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Derribar la barrera cultural del sexismo: «Aves de Presa (y la fantabulosa emancipación de Harley Quinn)»

Por: Esteban Andaur | Publicado: 17.02.2020
Derribar la barrera cultural del sexismo: «Aves de Presa (y la fantabulosa emancipación de Harley Quinn)» |
Al igual que Guasón de Todd Phillips, Aves de Presa se siente muy contemporánea, puesto que percibe los roles de género según el mundo de hoy y los codifica en una estética pop. Algunas películas enfatizan el estilo por sobre la sustancia, y, dado que ésta no pretende sermonear al público, está bien que solo sugiera la rebeldía que pulula por las calles en estos días.

Mis primeros recuerdos de Harley Quinn se remontan a mi infancia. Mi madre llegó a casa un día con dos figuras de acción de Batman: La serie animada, de la que yo era fan; se trataba del Guasón, en un traje azul ácido, y Harley Quinn, con un diseño de lo más original, como una mujer envuelta en una gran carta de póker. No la conocía, jamás había visto un episodio donde apareciera ella, a quien mi madre se refirió como «la polola del Guasón». Ahora bien, ¿por qué me dio dos psicópatas de plástico? Si salían en la tele, supongo que estaba bien, y lo importante era que aprendiera de un modelo heteronormativo de pareja a través del juego. El adoctrinamiento de mamá. Pero, ahora que lo pienso, tal vez mamá no se daba cuenta de cómo desplazaba a Harley a un rol irrelevante, simplemente la novia. A pesar de su potencial dramático, el personaje debía superar la asunción sexista de que era la segundona de la historia. Y después de bastante tiempo, y sobre todo después de ser el elemento más sobresaliente de Escuadrón Suicida aparte del maquillaje, llegó la hora de que esta chica se emancipara.

Aves de Presa (y la fantabulosa emancipación de una Harley Quinn), la nueva entrega del DCEU con un título atrevido y veleidoso, va del origen de un grupo de superheroínas con pasados oscuros y del crecimiento de la antiheroína del paréntesis, a quien Margot Robbie le hace justicia con su interpretación disparatada.

Una de las formas que la directora Cathy Yan encuentra para derribar la barrera cultural del sexismo, es introducir la película con una secuencia animada, similar a un corto de los Looney Tunes, narrada por Robbie. Así, Yan evoca una tradición de caricaturas y la subvierte representando, desde un punto de vista femenino, la relación tóxica que mantenía la célebre pareja criminal que se formó en Escuadrón Suicida, hasta que rompen. Es pura exposición, pero es la desquiciada voz en off de Robbie lo que provee a la secuencia una actitud nihilista que se extenderá al resto del filme.

Luego, pasamos a la imagen real. Harley conserva su aspecto de Escuadrón, y el mazo también. Su piel es blanca como el plástico, se mueve como un dibujo animado y su comportamiento es como el de una carta de póker, azaroso, impredecible, capaz de euforia y melancolía. Es la portadora de todas las posibilidades, y, a pesar del paréntesis, ella es la protagonista en este juego.

¿Por qué tendríamos que apoyarla en sus desventuras? Para empezar, es una romántica, está loca de amor. Todos podemos identificarnos con la desazón de un quiebre, y su corazón roto no para de sangrar. Pobrecita. No obstante, canaliza mal su ira. Es un disturbio en sí misma, esparciendo el caos por cada rincón de la ciudad. El asunto es que no puede evitarlo. La maldad que emerge de ella es accidental, casi adorable, por lo que no cuestionamos la laxitud del filme en cuanto a la violencia, a menudo gráfica como en Deadpool.

Considera lo siguiente: si ella se detuviera a pensar en las consecuencias de sus actos, sería, ejem, una buena persona. Y no pasa mucho tiempo antes de que tenga que pagar por la reputación que se ha granjeado. Cuando la población de Ciudad Gótica se entera de que el Guasón terminó con ella, Harley pierde la impunidad de la que gozaba junto a su ex, por ende, todos sus enemigos emprenden una cacería por su cabeza. Y es natural que le tengan tanta ojeriza, si hacía pelear a unos contra otros sin razón aparente y sin pedir disculpas (¿como nuestro presidente?). Pero se hartó de los payasos. Ahora debe luchar por sobrevivir y al mismo tiempo descubrir su propio valor. Algo así como lo que le sucede a John Wick, y no menos espectacular en la visualidad.

