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Ignacio Agüero y Nunca subí el Provincia: «Haciendo películas puedo darle forma a la perplejidad».

Por: Rodrigo Miranda, periodista y escritor | Publicado: 29.08.2020
Ignacio Agüero y Nunca subí el Provincia: «Haciendo películas puedo darle forma a la perplejidad». Patricio_Aguero_2 |
Acaba de estrenar online su nueva película «Nunca subí el Provincia», ganadora del primer premio en el Festival de Cine Documental de Marsella 2019. En esta entrevista, el director hace una declaración de principios: “el cine es andar buscando, lo que es muy distinto a las certezas de los economistas por ejemplo, cuando daban por seguro que el país se desplomaba con entregar el 10% de las AFP a sus verdaderos dueños”.

Desde niño el director Ignacio Agüero veía en el techo de su casa el cerro Provincia. Un día dejó de verlo porque la construcción de un edificio lo tapó. En paralelo, de un día para otro, en la esquina de su cuadra un Big John reemplazó a la tradicional panadería Maya. Nunca subí el Provincia narra estos hechos que desencadenaron la destrucción de la vida del barrio a través de cartas manuscritas a una joven cineasta que un día fue a dejarle su primera película. Como la destinataria no contesta, Agüero decide escribir por escribir, filmar por filmar.

Uno de los atractivos de la película es que registra cómo era la vida antes de la pandemia, en la película nadie usa mascarillas y todos circulan libremente por la calle, algo que parece de otra época. 

Nunca subí el Provincia: jugando a ser carta

El documental se conecta con tus dos películas anteriores, El otro día y Como me da la gana II ¿Son películas hermanas, es una suerte de trilogía?

-No hago trilogías. Y aunque parecen películas hermanas son más bien primas de segundo grado, que se saludan cuando se encuentran en la calle y a veces se juntan a tomar el té. Pero después se va cada una para su lado. Y esto es porque cada una prueba cosas distintas. El otro día es como la prima mayor, más señora, muy perfecta, que se permite jugar con la luz del sol, con la ciudad y con el azar. Como me da la gana II es la prima más, como decirlo, chucheta diría yo, en el sentido que se la juega por las formas de manera más radical. Imagínate que le da por comenzar varias veces y de tanto comenzar la película de repente se termina. Y la última, Nunca subí el Provincia, es la más linda, la más fina, la más profunda que hasta juega con ser ella misma una carta escribiéndose en vez de una película.  

-¿Estas películas tienen en común un estilo narrativo meditativo, libre y basado en la divagación?

-Sí, las tres divagan, pero Nunca subí el Provincia es la que más conciencia tiene de que está divagando, es la primera que descubre esa palabra. Lo interesante es que prueban que existen muchas formas de divagar, muy distintas unas de otras. Por ejemplo, El otro día divaga al seguir el movimiento de la luz del sol y en ese movimiento se va encontrando con objetos que no sabían que podían vincularse. Como me da la gana II divaga al preguntarse ella misma qué es lo propiamente cinematográfico y se olvida de que está preguntando eso mismo a otros cineastas. En las tres veo lo interesante que es un cine que anda buscando, que se plantean que el cine es justamente eso, andar buscando, lo que es muy distinto a las certezas de los economistas por ejemplo, cuando daban por seguro que el país se desplomaba con entregar el 10% de las AFP a sus verdaderos dueños. 

Las bellezas e inmundicias del mundo

-Tu última película es sobre tu relación con el cine y cómo te hiciste cineasta

-Yo creo que todas mis películas son sobre eso: de qué se trata hacer cine y de qué se trata ser cineasta. Desde la primera película, que se llama Hoy es jueves cinematográfico y dura 4 minutos. La última, Nunca subí el Provincia, tiene esa pregunta en todos los planos y en cada corte hacia el plano siguiente. Es una pregunta fundamental que está cuestionando la relación entre la cámara, el mundo que está frente a ella y la posición del que está detrás de la cámara. Son cuestiones básicas, de perogrullo, pero de las cuales casi siempre los cineastas nos olvidamos. El verdadero cineasta está haciéndose cada vez que filma, salvo cuando filma burocráticamente, cuando filma para probar lo que ya sabe. 

