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VOCES| Convención constituyente: Lo impensable se volvió posible porque salimos a exigirlo

Por: Pía González Suau, escritora | Publicado: 22.10.2020
VOCES| Convención constituyente: Lo impensable se volvió posible porque salimos a exigirlo @periodistafurioso |
Y la clase política cambia la estrategia. Ahora quieren participar en un nuevo Chile. Resucita un político diciendo que va por el Apruebo y la convención mixta. Se quiere asegurar el puesto para seguir poniendo trabas y evitar cambios importantes en la Constitución.

Hace un año, mientras la gente repletaba las calles en todo el país, la clase política recién abría los ojos y desconcertada, trataba de ponerse de acuerdo. Ahora siguen igual. Es tragicómico verlos discutir y competir por quiénes están más o menos unidos o quiénes están divididos, mientras afuera de esta burbuja, la gente los observa como seres desconectados, que transmiten en una onda diferente y que cuando es necesario que tomen medidas para beneficiar a la gente, es la presión ciudadana la que lo logra. 

Ellxs votan, celebran y se atribuyen el logro ¿Se imaginan que hubiese pasado si no aprueban el retiro del 10%? Bastó una encuesta donde arrasaba la voluntad popular y se transformó en realidad. Se podía. Como también se pudo no subir los treinta pesos del pasaje, aumentar la cifra de los bonos, tener un plebiscito para una nueva Constitución, y así, suma y sigue. Lo impensable, se volvió posible porque salimos a exigirlo y el país no se vino abajo.

La clase política viene siempre atrás, corriendo para hacer propio lo que la gente clama. Hablan con palabras añejas, con frases tan repetidas que no se distingue quién las dice. Continúan respondiendo con clichés, diciendo lo “políticamente correcto” para no alterar una línea de conducta que, hasta ahora, los ha mantenido en un confort de buena paga y figuración. No todxs, por supuesto, pero en este caso la excepción que confirma la regla se cumple a cabalidad. 

Tan así es el funcionamiento del Parlamento, que cuando llegan voces nuevas de a poco van perdiendo fuerza. Lentamente sus fervientes palabras se van entibiando y las esperanzas depositadas en ellas y ellos se desinflan. Pasan a formar parte del coro de un consenso mal entendido, porque al final no cambia nada, todo se diluye en tranzas y lavados de manos.

No nos sirve una clase política al servicio del poder económico. Son urgentes los cambios estructurales a un sistema que hace agua, que se desmorona de forma evidente, que no ofrece seguridades sociales mínimas para la mayoría de sus ciudadanos. Es la calle la que provocó tal evidencia. Por eso ha sido y será nuestro instrumento de presión.

Lo que digan o intenten hacer los políticxs se verá frenado, administrado y definido por las familias que manejan el país. Les temen a las reformas estructurales, que se toque el sistema de AFP o se rediseñe la salud, asegurando derechos y no competencias lucrativas. 

El poder económico presiona y amenaza con retirar o disminuir las inversiones, convirtiendo esta advertencia en el mantra y el pánico de la derecha. No les pasamos plata si nos cambian las reglas impuestas por nosotros mismos. Y someten a un país entero a su conveniencia. Así de burdo, así de ruin. 

Ya ni siquiera es una cuestión ideológica, esto de mantener el neoliberalismo a ultranza. Ahora es codicia desatada. Lo que sea para sostener las ganancias exorbitantes. 

Y la clase política cambia la estrategia. Ahora quieren participar en un nuevo Chile. Resucita un político diciendo que va por el Apruebo y la convención mixta. Se quiere asegurar el puesto para seguir poniendo trabas y evitar cambios importantes en la Constitución. Un alcalde se declara de un progresismo insólito, inimaginable pocos años atrás. En una campaña desatada aparece por televisión de lunes a viernes, con cara de inocencia y palabras de contenido social. No duden que de ser elegido presidente, la represión sería igual o peor, porque su idea de Estado policial lo tiene bien guardado, juró por él cuando las circunstancias le acomodaron. 

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Se apura una alcaldesa por no quedar atrás y suaviza tono y discurso para no perder lugar en la carrera por gobernar. En esta nueva manera de hablarnos, el eslogan es “reconocemos todo lo malo y les juramos que vamos a cambiar”.

Mil formas de mentir, de omitir o de disfrazar las cosas. Algo que los políticos dominan a la perfección. Lo que no hicieron cuando gobernaron, ya no fue. Los cambios o son oportunos o solo quedan en explicaciones inútiles.

Ya pasaron treinta años y estamos mal. Conocemos los resultados del modelo. No fueron capaces de reformar un sistema injusto. No vengan ahora a tratar de convencernos que lo harán.

Por única vez en nuestra historia tenemos la posibilidad de hablar. Las voces de mujeres y hombres por igual. Por primera vez nos acercamos más que nunca a que la calle sea escuchada. No a través de políticxs enredados en contubernios y amarres de pasillos. Hablaremos directamente de las desigualdades vividas en el trabajo, en los sueldos, en el hecho de ser mujeres o ser niñxs. Porque nosotrxs sí lo vimos venir. Lo teníamos atrapado en la garganta, en una impotencia crónica. 

No más palabras que se las lleva el viento. Voto por una Convención Constitucional formada por nuestras voces. No una mixta, donde nos imponen la mitad de políticxs que ya conocemos. Queremos mujeres y hombres comunes, sin vestiduras de poder. Que toman la micro, que resisten para llegar a fin de mes, que sufren el día a día. Es necesario ser escuchados para producir los cambios. Como pasó con el 10%. Bastó nuestra fuerza unida, para que corrieran  a defenderlo. Una vez más, se pudo. No se vino abajo el país, no corrieron los ciudadanos a farrearse la plata. 

Las transformaciones son urgentes. Ya no es posible seguir sacrificando generaciones por la avaricia y ambición de unos pocxs. Porque desde octubre, tomamos conciencia que la fuerza es nuestra. En el papel y en la acción. No sabemos quién gobernará en el futuro. Surgirán líderes y tengan por seguro que  si el día de mañana se vuelven a olvidar que gobiernan gracias a nosotrxs, sea quien sea, saldremos a la calle a recordárselo, porque ya aprendimos. 

Somos un pueblo que hace rato se volvió lúcido y con su memoria latente.

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