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Nury González, directora Museo MAPA en el Día del Patrimonio: “Los museos tienen en Chile presupuestos muy exiguos, incluso vergonzosos”

Por: Isis Díaz, periodista | Publicado: 28.05.2020
Nury González, directora Museo MAPA en el Día del Patrimonio: “Los museos tienen en Chile presupuestos muy exiguos, incluso vergonzosos” |
Hace más de 10 años Nury González dirige el Museo de Arte Popular Americano Tomás Lago (MAPA), institución que se prepara para celebrar nuevamente el Día del Patrimonio Cultural, pero esta vez, sin poder abrir sus salas de exhibición ubicadas en el GAM, debido a la crisis sanitaria. De los desafíos que hoy enfrentan los museos y sobre la posibilidad de ver esta contingencia como una oportunidad para democratizar el acceso al patrimonio que resguardan, habla en esta entrevista.

Nury González es artista visual y académica. Recibió el Premio Altazor 2013, el Premio Municipal a la Trayectoria en Artes Visuales, y fue curadora del envío chileno a la 3ª Bienal Internacional Révélation en París (2017). Ha obtenido las becas Guggenheim y Rockefeller Foundation y sus obras se encuentran en colecciones públicas y privadas. Desde 2008 dirige el Museo de Arte Popular Americano Tomás Lago (MAPA), de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, institución dedicada al arte popular y que actualmente resguarda más de 7 mil 500 piezas provenientes de países como Chile, Bolivia, Colombia, Guatemala y México, entre otros. 

-El pasado 18 de mayo se celebró el Día Internacional de los Museos y ahora se viene el Día del Patrimonio Cultural, ¿cómo se define esto en un contexto como el que atravesamos? 

-Uno puede cuestionar la institución museo en general. Lo hizo hace un tiempo el filósofo Jean Louis Déotte, afirmando que los museos eran ruinas, y también tiene una postura hacia los museos Walter Benjamin, quien dijo que son como casas de sueños colectivos. Para nosotros, sin embargo, el museo es un espacio de salvaguarda de un patrimonio. En el caso del Museo de Arte Popular Americano, que es el que dirijo, se trata nada menos que de los pueblos que forman parte de este continente latinoamericano. El arte popular tiene (o tuvo más bien) la particularidad de no contar siempre con un autor, como dice el crítico y teórico paraguayo Ticio Escobar. El arte popular está más bien ligado a una comunidad, a un espacio territorial, a un conjunto de prácticas que se transmiten de generación en generación, de la abuela a la madre, de la madre a la hija. Lo que salvaguardamos son estos saberes con los que contamos. Cuando el museo se fundó en 1944 fue porque muchas de las donaciones llegaron a la Universidad de Chile con ocasión de su centenario. A partir de esa época quedamos a cargo de una serie de objetos maravillosos y fundamentales con los que no cuentan en ocasiones los propios países de origen. Tenemos estas piezas y las hemos ido completando con el tiempo. Pero no porque sí, sino para ponerlas a disposición de investigadores, creadores y público, finalmente para hacerlas visibles. Esa es la idea: tomar estas piezas en apariencia inútiles, geniales y discretas a la vez, para exhibirlas. Cuando se hace esto, los objetos también se transforman, adquieren un aura olvidado y adoptan otros significados.    

-Y desde esa perspectiva, ¿cómo se proyectan en este momento?

Antes que se precipitara esta pandemia habíamos realizado el llamado Patrimonio en Marcha, pues creíamos que no había que olvidar de ninguna manera lo que comenzó a suceder desde el 18 de octubre del 2019, esa visualidad y objetualidad que inundaba nuestro cotidiano. El arte popular también tiene que ver con las revueltas, con los idiomas que se transforman, con los asomos de una actividad festiva y de carácter puramente comunitario. Ahora la pandemia nos ha puesto en la situación de repensar estos espacios, de crear nuevos modos de acceso, lo que no es malo, porque así como el Louvre, el Prado o el MoMA ya tenían visitas virtuales, ya habían avanzado en una cierta tecnologización vinculada a democratizar las vías de acceso, también nosotros enfrentamos el desafío de exhibir virtualmente el patrimonio ante comunidades históricamente alejadas, ante pequeños universos. Entre el 2008 y el 2010, realizamos un proyecto bajo una figura que es la de Una ventana al MAPA: un modo de ingresar a los depósitos, porque a veces lo que mostramos es un uno por ciento de la colección. Hoy, para nosotros es importante crear formas novedosas que nos permitan recorrer una serie de piezas que no están en exhibición. Estamos en eso. Coincidentemente de alguna manera hemos venido avanzando desde hace tiempo en los asuntos de la virtualidad. Esta contingencia nos ha obligado a atender especialmente los modos de abrirnos al público. Para hacerlo, hay que redefinir desde antes algunas nociones. No puedo dejar de decir que la expresión “distanciamiento social” me parece incorrecta. Estar a cargo de un museo que releva especialmente las prácticas de las comunidades, las prácticas colectivas, me impone ser responsable con los conceptos: no existe ningún distanciamiento social, este es un distanciamiento corporal, el cuerpo y el afecto se han transformado en un gesto de contagio, algo muy inquietante. Pero este distanciamiento entre cuerpos es por el momento un modo de comportamiento en común, un modo social.   

