ese lugar, se cayó hace años y no fue reedificada””, explica el historiador Rodrigo Iribarren, quien dirigió el Museo Gabriela Mistral de 1995 al 2016, y es el actual director del Museo Histórico Regional Gabriel González Videla en La Serena. Aquella casa que no era la de ella al parecer fue demolida, y posteriormente construyeron una réplica, no de las habitaciones donde Mistral efectivamente nació, sino del recibidor de la casa donde funcionó el antiguo museo.

Gabriela Mistral le brindó su apoyo desde un comienzo al proyecto del centro cultural donando casi mil libros de su biblioteca privada. Entre los fundadores estaba Isolina Barraza de Estay, quien conoció a Mistral en 1925 y posteriormente se convertiría en una leal admiradora, recortando cuanto saliera de su amiga en la prensa nacional e internacional. Actualmente las carpetas con estos archivos forman parte del patrimonio del museo. El centro cultural se convirtió en museo en 1957 y su primera directora fue justamente doña Isolina. Desde 1971 pasó a integrar la red estatal Dibam, y se construyó un edificio especial para albergarlo, quedando la réplica de la supuesta casa a la entrada y siendo posteriormente decorada con muebles y objetos de época donados por la comunidad.

interior de la réplica de las habitaciones donde supuestamente nació Mistral

Apedreada en Vicuña

Mistral se carteaba constantemente con este grupo de coterráneos, a los que pedía supervisar la salud de su hermana Emelina Molina, entre otros favores. De todos ellos, la más cercana era Isolina, con quien mantuvo una profusa correspondencia prácticamente hasta el final de su vida y a la que solicitaba las tallas de los niños de Montegrande para enviar ropa y zapatos, o incluso que le enviara hojas de plantas para poder escribir su obra Poema de Chile. Ellos eran los más cercanos que tenía en Vicuña. Fuera de eso, no sentía gran amor por su ciudad natal, más bien por el contrario. A los 8 años la madre logró matricularla en la escuela primaria y que la designaran lazarillo de la directora prácticamente ciega, su madrina, Adelaida Olivares. Debía ayudarla en la calle para que no tropezara y en la sala de clases repartir el papel a las alumnas. Como era tímida sus compañeras la molestaban y le quitaban papel, por lo que se terminó antes de lo debido. La señora la culpó y la futura Premio Nobel fue apedreada por sus compañeras en la misma plaza que hoy tiene una gran escultura de su rostro, mientras le gritaban “ladrona, ladrona”. Allí se acabó su educación formal, cuando la directora de la escuela le dijo a su madre que la niña no serviría para los estudios y que mejor se dedicara a las tareas domésticas. No pudo cumplir sus vaticinios; la necesidad la obligó a trabajar desde muy joven y lo único que tenía a mano eran su intelecto y empeño. Comenzó de ayudante de profesora, casi al mismo tiempo que iniciaba sus escritos en la prensa local, y se educaba a sí misma leyendo cuanto cayera en sus manos.

Las puertas de la Escuela Normal de La Serena también se le cerraron a Lucila, debido a los artículos que precozmente comenzó a publicar en la prensa local y que fueron calificados de “anticlericales” por sectores conservadores. “El asesor espiritual del establecimiento consideró que sus lecturas y escrituras no eran dignas de una mujer”, figura como explicación en el sitio web de la Biblioteca Nacional. Toda su vida le pesó este hecho, y solo pudo rendir examen de conocimientos para ser habilitada como maestra primaria a los 21 años. Con el tiempo la madrina se arrepintió y mandó recados a Mistral para que la perdonara, pero esta nunca le respondió. En una viaje a Vicuña, vio pasar un cortejo fúnebre y resultó ser la señora Olivares. La poeta entró a la iglesia y, a su manera, se despidió.

¿Y el vestido?

Hace unos meses la biblioteca del Museo Gabriela Mistral de Vicuña tomó el nombre de Biblioteca Patrimonial Isolina Barraza de Estay, “en homenaje a esta figura femenina del Elqui, tan adelantada a su tiempo como la propia Gabriela, fue su amiga personal, escritora, destacada químico farmacéutica y legataria de una serie de archivos hemerográficos que dan vida a una exhibición itinerante ”, relata Oscar Hauyon, director subrogante del museo.

Uno de los deseos que ni Isolina Barraza, fallecida a los 104 años hace casi una década, ni el resto de la comunidad pudieron ver cumplido fue exhibir en el museo el vestido con que Mistral recibió el Nobel, y cuya donación le solicitó en una de las cartas publicadas en el libro Epistolario de Gabriela Mistral e Isolina Barraza (1995). “Recuerdo haber conversado en alguna oportunidad sobre este tema con Isolina. Me manifestó que estaba molesta, dolida, con la decisión que  habría tomado Doris Dana, al haber vestido post mortem a Gabriela con el traje que esta había recibido el premio Nobel de Literatura. La molestia, según entiendo, era porque había un cierto compromiso en que ese traje pasaría en algún minuto a formar parte de las colecciones del museo”, relata Iribarren, conocedor de primera mano de los secretos del lugar. Su padre, el antropólogo Jorge Iribarren Charlín, realizó las gestiones para llevar a Vicuña el escritorio que ocupó Gabriela Mistral mientras fue directora del Liceo 6 de Santiago, actualmente parte de la exhibición permanente del museo.

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