Al igual que Guasón de Todd Phillips, Aves de Presa se siente muy contemporánea, puesto que percibe los roles de género según el mundo de hoy y los codifica en una estética pop. Algunas películas enfatizan el estilo por sobre la sustancia, y, dado que ésta no pretende sermonear al público, está bien que solo sugiera la rebeldía que pulula por las calles en estos días. Es un sabor frívolo en los sentidos.

Y si bien la peli de Yan no produce un cambio notorio en el cine en general o las sátiras de superhéroes, al menos energiza al inestable DCEU y confía en la prosperidad de los elencos femeninos en los blockbusters. Y es tan profundamente weird, que es irresistible y se refleja en su intertextualidad.

Las Aves de Presa parecen sacadas directamente de una cinta de Quentin Tarantino (no es casual que Girl, You’ll Be a Woman Soon de Urge Overkill se escuche en el tráiler). Son buenas para pegar combos, patear traseros, conducir a alta velocidad, realizar proezas peligrosas en el capó de autos en movimiento, y deben sobrevivir mediante la sororidad, como las féminas de Death Proof; y en sus interacciones soeces, dejan claro su anhelo de anarquía.

La detective Renée Montoya (Rosie Perez) está cansada de trabajar para una policía corrupta (¿como nuestra policía?), y junto a Black Canary (Jurnee Smollett-Bell), quien posee una voz asesina, nos recuerda los modales urbanos de la Jackie Brown de Pam Grier, mientras la adolescente Cassandra Cain (Ella Jay Basco) porta un diamante muy valioso, por lo que Montoya la busca y Black Canary intenta protegerla, pero los diamantes son los mejores amigos de una chica, tal como Harley afirma en una de sus fantasías diurnas cantando una canción que fue usada en Moulin Rouge!, el musical protagonizado por Ewan McGregor, quien a su vez interpreta a Roman Sionis, el dueño de un club nocturno, aficionado a asesinar gente de maneras brutales y que es conocido por el nombre de Black Mask cuando se pone un disfraz negro, y que se asemeja en sus afectaciones a un ídolo caído del glam rock, una evolución del personaje de McGregor en Velvet Goldmine, y el elenco de criminales pintorescos lo completa la misteriosa Cazadora (Mary Elizabeth Winstead), y a todos los conocemos un poco más ya que la propia Harley tiende a describirlos en flashbacks, los cuales corren el riesgo de abrumarnos con exposición desmedida, mas la voz lúdica de la ex del Bromas la convierte en una especie de cuentista del bajo mundo, como cuando Beatrix Kiddo nos presenta a las eventuales víctimas de su venganza jugando con la estructura no lineal de su película, lo que es más o menos reiterado aquí por la guionista Christina Hodson.

Yan elabora un ritmo cinético en las escenas de peleas gracias a cortes certeros, rock, cámara lenta, y a que Robbie canaliza al Guasón de Jack Nicholson cuando en medio de la acción Harley lanza comentarios cáusticos sobre lo que está pasando. El director de fotografía Matthew Libatique imita las viñetas de un cómic para sus composiciones, que le sacan partido al diseño de producción de K.K. Barrett, sobrepoblado de chucherías e interiores extravagantes. Pareciera que cada fotograma se hubiera volado con azúcar y hubiera hecho explotar la paleta de colores saturados, que luchan por ocupar espacio en la pantalla. En el exceso estriba la cohesión del estilo.

Los vestuarios de Erin Benach ayudan a contar la historia, funcionando como un medio de expresión para los personajes, en especial la chica del mazo, que usa una chaqueta cool con mangas de borlas de oropel y retazos de cintas de precaución, porque ella es festiva respecto a su letalidad. La indumentaria se volverá icónica.

Aves de Presa es aquella diversión que te deja viendo Piolines revolotear alrededor de tu cabeza. Encima, estoy seguro de que Harley Quinn apreciaría que te rieras como una hiena. Sería fantabuloso.

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