Letras

Maximiliano Díaz, escritor: El lenguaje como un virus

Por: Cristian Leal, escritor | Publicado: 27.10.2020
Maximiliano Díaz, escritor: El lenguaje como un virus |
Maximiliano Díaz (Rancagua, 1994), Premio Roberto Bolaño 2019, publicó recientemente su primer libro “Donde amasan las olas” (Overol). Poemas en los que aborda la infancia frente a la televisión, la compresión de los padres y la agonía de hacerle frente a los muertos, con sus rituales y sus efectos en pueblos chicos.

En 2016 el desaparecido grupo de poesía neotaku lanzó en un local de comida china la antología en formato fanzine La vida es un Shonen, en alusión al grupo etario del animé dirigido a público adolescente. Los poemas hacían referencia sobre todo a la programación de Chilevisión que, durante los principios de los dos mil, emitía series como Pokemon, Sailor Moon, Los Caballeros del Zodiaco.

En esa antología resalta el poema “Mi papá” de Maximiliano Díaz, un texto sutil, con atisbos a la infancia y una mirada condescendiente sobre la paternidad joven: “Pero él no pudo ser cineasta. / Se quedó en Rancagua/ comenzó a trabajar en combustibles/ y se conformó/ con ver películas conmigo/ en el notebook/ fin de semana por medio”. Dicho texto llamó la atención de la editorial Overol, sello con el que el escritor acaba de publicar su primer libro: Quien amasa las olas

-¿Cuál fue el germen y el camino hasta Quien amasa las olas

-Fue brígido, muy largo. Quien amasa las olas fue varios libros antes de ser el que es ahora, como la mayoría de los libros, supongo. Con Overol veníamos conversando de este libro desde el 2016. Antes era mucho más autobiográfico y sobrio. Solo imágenes, sin adjetivos ni categorizaciones. Ese mismo año estuve en el Taller Al Pulso de la Letra. Ahí conocí interlocutores que valoré y sigo valorando mucho para mi escritura, y de a poco todo se fue reformando. Amplié las lecturas, de pronto tuve muchos autores nuevos de los que aprender, a quienes copiarle y de quienes robar versos e ideas. Pude problematizar más. Lo que me conmueve es pensar en esa sensación comunitaria que deja la escritura, tan alejada del estereotipo medio maldito de quien escribe solo y agobiado. 

Puro diálogo

-Tus textos hacen converger todo en un mismo mundo, de manera más reflexiva, con especial foco en los recuerdos de infancia. 

-Me gusta pensar que la memoria es tan personal como colectiva. Siento que cuando escribimos a partir de la memoria, buscamos comprender algo que pasó en otra época para aportar a nuestra esquiva idea de la identidad. Saber que estamos acá porque pasó tal cosa. Porque obvio, qué lindo pensar que la biografía de uno mismo tiene sentido, pos. Sin embargo, cuando nos desprendemos de esa responsabilidad, hay mucha más libertad para habitar la memoria. Creo que algo definitivo para poder escribir pensando en otra época, es convencerse de que no toda experiencia es una puerta directa hacia algo provechoso. De repente son hueás no más, pero no por eso no valdrá la pena volver. 

-¿Cómo se regula esa tensión entre lo íntimo y lo colectivo en tus poemas?

En la palabra hablada, completamente. Un relato termina de conformarse cuando las personas se lo van contando. Ahí esa memoria, aparentemente nacida solo de un sujeto, se expande. Supongo que de algo parecido hablaba Millán cuando dijo que el lenguaje es un virus. Siento que así nace un poco la cosa. Cuando eso no es auténtico, cuando está totalmente calculado en sus formas y en lo que abarca el imaginario, se nota. Si quien escribe contiene demasiado el poema en sus propias dimensiones, no lo va a dejar despegar. 

-En tu texto emergen ciertas figuras como los pescadores, la minería y los temporeros. Estos trabajos parece que hoy solo existen en el anonimato, y son ocultados por el centralismo. ¿Cómo lo hiciste para integrar esos territorios?

-En su mayoría son cosas que recogí del diálogo. Nací y me crié en Rancagua, y durante una temporada breve viví en el norte. Mi abuelo fue minero, mi viejo, mis primos y varios amigos trabajaron en la fruta. Creo que son cosas que uno adquiere por su contexto. Oficios, vidas completas que te permean mediante el puro diálogo. Y que van tomando sentido en la medida en que uno crece, ve y comprende cómo muchas de esas pegas están precarizadas.

