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La situación en los campamentos y tomas de la Región Metropolitana es dura, muchas de las familias que viven en estos lugares no tienen los recursos necesarios para poder subsistir en un país cada día más golpeado por el virus. Este fotoreportaje fue realizado en los campamentos Nueva Cordillera y Dignidad, dos de los más de 800 que existen en el país.
Es otro Chile, donde lavarse las manos, poseer un techo digno y tener dinero para comer es un lujo.
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“Llegamos a este campamento en Puente Alto debido a que no pudimos pagar el arriendo de nuestros hogares. La situación se volvió demasiado complicada en solo un par de semanas y los ahorros que teníamos se esfumaron”, dice una de las personas que llegó a vivir al campamento Nueva Cordillera a finales de enero. La vergüenza y la discriminación se han hecho presentes con más fuerza ahora, y ser parte de un campamento o toma los hace temer ser expulsados o perseguidos por Carabineros, por ello piden que sus nombres no salgan publicados.
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Otra de las mujeres que vive en el lugar aseguró que el poco dinero que tenían lo ocuparon para construir unas mediaguas y afrontar el crudo invierno que se avecina. “Estamos construyendo nuestro hogar a cuentagotas. Nos falta mucho, pero han venido bastantes voluntarios a ayudarnos para poder seguir en pie. La organización entre vecinos ha sido fundamental para poder sobrellevar la situación”.
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Sin luz, agua ni empleo la situación es incierta. El coronavirus ha aumentado la presión psicológica de estas personas que no reciben ayuda del Estado chileno. El apoyo en cajas de mercadería o bonos no ha llegado a estos sectores, donde el frío y la humedad es un convidado de piedra en las noches. La escasez de oportunidades de trabajo, más los nulos ingresos que el solo hecho de finalizar sus mediaguas en lugares donde no hay suficientes sanidad se convierta en todo un desafío.
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“Somos invisibles para el Gobierno, es sumamente difícil hacer cualquier cosa para tener nuestra vivienda digna. Somos más de ocho familias, de esfuerzo, en un lugar que es súper insalubre, donde hay mucha basura alrededor y donde hay familias que no tienen ni siquiera un techo. Algunas personas nos traen agua para nuestras necesidades, pero sigue siendo todo muy difícil y escaso”, dice.
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En el Campamento Dignidad de Peñalolén la situación no es diferente. “La cesantía y el COVID nos están matando. Somos gente de trabajo, pero lo que está pasando nos impide poder surgir. No hay empleo y nos ingeniamos con ciertas cosas para sobrevivir, pero no nos alcanza para pagar ningún servicio básico. El gobierno no se preocupa de nada de lo que nos pase. Por acá, no se aparecen”, señala uno de los voceros.
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