-¿Qué es lo que te motiva hacer cine, ser cineasta?

-Ser cineasta es una declaración de libertad y desfachatez que te libera de la obligación de ser eficiente, eficaz, productivo. Te ubica inmediatamente en la posición del desobediente que se instala en la explanada amplia del gran angular para mirar el mundo a la distancia. Desde ahí puede tomar el teleobjetivo y hacer el foco tanto en las bellezas como en las inmundicias del mundo. Se parece a ser dios, sin tomárselo muy en serio. Por otro lado, ser cineasta no requiere ningún saber, pero sí querer saber. Haciendo películas puedo darle forma a la perplejidad.

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-En Nunca subí el Provincia hay un cruce de tiempos y espacios y de diferentes películas tuyas. Así funciona la memoria –fragmentada, hace conexiones extrañas y asociaciones libres– y así también funciona el cine. ¿Cuál es el lugar que ocupa la memoria en tus películas? 

-Memoria y cine son casi lo mismo. Como dices, la memoria funciona haciendo extrañas conexiones y asociaciones de fragmentos de la experiencia. Visto así, pareciera que la memoria le copia al cine, o que el cine sería la forma en que podemos conocer la memoria. Es como una maqueta de la memoria, pero una maqueta líquida, en movimiento, en continua transformación.   

-¿En la decisión de no escribir un guión hay una intención no narrativa, alejar al documental de contar una historia específica y volverlo más libre?

-El guión es un estorbo, a mí no me sirve. Y en vez de guión hay un dibujo de la película con muchas pelotas puestas en desorden. Como finalmente una película siempre avanza sobre una línea de tiempo, el guión se va escribiendo sin lápiz, en el montaje. En Nunca subí el Provincia ves que la película no avanza hacia ninguna parte porque está compuesta por zonas detenidas. La imagen y el plano tienen tiempo para desplegarse, sin estar ahí para ser eslabones de una cadena de relato. El espectador no entra en ella como quien se sube a un tren en marcha, sino que entra como quien se va metiendo al mar hasta quedar debajo debajo del agua.

Aló?, es Ruiz

-¿Hay alguna inspiración en las películas de Raúl Ruiz o alguna otra influencia?

-Mis películas no son ruicianas. Pero sus películas generan una brisa de la que no se puede escapar.

-¿Cómo recuerdas a Raúl Ruiz? 

-Cuando a veces sonaba el teléfono al descolgar se lo oía decir: Ruiz. Eso significaba que había que partir de inmediato a juntarse con él a El Parrón. Lo recuerdo como un gran conversador y una persona muy generosa, capaz de responder una pregunta estúpida como si fuera una gran pregunta.  

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-¿Cómo recuerdas tu trabajo con él en La recta provincia?

-Como un privilegio. Imagínate, estar todos los días del rodaje viéndolo trabajar y además actuando junto a Bélgica Castro. Hay que tener mucha suerte para eso. 

Nunca subí el Provincia registra cómo era la vida antes de la pandemia ¿Cómo viviste el confinamiento?

-Durante el encierro traje una mesa de la pieza del fondo y la puse junto al gran ventanal que da al patio. Ahí pasaba casi todo el día tratando de trabajar pero más bien distraído mirando por la ventana; al principio encandilado con los rayos del sol y luego viendo venir las sombras. También la lluvia y siempre los pájaros, como en una puesta en escena sin fin. Quedé más taciturno que antes. Y descubrí que ese era el lugar en que siempre debió estar esa mesa, aunque estorbe mucho el paso por el corredor. Ahora mismo termino de responder esta entrevista sentado a esta mesa, muy distraído.

 

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