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Relatos de plagas y epidemias: El viaje puertas adentro

Por: Jessica Atal, escritora | Publicado: 07.04.2020
Relatos de plagas y epidemias: El viaje puertas adentro |
La del viaje que se lidia en casa es una aventura arriesgada porque está en juego tu realidad, lo que eres ahora, no lo que dejas en paréntesis, por ejemplo, cuando emprendes camino hacia otros territorios. La realidad de nadie más está en juego. Solo la tuya y aquella de quienes comparten tu hogar y conforman tu núcleo. ¿Cómo te juegas la vida puertas adentro?

Esta cuarentena ha sido un viaje. El viaje tiene dos posibilidades: puede ser hacia el exterior o el interior. Puede ser puertas afuera o puertas adentro. El viaje, a veces, al interior de la casa es el más complejo. “La aventura más arriesgada, difícil y seductora se lidia en casa; es allí donde nos jugamos la vida, la capacidad o la incapacidad de amar y construir, de tener y dar felicidad, de crecer con valentía o agazaparse en el miedo; es allí donde corremos los mayores riesgos”, escribe Claudio Magris en El infinito viajar. ¿Por qué? Pues porque no eres un extranjero, un visitante, un turista en tu casa, ni tampoco estás de paso. No dormirás allí una noche en una cama que mañana ocupará otro. La del viaje que se lidia en casa es una aventura arriesgada porque está en juego tu realidad, lo que eres ahora, no lo que dejas en paréntesis, por ejemplo, cuando emprendes camino hacia otros territorios. La realidad de nadie más está en juego. Solo la tuya y aquella de quienes comparten tu hogar y conforman tu núcleo. Pero ¿cómo te juegas la vida puertas adentro? Pues, en mi caso —que trabajo gran parte del tiempo desde mi casa, en el escritorio que ocupa parte de mi habitación—, no ha sido un cambio muy difícil ni desestructurador. Yo me juego la vida en la escritura, en gran parte, en ese otro viaje que tiene sus propios códigos, pero que también se asemeja a una travesía real. La escritura te lleva a lugares a los que tú decides ir (o a veces no), aunque no quita que estos te sorprendan y encuentres espacios con los que jamás soñaste. La literatura es el viaje que siempre se está haciendo en la página en blanco. A veces, por supuesto, llegas a lugares que te decepcionan y debes desandar lo andado. Esta condición es parte del viaje también: no todo camino te estimula. Hay lugares que te hablan al corazón; hay otros, en cambio, que permanecen herméticos sin que puedas descifrarlos.

Como decía, por mi trabajo, estoy acostumbrada a vivir puertas adentro. No me es ajeno. Eso sí, siempre estoy viendo entrar y salir a los míos. Ahora, en cambio, todos estamos dentro de la casa. Este cambio, creo, lo hemos llevado bien. Y el hecho de poder robarle al tiempo algunas horas más para mi escritura es algo que me tiene feliz. Mis hijos se han refugiado en el dibujo o en la lectura, además, claro, de sus tareas y los juegos online que no cambian por nada. Yo, por mi lado, he podido ir construyendo una rutina que jamás había logrado antes. En mi vida he ido siempre buscando pequeños momentos por aquí y por allá, a cualquier hora, en cualquier lugar, para escribir. Este tiempo de cuarentena ha sido diferente: me siento en las mañanas frente a mi computador, en mi escritorio, y lo primero que hago es avanzar en una novela que llevaba más de diez años abandonada. Un trabajo que he escrito y reescrito, pero sin la concentración necesaria para realmente sacarla adelante. Ahora es el tiempo, espero, y eso me tiene contenta. Haruki Murakami, cuando se enfrenta al desafío de escribir una novela, se sienta cinco horas cada mañana sin ninguna interrupción. Por meses. Aún en cuarentena, creo que no dispongo de tanto tiempo como él. Pero, sin duda, es un buen ejemplo de disciplina a seguir. Creo mucho en la disciplina para alcanzar lo que quieres en tu vida. Este tiempo de cuarentena ha servido, de alguna manera, para revisar aquellas rutinas que requieren, por ejemplo, orden y mantenimiento, tanto dentro de tu casa como dentro de tu espíritu.

Por otro lado, hemos podido compartir más tiempo en familia. Y se me ha revelado una familia nueva, pues la veo con otros ojos. Es una familia que se ama más, que se relaciona de otra manera, más amistosa, juguetona, y es el amor, la gratitud y la alegría de tenernos las emociones que crecen.

La vida es un viaje. Y el ser humano está en un permanente status viagiatoris. Es decir, su condición existencial esencial es la de viajero. Esta es una travesía que comienza el día que se nace y termina solo con la muerte. La vida es movimiento y el movimiento es cambio permanente. Si nos privan de libertad física para desplazarnos, no significa que dejemos de movernos. La mente se mueve. El espíritu se mueve. Lo que tenemos que aprender es a estar atentos hacia dónde avanzamos. Si es hacia un lugar de crecimiento o no. Albert Camus escribía en La Peste que los momentos críticos pueden sacar lo peor de las personas, pero, en algunos casos, puede salir a la luz lo mejor. Y que eso sea. El aislamiento nos recoge, pero no nos encoge. Que nos haga más grandes, seres más plenos, a pesar de la escasez material que puede abrumar. Podemos ser más aprendiendo a vivir con menos.

Es un viaje con pocos compañeros. Solo los de tu tribu más próxima. Es un viaje que comienza desde adentro, y vas desde la cama al living, como dice Charlie García, cuidando de los tuyos con ojos que no estaban acostumbrados a verlos tan de cerca. Eso es lindo: haces crecer el amor, fortaleces lazos, encuentras puntos de encuentro, improvisas, creas y vas conformando un mundo íntimo más sólido que no existía antes. Ves cómo va surgiendo una casa también más firme en cuanto la haces más tuya, y te protege también en cada uno de sus rincones.

Hay personas —amigos y miembros de la familia— que están solas viviendo esta cuarentena. Ahí tenemos una responsabilidad muy grande. Es a ellas a quienes tenemos que hacerlas, de alguna manera, parte de nuestro núcleo, ojalá llamándolas todos los días, compartiendo la suerte que tenemos de estar acompañados y aislados al mismo tiempo. Que sea un tiempo de cercanía, de reconocimiento, de paz y crecimiento interior. Y de preparación, por cierto, para lo que viene.

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