-¿De qué forma rompe un museo el confinamiento? 

-El confinamiento es algo terrible, difícil de sobrellevar, pero en las nuevas formas de acceso a la virtualidad museal se da paradójicamente una tremenda democratización de la cultura. Por supuesto, hay que prepararse, es difícil, debemos acelerar el tranco. Todos los museos del mundo se han visto en esta situación. Y al mismo tiempo, quizás de ahora en más será bueno permitir que todas las exposiciones que se generan cuenten con acceso a un recorrido virtual. Es un trabajo a futuro. Nosotros, por el momento, trabajamos desde el 26 de marzo en una campaña muy fuerte por Instagram: exhibimos documentales que son resultado de nuestras investigaciones, realizamos talleres en vivo y pequeñas charlas y clases, mostramos objetos de nuestra colección. Creemos que estamos llegando, abriéndonos, a un público que quizás no conocía el museo, que no sabía lo que era el museo. Como universidad pública que aporta en todos los ámbitos de la vida de un ser humano, jugamos un rol fundamental que es permitir el acceso a la cultura y los saberes de los pueblos.  

-¿Cuáles te parecen que son los desafíos que enfrentan los museos en Chile para generar el acceso a la cultura y el patrimonio que resguardan?

-El estalido social, como sabemos, ya había dificultado el acceso material/presencial a nuestros museos. Con la pandemia, este acceso material terminó por convertirse en algo imposible. Esta imposibilidad ha generado a la vez condiciones para que la gente que está en Arica o en Chiloé, y no solo las élites, nos visite. Esto para un concepto como el de arte popular es indispensable. Hoy tenemos la posibilidad única y maravillosa de conseguir que las prácticas de nuestros pueblos, su cultura y su arte, lleguen a todo el mundo. Estamos frente a un nuevo panorama y es la responsabilidad de cualquier museo pensarse a sí mismo bajo estas condiciones. Nosotros, en particular, tenemos más de 2500 seguidores siguiendo los videos que subimos, asistiendo a nuestros talleres y clases, participando de las charlas que hacemos, etc. Es importante, en el sentido de que acelera un programa democratizador de la cultura. Me pueden contradecir pensando que para eso hay que tener computador e internet, sin embargo hoy podemos hacer todo eso desde teléfonos celulares. 

-¿Y cuál es el rol que en todo esto debe jugar el Estado?

Es obviamente fundamental. Todos sabemos que los museos tienen en Chile presupuestos muy exiguos, incluso vergonzosos. Sin embargo, hay algunas iniciativas –como los Fondos para el Mejoramiento de los Museos– que deberían orientarse hacia estas nuevas alternativas. Yo creo que el Estado tiene que invertir en este momento en el fortalecimiento de la difusión, de las plataformas de acceso. No vamos a salir fácilmente de esto, la gente, por mucho que la pandemia baje en intensidad, va a seguir asustada, nadie va a querer exponerse mucho en lugares cerrados, de modo que el Estado tiene que actuar desde ahora, tiene que proyectarse y apoyar desde ya la gestión que muchas directoras y directores estamos haciendo para mejorar el acceso virtual. Sabemos que hay un problema mayor, más complejo y absolutamente ineludible que es el hambre, la falta de trabajo y también, por qué no decirlo, el miedo a la muerte, entonces tener la posibilidad de entregar a las personas pequeños espacios para recrear la mirada y despejar la angustia es para nosotros una responsabilidad.

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