Tipos Móviles

Stone de memoria, in memoriam

Por: Adrián Barahona, editor | Publicado: 10.02.2020
Stone de memoria, in memoriam | Fuente: Facebook Daniel Antonio Urrea Lepez.
Stone, el poeta, el «salbador de la humanidad», así, con “b” para diferenciarse de cualquier impostor, se nos arrancó de la vida el sábado primero de febrero. Lo atropellaron en la carretera y tal como predijo “mi cuerpo no será retirado / quedará como vestigio pa’ las generaciones futuras”.

Quiero recordar el día que lo conocí, no sé cuántos años atrás, algo más de una década. Fue en casa de Nikanor Molinares, en un cité de calle Raulí, rodeados de neumáticos recauchados y vendedores de espejos robados. Como era su estilo, nos recitó a la velocidad del rayo media docena de poemas. No solo había construido una forma de recitar que lo había hecho ganarse un segundo apodo, “metralleta” Stone, sino que también había creado una musicalidad acorde al mundo que proponía en su obra. Era un mundo marginal y callejero, un realismo salvaje en constante diálogo con las imágenes de sus sueños. Recreaba al mundo, como su amado Huidobro, sin dejar de tensionar toda la luz y la sombra de su existencia. Esa misma tarde de sábado supimos que Stone nunca había «escrito» un poema. Los había construido en su cabeza y los iba perfeccionando de recitación en recitación. Ni siquiera se había dado el trabajo de transcribirlos. En su memoria guardaba, en ese momento, unas cuarenta creaciones, que soltaba en cada oportunidad que se le presentaba, en la puerta del Chancho Seis, compartiendo una cerveza a orillas del Mapocho, caminando por la calle, “en el metro, para conseguir algún dinero”, a las cinco de la mañana cuando ya todos se habían ido a dormir. Daba lo mismo, Stone vivía poesía.

Cuando lo escuchamos esa primera vez, nos voló la cabeza y nos hicimos amigos de inmediato. Con Gustavo Bernal lo perseguimos por años para que nos dejara editarle un libro y él nos persiguió por años para que le compráramos cigarros. Gracias a tanta insistencia, en ambas cosas tuvimos éxito, él nos convenció un millar de veces de pasarle unas monedas para el tabaco y, finalmente, una mañana de invierno del 2016, hicimos una sesión en el subterráneo de la librería Livin y registramos en su propia voz todos los poemas que pudo recordar. Así nació Stone de memoria. El libro lo lanzamos ese mismo año, en diciembre. Se los fui pasando de a poco con la ayuda de Juan Carlos, del Chancho Seis. Así agotó rápido la primera edición, hicimos una segunda, imprimiendo por goteo, y nos preparábamos para hacer la tercera. Quería cambiar la forma en que estaban armados los versos, que el poema no fuera avanzando lento, hacia abajo, sino hacia el lado, que se pareciera más a su forma de recitar.

Stone iba a todas las FLIAs. Era de los pocos que ayudaban con el armado desde temprano. Cuando hicimos la del Cine Arte Alameda, lo encontramos esperándonos en la puerta a las 7 de la mañana, muerto de frío, urgido por un cigarro y un café. Se había pasado la noche de largo, en la calle, como tantas otras veces, tal como lo dice en un desgarrador poema, El Salbador ingresa al mundo de las letras: “Me tapo con Mercurio / con Artes y Letras / de literatura Stone”. En noviembre del año pasado nos juntamos en el Chancho Seis, le pasé un último paquete de libros, y me contó que había hecho varios poemas que quería incluir en la próxima edición. Los soltó a toda velocidad mientras nos comíamos unas papas fritas. Eran distintos a lo que acostumbrábamos escuchar, una nueva poética. Quedamos de que vendría en marzo a Valparaíso para grabarlo, pero para que la leyenda de Stone se hiciera carne, era necesario que esos últimos poemas se fueran junto a su memoria.

Déjanos tus comentarios
La sección de comentarios está abierta a la reflexión y el intercambio de opiniones las cuales no representan precisamente la línea editorial del diario ElDesconcierto.cl.