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VOCES| El que no salta es mapuche

Por: Pía González Suau, escritora | Publicado: 04.08.2020
VOCES| El que no salta es mapuche |
Hoy se llama ecología lo que el pueblo mapuche viene viviendo y defendiendo desde siempre, hace cientos de años, antes de los españoles, antes de los chilenos y antes de las forestales y grupos racistas que, no sé de donde, apelan a una superioridad extraña y amorfa, cuando por sus venas corre la misma sangre.

Desde nuestra independencia la relación con el pueblo mapuche se volvió opresora y, por consiguiente, violenta. Hasta los españoles, los conquistadores a sangre y fuego, fueron capaces de darse cuenta que trataban con una cultura que no sería posible doblegar, porque su organización y cohesión social se daba de tal manera que era imbatible. Y no era cuestión de cambiar jerarquías o destituir poderes, ya que los mapuche presentaban una forma democrática de vida, cuyos principios no se basaban en la propiedad ni en la codicia, sino en una cosmología cíclica, donde la naturaleza y el equilibrio eran y son los pilares fundamentales de sus creencias. Por consiguiente, el respeto a la tierra como fuente esencial de vida, la no división ni la apropiación de esta (sus rukas no tenían puertas, las tierras no se dividían por cercos), se oponía a todo intento de apropiación. Los españoles entendieron que si trataban de dialogar en lugar de imponer, la guerra tendría pausas y no se volvería interminable. Se crearon los parlamentos, donde se juntaban autoridades del reino con los caciques para ponerse de acuerdo en lo que podían. Conversaban, intercambiaban regalos y se mostraban mutuo respeto (O`Higgins aprendió mapudungun asistiendo a estos parlamentos).

Doscientos años después, son los chilenos los que insisten en no entender que la dignidad está en el ADN de ese pueblo y su gran legado no habrán sido pirámides (construidas en base a la explotación y esclavitud) sino haber entregado una forma visionaria de vida, que ahora está en boca del mundo entero y se llama ecología. Eso que el pueblo mapuche viene viviendo y defendiendo desde siempre, hace cientos de años, antes de los españoles, antes de los chilenos y antes de las forestales y grupos racistas que, no sé de donde, apelan a una superioridad extraña y amorfa, cuando por sus venas  corre la misma sangre. 

Hace no muchos años atrás ser mapuche era sinónimo de alcohólico, de incapacidad, las empleadas de las casas eran mapuchitas. Calificaciones que da vergüenza escribirlas. Desde el siglo XIX nos vendieron esto de que los criollos eran los “arios” del país, sobre todo si descendían de inmigrantes europeos, de variopintos orígenes pero que no trepidaron en apropiarse de las mejores tierras de los mapuche y otras etnias a cambio de sus ojos azules. Lo que no pudieron hacer en sus países de origen, lo vinieron a hacer aquí, trabajando duro por supuesto, pero en tierras usurpadas.

Estas ideas han ido cambiando a medida que la ignorancia ha sido reemplazada por el conocimiento. Pero todavía quedan los que no saben de historia, los que creen que el dinero es sinónimo de cultura, los que se mueven en grupos que se activan porque cuentan con custodia policial y que exaltados gritan “el que no salta es mapuche” provocando vergüenza ajena ¿Qué pensarán otros países al escuchar esto? ¡Es cómo gritar el que no salta es maya o inca o maorí! ¿Se avergüenzan de sí mismos estos chilenos? 

Ya es suficiente, en serio. Basta de gobiernos que se hacen los eficientes y mandan a un ministro, que llega con el bidón de bencina debajo del brazo y lo primero que dice es que los mapuche presos no son prisioneros políticos, porque no pelean por una causa y enseguida asegura que viene a conversar ¿Con quién? Con los que niega que luchan hace quinientos años para no ser eliminados como cultura (qué paciencia para luchar tanto tiempo sin una causa) con los que piden les devuelvan lo más sagrado para ellos, la tierra, con los que no quieren seguir aguantando que los maten por la espalda en operaciones montadas y camufladas por falsedades.

¿Quién de ustedes no pelearía si viene alguien, los echa a patadas de su hogar, inventa un contrato trucho y se queda con su casa? Así fue y siguió siendo, de maneras más sofisticadas, con leyes donde los mapuche no tuvieron ni tienen voz ni voto, y más encima es un escándalo que se rebelen y los tildamos de violentos. Esa palabra mágica para militarizar la zona y reprimirlos. No sabemos de esos hechos hasta que se les escapan de las manos. Porque como el caso de Camilo Catrillanca, hay muchos más que la prensa ignora. Sigue siendo más importante un camión quemándose que una vida humana. No nos enteramos cuando los comandos entran pateando sus casas, armados hasta los dientes, con niños llorando aterrados. Tampoco hemos sido informados de los jóvenes en huelga de hambre en Angol, ni de sus madres angustiadas viendo cómo día a día se acercan a la muerte. Muchos son imputados, ni siquiera condenados, sin embargo al parecer por ser mapuche pueden mantenerlos en prisión aunque sea ilegal. Aunque vaya contra el Convenio 169 de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), firmado y ratificado por Chile el 2008, donde el Artículo 10 habla de la obligación de los Estados que al imponer sanciones penales a miembros de los pueblos indígenas, se tengan en cuenta sus características sociales y culturales ¿Qué piden estos prisioneros? Poder permanecer arrestados en sus domicilios en este tiempo de pandemia, donde el peligro de contagio es mayor en una cárcel pública. Pero como el juez dictaminó que representan un peligro, entonces podrían replicar lo de Punta Peuco y  otorgarles seguridades sanitarias. 

Los presos mapuche son considerados terroristas para darles penas más altas, aun cuando no hayan puesto bombas para matar, ni hecho explotar autos con personas dentro, ni puesto electricidad en los genitales, ni violado mujeres, en fin, todo lo que han hecho en Chile los terroristas de verdad. Dos de estos últimos, han sido indultados porque sus males físicos les impedían seguir en la cárcel, se estaban muriendo.

Presidente, aplique la misma lógica y no cargue con la vida de un machi, quien desempeña el rol espiritual en su comunidad. Debiera hacer uso de sus facultades para que su poder no sea tan escandalosamente desigual, porque Celestino Córdova también se está muriendo.

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