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DE FÚTBOL Y ALGO MÁS| El deporte que dejó rápidamente a la élite para acompañar en sus luchas a la clase trabajadora

Por: Pavel Piña, editor @goltriste | Publicado: 01.05.2020
Hoy, que muchos clubes se están acogiendo a la mal llamada “Ley de protección al empleo”, pero que más parece proteger al empresario, vuelve a ponerse en discusión el rol del futbolista como trabajador. Al recibir sueldos mucho más altos que el común de la gente, muchas veces son vistos como algo diferente, sin entender también que el futbolista que tiene resuelta su vida es la excepción. Tanto en nuestro país como al otro lado de la cordillera tenemos ejemplos de cómo se relacionaron los clubes con los trabajadores. Por ejemplo, el club Argentinos Juniors partió llamándose Club Mártires de Chicago en homenaje a los obreros anarquistas ahorcados un primero de mayo y Chacarita Juniors fue fundado un 1 de mayo en una biblioteca anarquista.

En su origen el fútbol partió como un deporte de élite, que salió al mundo desde Inglaterra con la base de las reglas que conocemos actualmente. Pero rápidamente se convirtió en un deporte masivo, gracias a la expansión industrial y capitalista desarrollada por los ingleses. Así el fútbol llegó a América Latina principalmente por los principales puertos y se instaló en lugares en que se implementaban faenas tales como la construcción de ferrocarriles y prospecciones mineras, y donde los europeos desarrollaban importantes proyectos.

De inmediato este deporte practicado por extranjeros comenzó a fascinar a los habitantes de estas ciudades, quienes sin que pasara mucho tiempo lo adoptaron como propio. Ya a principios de 1900 la prensa nacional hablaba de cómo el fútbol se había masificado entre la clase trabajadora. Esto generó una situación de molestia en algunos sectores, tal como planteaba la revista Sports de Río de Janeiro en 1915: “Los que tenemos una posición en la sociedad estamos obligados a jugar con un obrero, con un chofer… La práctica del deporte se está convirtiendo en un suplicio, un sacrificio, nunca una diversión” (Eduardo Galeano, El fútbol a sol y sombra). Pero esto ya no tendría vuelta atrás y sin lugar a dudas, terminaría convirtiéndose en el deporte más popular del mundo. Esto debido a su belleza y a la sencillez para poder practicarlo, pues solo se necesita una pelota y a veces ni eso, pues se puede jugar con un calcetín envuelto, con cualquier envase, hasta con fruta o piedras.

Mucho se ha hablado en contra del fútbol, mirado en menos desde la intelectualidad, ha sido catalogado como el opio del pueblo. Pero basta leer el trabajo de algunos autores como Brenda Elsey, para darse cuenta de que fue todo lo contrario. Los clubes resultaron parte importante de la identidad de los trabajadores y de sus barrios. Elsey nos plantea que el fútbol sirvió para acercar a los trabajadores a los partidos políticos y a las ideas de democracia. Quienes practicaban este deporte, a través de sus actividades, consolidaron discursos sociales y políticos. Procesos como las solicitudes de los clubes a sus representantes, las elecciones de directivas o la redacción de los estatutos de cada club son ejemplos de aquello. Hoy entendemos que la participación en organizaciones de este tipo permite generar sociedades más democráticas que logran de alguna manera, conectar a los ciudadanos con el Estado. (Brenda Elsey, Citizens & sportmen. Fútbol & Politics in Twentieth-Century Chile).

También resulta necesario consignar que existieron clubes de trabajadores así como también existieron asociaciones obreras de fútbol. Pero más allá de lo anterior, es necesario consignar que todos los clubes fueron definidos como organizaciones cooperativas sin fines de lucro. Al otro lado de la cordillera también tenemos ejemplos de cómo se relacionaron los clubes con los trabajadores. Por ejemplo, el club Argentinos Juniors partió llamándose Club Mártires de Chicago en homenaje a los obreros anarquistas ahorcados un primero de mayo y Chacarita Juniors fue fundado un 1 de mayo en una biblioteca anarquista (Osvaldo Bayer, Fútbol Argentino).