El paisaje de provincia

-¿Cuáles son tus observaciones para formar poemas así?

Como me crié en provincia, tuve la oportunidad de vincularme de otra manera con el paisaje. Y no hablo de esa idea lárica, sino de una cosa un poco más desoladora. Siento que lo raro de las provincias cercanas a Santiago hoy en día, es que están desprovistas de identidad. Los santiaguinos las ven como apéndices que eventualmente serán consumidos por la ciudad.

Hoy mismo Rancagua es un meme, se dice que no existe. En la provincia no hay una crisis por el espacio, no hay una competencia por cosas tan chicas como que se acabe el pan, o alguien te gane una hora en la multicancha y tener que esperar varios días para pillar otra, como pasa en Santiago. Como en Santiago la gente viaja una hora en metro para llegar a la pega dentro de la ciudad, en provincia van a otro pueblo a unos 30 o 40 minutos con el mismo fin. Entonces, los lugares tienden a comunicarse. 

– En tus poemas se nota condescendencia hacia los padres, no hay una mirada victimizadora, sino comprensiva. Pensando en que se tiende a confrontar la historia de los padres ¿Cómo se puede figurar el error de los padres en material poético?

-Pucha, siento que somos una generación super indolente con nuestros viejos. Eso por sobre la posibilidad de establecer un diálogo con ellos. Creo que, en general, me gustaría pensar que uno puede alejarse de esa indolencia. Que es posible ver a los padres como sujetos, tanto únicos como parejas o exparejas, y que como todos, tienen sus propias maneras de vincularse, enfrentarse y sentirse abatidos. Es definirlos como sujetos con los que uno puede establecer un diálogo enriquecedor.

[Te puede interesar]: Raúl Zurita: «Me imagino parte de todo un movimiento social»

Cuando hablo de mi papá, pienso en sus sueños de juventud, cómo renunció a ellos porque no era de una familia de plata, y cómo, a pesar de eso, me dejó compartir ese pequeño goce con él. Cuando escribo sobre mi mamá, lo hago desde la posibilidad de que podamos entendernos y compartir al interior del poema de manera espontánea, sin pretensiones. Una de las cosas que me marcó de chico fue que, cuando le dije a ella que quería ser escritor, me pasó una carpeta con los poemas que escribió antes que yo naciera. Fue una de mis primeras interlocutoras, y me gusta pensar que esto es, de cierta manera, una meta compartida.

-¿Estableces una relación entre el diálogo y la poesía? 

-Aspiro a que el lenguaje sea accesible. Esto no tiene que ver directamente con la oralidad, pero sí reverbera en ella: si escribo un poema alejado de esa noción críptica y escolar de la poesía, podré comentarlo con quien sea. Mis primos, mis papás. Para mí eso es muy importante. En mi familia están mis primeros lectores, y quiero que lo sigan siendo.

-¿Cómo ha sido publicar tu primer libro en este contexto de pandemia? 

-Ha sido extraño. He trabajado en librerías, tengo amigas y amigos libreros, y otros tantos que participan del mundo editorial. Lo más extraño, supongo, ha sido ver cómo el movimiento de un libro nuevo se tiene que reconfigurar: no hubo lanzamiento, instancia en la que, me han comentado, siempre se venden muchísimos ejemplares. Y tampoco he podido abusar del amiguismo para que me pongan en vitrina o en el mesón de novedades. Es raro pensar que el movimiento del libro involucra el espacio físico que ocupa. De todas maneras, me gusta ver cómo las editoriales pequeñas se defienden con la venta directa, saber que hay gente que está comprando los libros igual, con el mismo entusiasmo que antes, aunque no puedan tocarlo, ni estén mediados por ese espacio de validación que significa la vitrina. 

La verdad, no sé si esto cambiará la forma en que está organizado el mundo del libro. Todo es demasiado nuevo, y las cosas se dieron así, de manera brusca, por un contexto que esperamos no se vuelva a repetir. Habría que ver cómo pasa el tiempo para poder sacar alguna conclusión.

Déjanos tus comentarios
La sección de comentarios está abierta a la reflexión y el intercambio de opiniones las cuales no representan precisamente la línea editorial del diario ElDesconcierto.cl.