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Menos balines y lacrimógenas, más libros para el pueblo: Lo triste de ser lector pobre en Chile

Por: Eduardo Farías, editor y Magíster en Edición | Publicado: 21.02.2020
Menos balines y lacrimógenas, más libros para el pueblo: Lo triste de ser lector pobre en Chile @museodeladignidad museodeladignidad Autor: @caiozzama Collage sobre muro. Fecha: 2019 |
La situación de las librerías es deprimente, refleja del desierto de no lectores que avanza como el calentamiento global y es un negocio que solo se ha concentrado en algunas comunas y ciudades de esta cárcel llamada Chile.

La ausencia de librerías en diversos territorios del país muestra la desigualdad estructural en el acceso al mundo de libro y evidencia la falta de políticas públicas eficaces. Esta violencia cultural en el acceso al libro muestra lo perverso que es el neoliberalismo: el acceso al bien de consumo en un territorio está determinado por el poder adquisitivo de sus habitantes, con la existencia territorios en posiciones demasiado desiguales. Recuerdo lo triste de ser lector pobre y vivir en un territorio sin una librería, recuerdo la ausencia sistemática de capital cultural, así como la ausencia de otros servicios básicos. 

El libro no es considerado un artículo de primera necesidad y el desierto de no lectores se traduce en la reducción del público objetivo. Las cadenas de librerías Antártica y la Feria Chilena del Libro se concentran principalmente en los malls y han surtido de bibliodiversidad a algunas ciudades. Por ejemplo, la Feria Chilena del Libro tiene sucursales en Concepción, Valdivia, Puerto Montt, además de Viña del Mar y Santiago. Antártica en regiones tiene tiendas en Concepción, Temuco, Viña del Mar y Antofagasta. Sin embargo, la presencia de estas dos empresas en algunos territorios demuestra que el capitalismo no se puede hacer cargo de una necesidad y un derecho (cultura-conocimiento) donde no hay mercado, aunque suene crudo.

Es interesante advertir que la franquicia de Librerías Qué Leo tiene un alcance mayor en regiones: Rancagua, Curicó, Talca, Chillán, Los Ángeles, Concepción La Unión, Temuco, Villarrica, Puyehue, Valdivia, Osorno, Coyhaique, Punta Arenas, por el sur; La Serena, Copiapó, Calama, Arica, por el norte. Este pequeño panorama muestra cómo el emprendimiento pyme bajo la fórmula de franquicia ha permitido dotar de librerías en las regiones, lo que es un aventura honorable y peligrosa, pues el negocio de la librería es bastante particular. Como plantea Gabriel Zaid, en Los demasiados libros, un librero tiene como misión producir encuentros felices entre los diversos lectores y los libros, y vive de los libros que se van, no de los que se quedan. Además, una librería no puede contener todos los libros producidos en el territorio nacional e importados; por ende, el librero inevitablemente elige y en esa elección reside el peligro: conocer o no conocer a sus clientes, que de por sí, al parecer, son pocos. Esta breve caracterización define el tipo de libros (sean best-sellers o no) que busca el librero y cómo ciertos nichos comienzan a perder presencia, en pos de que la librería no se vaya a la quiebra. En ese panorama, la librería independiente juega un papel importante en la cadena, pues pese a la precariedad del negocio y de todo lo deprimente que es, alberga y da valor a la edición independiente y a escenas alternativas que, por diversos motivos, no pueden entrar en las cadenas de librerías. 

La existencia de librerías en todos los territorios es fundamental para garantizar, al menos, al acceso al libro en pos del derecho a la cultura, al conocimiento: es una acción necesaria contra la desigualdad cultural en el acceso al libro. El Estado chileno está atado de manos, ya que su única opción es reproducir la lógica neoliberal: vía Fondo del Libro financia emprendimientos locales que, por la crudeza del mercado, suelen morir después de un tiempo. Los que logran mantenerse, es gracias al milagro divino de insertarse donde están las monedas. El Estado chileno, entonces, solo promueve la estadística económica del número azul, pero al rezago estructural sigue ahí, a la vista de todos. Por ello, urge que el Estado chileno en una nueva política del libro y la lectura financie un sistema nacional de librerías regionales que integre y dé valor a las librerías independientes y sus identidades, y que promueva la creación de estos albergues de libros en territorios que no cuentan con ellos.

Un sistema nacional de librerías regionales implica la creación de un aparato administrativo descentralizado, tecnológico y paraestatal que, mediante la gestión de la burocracia del IVA y de un sistema de distribución nacional, tienda a la autogestión económica del sistema. El financiamiento inicial del Estado chileno es fundamental para que existan, al menos, librerías en las capitales regionales, por ello lo planteo como parte de una política nacional del libro y la lectura. De tal manera, toda librería nacería desde la relación entre el Estado central y regional, el municipio y los actores del libro, con el objetivo de posibilitar el acceso de su territorio a la bibliodiversidad chilena y extranjera, y de alcanzar la autogestión económica por medio del IVA.

Para terminar, la creación de un sistema nacional de librerías no resolverá inmediatamente el problema de la no lectoría; sin embargo, es una acción necesaria para combatir el desierto de no lectores. Un objetivo básico es afectar este rezago estructural de los territorios con ausencia de librerías, para construir lectoría, junto con políticas públicas que suban ostensiblemente el salario mínimo para combatir la precarización económica en la cual nos tienen acorralados y que no posibilitan el acceso a una vida digna, incluso aquellas que necesitan los libros. Si no ponemos los libros a disposición de los territorios, no podemos esperar que sus habitantes deus ex machina conozcan aquellas lecturas significativas que cada uno lleva en su corazón y que han sido parte del fuego interno del estadillo de octubre, al menos de quienes su corazón es un libro. Menos balines y lacrimógenas; más libros para el pueblo.

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