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Te recuerdo Alejandro Sieveking

Por: Rodrigo Miranda, escritor y periodista | Publicado: 06.03.2020
Te recuerdo Alejandro Sieveking |
Figura capital del teatro chileno y uno de sus ejes estructurales junto a su compañera Bélgica Castro. Recordado por su maestría en la dramaturgia y la actuación, el autor de Animas de día claro y La remolienda falleció a los 85 años.

Ha muerto Alejandro Sieveking. Era el dramaturgo vivo más trascendente de nuestro teatro y Premio Nacional de Artes de la Representación 2017. La noticia llena de tristeza a la escena local. En septiembre pasado había cumplido 85 años sin perder la pasión por el teatro, la literatura y también por las artes visuales, especialmente el collage, del que era un prolijo y virtuoso creador. Como actor descollaba con su pura estilizada presencia. En su departamento frente al cerro Santa Lucía, le sobrevive su eterna compañera y musa, Bélgica Castro.

Nacido en Rengo en 1934, estudió Arquitectura en la Universidad de Chile, pero enseguida orientó su vida a los escenarios y entró a la Escuela del Teatro de esa casa de estudios, donde fue compañero de Víctor Jara.

En 1959, cuando egresaron, Jara y Sieveking iban a montar una comedia musical donde Víctor interpretaría a un campesino, pero tuvieron problemas para completar el elenco y un buen día Víctor le propuso a Alejandro que escribiera otra obra y que él la dirigiría. Fue Parecido a la felicidad, el debut en la dirección de Jara. Un gran y rotundo éxito.

En 1962, se repitió la dupla. Alejandro le ofreció a Víctor Ánimas de día claro para que la dirigiera y recopilara el material folclórico necesario para el montaje.

Sieveking siempre contaba que escribió Ánimas de día claro inspirándose en la clásica película japonesa -sobre mujeres fantasmas- Cuentos de la luna pálida de agosto, de Kenji Mizoguchi.

La obra transcurre en una casa-quinta a las afueras de Talagante habitada por los espíritus de las hermanas González, ánimas que solo dejarán su errancia cuando cumplan un deseo que no consumaron en vida. Como lo anuncia el título, Floridema, Zelmira, Orfilia, Luzmira y Bertina -quien murió sin ser besada, interpretada con maestría por Bélgica Castro- aparecen a cualquier hora del día ante la presencia de un varón.

Un joven llamado Eulogio llega a la casa con el fin de comprarla, a pesar de las advertencias de quienes saben que en ese lugar penan. En ese contexto onírico y rural surgirá un romance entre Bertina y Eulogio, pero ella no permitirá que él la bese porque al hacerlo desaparecería.

Las almas de las cinco hermanas artesanas loceras de Talagante irán partiendo al cielo a medida que cumplen sus sueños.

Ánimas de día claro se estrenó días antes del inicio del Mundial de Fútbol de 1962. Con motivo del encuentro deportivo las dos compañías universitarias decidieron montar únicamente obras chilenas. Debutó el 25 de mayo de 1962 en el Instituto de Teatro de la Universidad de Chile (ITUCH), en la sala Antonio Varas. “Fue poca gente a verla, unas 50 personas por función. Todo el mundo estaba preocupado más del fútbol”, le gustaba recordar a Alejandro.

Con La Remolienda, de 1965, otro clásico de la dupla Sieveking-Jara, la pareja creativa se alejó del tono mágico de Ánimas de día claro y se acercó al campo chileno desde la comedia y el humor picaresco, inspirándose lejanamente nada menos que en Sueño de una noche de verano, de Shakespeare. Originalmente, iba a ser una comedia musical pero Jara eliminó la mayoría de las canciones. A días del estreno, Bélgica Castro ajustó el personaje de Oña Nicolasa que estaba en un tono serio al estilo de La viuda de Apablaza, también gracias a un consejo de Jara.

Oña Nicolasa lleva a sus tres hijos campesinos a un pueblo cercano a Villarrica para casarlos, pero los candorosos huasos se hospedan en un prostíbulo, el que confunden con una casa “respetable”. Ansiosas de encontrar marido, las tres jóvenes que trabajan en la casa de remolienda ven en los inocentes afuerinos una posibilidad de matrimonio. Este enredo ocasiona una genial comedia de equivocaciones.

Con Ánimas de día claro y La Remolienda, el objetivo de Sieveking fue reconstruir ritos, ceremonias, formas de hablar y costumbres criollas de una manera fiel a la realidad, superando el folclorismo añejo asociado al campo chileno.

A través de la profundidad social y psicológica de los personajes, supo hacer un teatro popular, donde lo costumbrista se mezclaba con lo mitológico.

La habilidad para captar con veracidad el habla popular y la complejidad de los personajes permitió que los textos trascendieran el ámbito local y se instalaran en uno más universal.

Aunque se distanciaron cuando Víctor fue a dirigir Antígona (1969) al Teatro UC, la alianza creativa entre Jara-director y Sieveking-dramaturgo duraría hasta el mismo día del asesinato del cantautor. En 1973, Jara iba a dirigir la obra de Sieveking, La virgen del puño cerrado. Todos sabemos que nunca pudo hacerlo.

El golpe militar del 11 de septiembre de 1973 abortó el proyecto político y social de la UP e inició un proceso de exterminio de su poder simbólico y cultural. El objetivo de esta operación genocida era borrar cualquier indicio o reminiscencia asociada al período de Salvador Allende. La intención era hacer desaparecer todos los símbolos que pudieran recordarlo y Víctor Jara fue una de las primeras víctimas. Luego de su asesinato, Sieveking -junto a Bélgica Castro- se sintieron devastados por esta tragedia y finalmente se exiliaron en Costa Rica entre 1974 y 1984. Para Sieveking esa muerte se convirtió en una herida abierta durante toda su prolífica vida como dramaturgo, responsable de varios clásicos del teatro chileno por los que será leído y recordado por siempre.

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