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VOCES| Femfest, Hija de Perra y el grito disidente de la resistencia

Por: Antonia Piña González, coordinadora Femfest | Publicado: 23.08.2020
VOCES| Femfest, Hija de Perra y el grito disidente de la resistencia |
Hija de Perra hablaba de la monstruosidad y de la inmundicia presentes en todas las desigualdades y jerarquías que el patrón colonial de poder nos sigue imponiendo al dividirnos en razas, en clases, y dando por naturales la división sexo-género binarios. Exigía a través de una crítica descarnada y visceral, desnaturalizar el abuso estructural sostenido por siglos de dominación.

Año 2004, nace Femfest producto del trabajo de mujeres y disidencias sexuales que vivenciamos la década posdictatorial (algunas racional y otras intuitivamente) en medio del miedo heredado, el consumismo en alza, la represión continua y el silencio impuesto, como características intrínsecas del sueño dorado de la libertad neoliberal de los 90. 

La nueva lógica social construida desde la reconciliación desteñida, hecha en la medida de lo posible y continuadora del modelo dictatorial, nos hablaba de democracia, olvidando las plurales luchas y voces históricas del pueblo, a través de discursos conciliadores y la represión a una gran masa de personas descontentas, imponiendo una relectura derrotista del pasado profundamente conservadora. Esa mezcla perversa de cotidianidad patriarcal neoliberal y neodictatorial, católica, racista, profundamente misógina y consumista nos envenenaba. 

Sin saber qué fue primero, la sensibilidad, la sospecha o simplemente el imbricado malestar de estos elementos que juntos formaban una bomba tóxica contaminante; varies nos sentimos expulsados de lo considerado normal y construimos nuevos espacios de sublevación, convertidos en verdaderas heterotopias under (que habitábamos como espacios paralelos al universo santiaguino). Entre botellas de chela y tokatas punk, casas okupa, cultivo de huertos, confecciones de fanzines, marchas, funas y mucha rabia, desenvolvimos un imaginario libertario que nutría nuevas praxis y fuerza colectiva común a nuestra juventud.

Sin embargo, estos espacios reproducían de manera inconsciente las más íntimas y feroces lógicas patriarcales. En contextos de excesos en el consumo de drogas y de alcohol, emergían relaciones de subalternidad hacia las mujeres y de rechazo en muchos casos a las disidencias (recordemos por ejemplo que el universo punk era y es bastante homofóbico); provocando dolorosas asimetrías y violencias machistas, instalándose como verdaderas contradicciones en nuestro habitar. Sentirse doblemente discriminada por la sociedad y por tus pares, callada, utilizada, masculinizada para representar y ponderar fuerza o simplemente cosificada, fue instalando en muchas de nosotras una sensación de incomodidad creciente, de enojo y frustración. Dando vida a la necesidad de construir un espacio propio que visibilizara y denunciara lo que sentíamos sin poderlo compartir.

Quienes fuimos parte de la primera reunión del Festival Femfest en el living “del centro de operaciones” de la calle Marín, al mirarnos a los ojos supimos al instante que estábamos en una especie de ritual colectivo, liberando aquellas energías oscuras y de profundas injusticias atascadas en nuestras gargantas, desencajadas en nuestras cuerpas y vividas a través del arte y la música furiosa, como única forma de exorcizar lo que nos hacía daño, siendo la excusa perfecta para congregarnos en torno a un trabajo horizontal. Esa tarde de magia y alquimia, la rabia se transformó en fuerza creativa para converger  en el primer festival de mujeres y disidencias de la contracultura anticapitalista de Chile.

Sin miedo

Wally fue parte de esa primera reunión y de todas las siguientes, siendo nuestra compañera fiel durante diez años, codo a codo, entre lenguas y axilas, crisis y nuevas aventuras hasta el 2014, año de su muerte.

Ritualizándose en Hija de Perra entró a nuestras vidas como un rayo fulminante de claridad singular, era la expresión de lo que vendría, un clásico ejemplo de seres humanos excepcionales que atravesados por sus contextos históricos vislumbran caminos, trazando horizontes entre las inabarcables incertidumbres de la realidad alienante y respuestas que construyen puentes hacia nuevas posibilidades emancipatorias. 

No he conocido a nadie capaz de ser tan lúcida, tan sagaz y a su vez tan delirante. Hija de Perra hablaba de la monstruosidad y de la inmundicia presentes en todas las desigualdades y jerarquías que el patrón colonial de poder nos sigue imponiendo al dividirnos en razas, en clases, y dando por naturales la división sexo-género binarios. Exigía a través de una crítica descarnada y visceral, desnaturalizar el abuso estructural sostenido por siglos de dominación siendo reconocido por millones de personas como normal y natural: lo grotesco de las violencias de género, de raza y de clase vistas como “patrimoniales”, “históricas”, “nacionales” o “identitarias”. 

Hija de Perra nos removía profundamente provocando tremendas consecuencias en quienes la seguíamos, la escuchábamos y la acompañábamos. Entraba a nuestros espacios más íntimos sacudiendo nuestros trajes impostados productos de siglos de socialización. Nos dejaba desnudes e incómodes, frágiles pero soberanes de ser quien quisiéramos ser: ¡¡Sin miedo¡¡ 

Hija de Perra nos hacía estallar pero sin juzgarnos. Nos veíamos llenas de ideas preconcebidas sobre nuestras cuerpas, mentes y prácticas.  Los secretos antes guardados en nuestras sombras producto de inseguridades, humillaciones, deseos reprimidos y preocupaciones salían a la luz entre denuncias y fiestas. 

Sus performances eran una invitación a dejar de sentirnos expulsades, rechazades, no aceptades y tomar conciencia –tal como nos ve la sociedad– del rendimiento patriarcal capitalista: somos monstruos, somos deformidades que no entramos en sus moldes; somos residuo, somos inmundicia pues no nos reducimos a la esfera de producción en serie de objetos inservibles, ni en la división inventada de los géneros y ni en el racismo recalcitrante:  ¡¡Somos libres¡¡

Hija de Perra fue nuestra sacerdotisa, nuestra maestra de ceremonias, y sin lugar a dudas nuestra weichafe disidente. Sus propuestas estéticas, sus movimientos atrevidos, sus risas sarcásticas, sus cejas amenazantes, pero por sobre todo, su “lenguajear” subversivo que transformaba lo oculto en bandera de lucha sagrada, la situó como nuestra vocera espiritual, nuestra amante compañera que grita aún hoy haciendo palpitar al mundo: 

¡NADIE ES DUEÑO DE NADIE!

¡NADIE PUEDE DECIRTE CÓMO Y CON QUIÉN COGER! 

¡NADIE PUEDE SUBALTERNIZARNOS!

Por Hija de Perra que señaló el camino

¡PERRA, PERRA PERRA CULIÁ CONTRA EL ESTADO Y LA NORMATIVIDAD!

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