En 1924, Chile va a Uruguay a jugar el campeonato sudamericano y David Arellano se da cuenta que los jugadores argentinos y uruguayos competían en otro nivel, que se podía observar las consecuencias de un fútbol practicado de manera más profesional, en el que los jugadores se dedicaban al fútbol en mayor medida que lo que ocurrían en nuestro país. Es así que luego de tremendas derrotas con las selecciones rivales, llega a proponer en Magallanes (su club y el de los profesores de la Escuela Normal Abelardo Núñez), que se debía entrenar, preparar los partidos, tener duchas, botiquines y un comportamiento acorde a la práctica del deporte de competencia. Encontró la resistencia de los dirigentes, lo que derivó en que en abril de 1925 junto a otros rebeldes fundaran Colo-Colo, club que ellos gestionarían para darle la impronta que creían necesaria (Sebastián Salinas, Por empuje y coraje). A los pocos años, ya en la década del 30, se instala el profesionalismo en las canchas de Chile.

El fútbol siguió su desarrollo, y no sin dificultades la idea de entender al futbolista como un trabajador se fue consolidando. La primera huelga que organizaron como gremio se produce en 1960 exigiendo la libertad de acción al término de sus contratos, lo que termina con la conformación de la Unión de Futbolistas Profesionales (Daniel Matamala, Goles y autogoles. La impropia relación entre el fútbol y el poder político). La labor del sindicato es fundamental como lo plantea Leonardo “El Pollo” Véliz: “Yo me acuerdo que con Carlos (Caszely), y el Gringo (Nef) nos metimos (en el sindicato) cuando estaba Benjamín Valenzuela de presidente, y nos juntábamos en el Club México para mejorar los derechos de los futbolistas, que nunca los tuvimos”; “Ni qué decir Mario Moreno, quien inició el Sindicato, o Hugo Lepe”; “Creo que el Sindicato en aquella época (los años ´60) hizo bastantes cosas. Fuimos a La Moneda cuando estaba Eduardo Frei Montalva a tratar algunos problemas de los futbolistas” (Braian Quezada y Carlos González, A discreción: viaje al corazón del fútbol chileno bajo la dictadura militar). Resulta necesario destacar la labor de Hugo Lepe o Mario “El Superclase” Moreno, artífices del sindicato de futbolistas, quienes luego serían detenidos y encarcelados en el Estadio Nacional para la dictadura cívico militar que golpeara Chile desde el 11 de septiembre de 1973. Inolvidable la gestión de Chamaco Valdés para conseguir su libertad.

Hoy, que muchos clubes se están acogiendo a la mal llamada Ley de Protección al Empleo, pero que más parece proteger al empresario, vuelve a ponerse en discusión el rol del futbolista como trabajador. Al recibir sueldos mucho más altos que el común de la gente, muchas veces son vistos como algo diferente, sin entender también que el futbolista que tiene resuelta su vida es la excepción. Es un número menor, solo un pequeño porcentaje que ha aprovechado la oportunidad de llegar a un club grande que paga sueltos importantes. Pero existen muchos jugadores que juegan en clubes más pequeños o que no están en primera división, que tienen sueldos bajísimos y que siguen sufriendo de la precariedad del empleo. La llegada de COVID-19 hizo esto mucho más transparente y se han conocidos varios casos de jugadores que han debido que buscar maneras de subsistir durante la paralización de los campeonatos por la emergencia sanitaria. La llegada del modelo de sociedades anónimas al fútbol se realizó con el discurso de la gestión profesional de lo administrativo y de lo económico. Pero hoy el que digan no tener el dinero suficiente para hacerse cargo de las remuneraciones de sus trabajadores, parece indicar que no eran tan buenos administradores como se nos quiso hacer creer.

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