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Vía Zoom, nos asomamos a la habitación donde Diamela Eltit escribe sus novelas, ensayos y columnas de opinión. En medio de la pandemia y tras más de dos meses en cuarentena, la autora de Lumpérica, Mano de obra y Jamás el fuego nunca clama por los cambios estructurales y el fin a las desigualdades del modelo neoliberal, anunciados en el estallido social de octubre de 2019. Aquí una síntesis de la entrevista que se puede ver completa en video.
En 1979, la escritora Diamela Eltit, como miembro del grupo CADA (Colectivo de Acciones de Arte) junto a Raúl Zurita, Lotty Rosenfeld, Juan Castillo y Fernando Balcells, realizó Para no morir de hambre en el arte. En esta acción, se repartió leche entre los vecinos de una población de la comuna de La Granja. El C.A.D.A. abordaba el problema del hambre y la pobreza provocada por la dictadura y le otorgaba a la leche un poder simbólico que recordaba la campaña del «Medio litro de leche diario” de la Unidad Popular. 41 años después, la Premio Nacional de Literatura cree que la pobreza se extenderá de nuevo por comunas de Santiago como La Granja, El Bosque, San Ramón o La Pintana, producto de la crisis sanitaria y de la ineficacia del sistema neoliberal. Además, advierte que nuevas convulsiones y estallidos sociales se presentarán pospandemia.
-La palabra hambre, cargada simbólica y culturalmente, ha cobrado una actualidad aterradora en comunas populares de Santiago. Parece que estamos igual o peor que en 1979 cuando el CADA realizó Para no morir de hambre en el arte
-El hambre no es una constante, pero sí hay un hambre episódica porque el sistema es muy frágil. El hambre hizo su máxima explosión social con la crisis económica de 1982 que provocó en 1983 el inicio de las protestas populares que marcaron el fin de la dictadura. 1973 fue también pavoroso por una gestión masiva de despidos. Crearon el POJH, el Programa de Ocupación para Jefes de Hogar, que fue aterrador. El “éxito económico” de la dictadura es muy irregular porque no se contempla la crisis del 82 que venía incubándose de antes. El sistema es frágil. Esa misma fragilidad fue la que movilizó a la población en octubre de 2019. La verdadera pandemia es el sistema neoliberal, su ineficacia y superficialidad.
-Los pobladores de las comunas populares de Santiago protestan por hambre y son reprimidos e incluso Carabineros destruye sus ollas comunes. Pareciera que el Gobierno es tan peligroso como el virus
-El Gobierno pudo haber gestado otra manera de vivir esta pandemia. No cerrar la Región Metropolitana entera inmediatamente, como lo propuso el Colegio Médico, generó una agudización de las condiciones de los sectores populares, se culpó a los enfermos de enfermarse y a los contagiados de contagiar, en circunstancias que no hubo confinamiento. Tardíamente, El Bosque, entre otras comunas, quedó más tiempo confinado y aislado y el hambre se dejó caer sin medidas paliativas. Si sufres hambre y te tiran bombas y agua, te mojan en circunstancias que hay una crisis sanitaria terrible, el hambre se va a dilatar, el hambre va a estar ahí, se va a quedar.
-Las ollas comunes se reactivaron igual que en dictadura
-Todo lo que está pasando es por falta de Estado. Las ollas comunes son episódicas mientras no cambie el sistema y no se abra a un Estado benefactor. Afortunadamente, se cuenta con memoria y se sabe que uno de los recursos que se tiene es la atención de la comunidad sobre la comunidad, la comunidad se pone en marcha. El resto de la ciudadanía está colaborando con estas ollas comunas aportando, es lo que se debe hacer.
-Hoy es necesaria una política de redistribución seria de la riqueza, como una renta básica asegurada con un impuesto a los superricos o un control de precios
–La renta básica asegurada es a lo que debemos llegar, hay muchos países que están en esa línea. Se tiene que revalorizar lo público, fortalecer la educación, la salud y todos los mecanismos del Estado. Es imperativo subir los impuestos, es lo que garantiza mejores condiciones para equilibrar el panorama social chileno.
-El show de las cajas de alimentos del Gobierno parece una medida parche y mediática
–Es la espectacularización de los fideos, hay un uso y un abuso, hay clientelismo. Cada caja es un voto, pero la población ya no cree en el clientelismo y el paternalismo. Estamos rodeados de multimillonarios y siempre me he preguntado cómo ese sector se siente al firmar un decreto para que la gente viva con un bono de 65 mil pesos al mes. En Chile, la acumulación de la riqueza es un mal de Diógenes, acumular por acumular. En esta crisis, los montos debieron haber sido depositados en cuentas RUT de la forma más rápida posible. Las cajas de alimentos revelan una mirada descalificadora, peyorativa, de arriba hacia abajo, porque los de arriba piensan que el sujeto popular es incapaz de administrar dinero.
